Los turistas de los países más desarrollados del mundo suelen viajar miles de kilómetros en avión para vivir experiencias únicas de contacto con la naturaleza. Los ecuatorianos podemos disfrutarlas dentro de nuestro biodiverso territorio que, el caso de Chillanes, nos permite encaramarnos en las montañas para presenciar cómo las nubes forman una especie de colchón bajo nuestra mirada, como si este paisaje del sur de la provincia de Bolívar nos invitara a elevar nuestro sueños hasta el cielo durante un descanso profundo y relajante.
El carácter agrícola de Chillanes provoca que sea conocido como el “Granero del Ecuador”, pero su vocación turística se explica al conocer que limita con poblados como Bucay (Guayas) y Pallatanga (Chimborazo), por lo cual comparte una belleza extraordinaria repleta de atractivos naturales aptos para el agroturismo y los viajes de aventura.
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Uno de esos espacios resulta único. Se trata de una franja de ceja de montaña ocupada por el mirador de Torreloma. Allí se puede observar el océano de nubes acompañado de las más impresionantes puestas de sol, por lo cual los turistas suelen llegar especialmente por las tardes para contemplar este espectáculo natural que, gracias a la bondad divina, ocurre diariamente para sorprender a quienes llegan a este espacio de elevado ensueño.
Este es el punto más alto de la parroquia urbana Chillanes, al cual se accede a través de una vía construida para brindar facilidades a los visitantes; la vista permite, en un día despejado, observar la laguna de Tiquibuzo, la comunidad de Tiquibuzo y el bosque del mismo nombre.
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La vivencia en Torreloma puede volverse más intensa entre aquellos aventureros que escogen acampar en el sitio para, como premio adicional, levantarse muy temprano en la mañana para observar el amanecer. Sí, el caprichoso viaje del astro rey exhibe esos dos espectáculos mientras los curiosos pueden asomarse sobre las nubes de Chillanes.
Esa curiosa situación invita a los visitantes a elevarse aún más, por lo cual el mirador de Torreloma es especialmente famoso, además, porque es destino de quienes practican el parapente, un deporte de travesía en donde grandes y chicos tendrá una vivencia inolvidable rodeados de hermosos paisajes que permiten apreciar la majestuosidad de los nevados. Otro punto para observar a los gigantes de los Andes es el mirador del Cedro, cuyo paisaje exhibe también un colchón de nubes, y el cerro Punsucama, zona arqueológica con restos del antiguo cacicazgo de los indios Chillán, desde donde se puede admirar el coloso Chimborazo.
También con rugidos
Este destino también se goza en tierras más bajas. A unos 20 kilómetros del poblado se encuentran las diversas cascadas del Armadillo, entre ellas Las Mellizas, donde se puede realizar descenso a través de cuerdas, claro, siempre en compañía de expertos.
Para lo menos hábiles con lo extremo recomendamos los paseos en el bosque húmedo subtropical para percibir una sensación maravillosa de aventura que se complementa con la amabilidad, calidez y generosidad de los chillanenses que se dedican, en su mayoría, a producir diversos productos, como mora, maíz, frejol, tomate de árbol, babaco, tomate de carne, entre otros, al igual que el aguaardiente, licor que se realiza en forma artesanal con varios sabores.
Su deliciosa gastronomía también cautiva a los visitantes. Sus platillos tradicionales son los sabrosos tamales envueltos en hojas de pusig (grande y ovalada, que solo crece en esta zona en las densas montañas), las cuales brindan un sabor inigualable a este producto exclusivo de Chillanes. Son elaborados de harina de maíz selecto con queso o carne de pollo; también tenemos las deliciosas tortillas a base de harina de maíz, trigo y queso, las cuales son preparadas en un tiesto de barro para generar ese sabor único y exquisito.
Un lugar especial para disfrutar de ese plato y otras delicias locaes es en el mercado semanal de cada domingo, que se instala en la plaza central (calles García Moreno y Guayas), ya que además de expenderse productos tradicionales es posible encontrar la más sabrosa gastronomía de la Sierra, incluidos los helados hechos con hielo del volcán Chimborazo, llamados rompenucas, además de fritada, hornado, cuy asado, morcillas, chicha de jora, sancocho y seco de gallina.
Del mismo modo, Chillanes es conocido y representado por su arte y cultura, cuna de distinguidos y talentosos músicos creadores de las tradicionales bandas de pueblo que utilizan una serie de instrumentos que ofrecen vida y armonía al ambiente con música sin igual, lo cual muchos de ellos aprendieron empíricamente componiendo melodías como legado de generación tras generación sin acceso a un conservatorio de música, sino más bien por tradición.
Esa tradición también se levanta en sus leyendas, como aquella del cercano cerro Zumbi, donde supuestamente moraban la divinidad del arcoíris, llamada Ciochi, y la del agua, Katequil, quienes vivían recluídas en un manantial custodiado por ranas gigantes.
¡Todo es posible en Chillanes! (I)
* Texto y fotografías gracias a la gentil colaboración de Danny Guanulema, poblador de Chillanes (099-229-6561, danny.guanulema@gmail.com).