El cometa 3I/ATLAS alcanzará el 29 de octubre su máxima aproximación al Sol y la comunidad científica sigue el evento con expectativa, por tratarse de un objeto que proviene de fuera del sistema solar.
Este cuerpo, detectado por el sistema ATLAS en Chile, es apenas el tercero de origen interestelar hallado en la historia y viaja a más de 150.000 km/h, aunque su órbita no implica riesgo para la Tierra.
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La NASA analiza si la sonda Europa Clipper, lanzada para estudiar la luna helada de Júpiter, podrá cruzar la estela del cometa entre el 30 de octubre y el 6 de noviembre sin alterar su ruta.
Los instrumentos de espectrometría a bordo podrían captar partículas desprendidas de la cola, lo que ofrecería datos inéditos sobre la química de otros sistemas estelares.
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Especialistas sostienen que una muestra directa de polvo interestelar permitiría responder preguntas sobre el origen del agua y de los compuestos orgánicos en el cosmos.
El contexto político amenaza la operación porque el cierre parcial del gobierno de Estados Unidos dejó a la NASA con actividades limitadas y sin margen para maniobrar a contrarreloj.
De no reanudarse las operaciones a tiempo, la ventana científica se perdería para siempre, según advierten los autores del estudio publicado en ArXiv.
El cometa no podrá verse al ojo humano porque su brillo es demasiado débil y solo telescopios como el Hubble o el James Webb podrán seguir su evolución en tiempo real.
Las primeras mediciones sugieren que el núcleo mide unos 5 kilómetros y su nube gaseosa llega a los 50, con abundancia de agua y polvo en proporciones mayores a las habituales.
Astrónomos creen que su composición apunta a una región helada más allá de la Nube de Oort, lo que convertiría su paso en una ventana a condiciones de formación estelar remotas.
Si la NASA logra actuar antes del plazo, la captura de partículas podría marcar un hito histórico, comparable a las misiones Voyager o a hitos fundacionales de la exploración humana. (I)