Estados Unidos se viste de rojo, blanco y azul cada 4 de julio para celebrar el Día de la Independencia, una de las fechas más representativas de su historia.

Aunque ni la jornada ni el territorio eran los que conocemos hoy, ese día en 1776 se consolidó la decisión de separarse oficialmente del dominio británico, sentando las bases de lo que eventualmente sería una nueva nación.

En aquel entonces, el territorio que declaró su emancipación no era el país extenso y poderoso de la actualidad, sino un grupo de 13 colonias situadas en la costa este de América del Norte.

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Estos asentamientos —fundados en los siglos XVII y XVIII— compartían estructuras políticas similares y disfrutaban de cierta autonomía, pero estaban bajo control económico y político de Gran Bretaña.

La chispa que encendió la mecha del descontento fue el aumento de los tributos impuestos por la Corona británica tras el final de la guerra de los Siete Años en 1763.

Con un tesoro agotado, Londres buscó compensar sus pérdidas a costa de las colonias, aplicando gravámenes como el del té y el del sello, sin ofrecerles representación política. Esto provocó malestar entre los colonos, resumido en su lema: “Ningún impuesto sin representación”.

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A lo largo de la década siguiente se intensificaron las tensiones: surgieron protestas, boicots y episodios como el Motín del Té en Boston. La respuesta británica fue reforzar su presencia militar y limitar aún más la autonomía local.

Esto llevó a que los líderes coloniales comenzaran a reunirse, primero en el Congreso Continental de 1774 y luego en el Segundo Congreso en 1775, donde la idea de romper con la metrópoli ganó fuerza.

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La guerra estalló oficialmente en abril de 1775 y, tras meses de combates y debates, se presentó una moción de independencia en junio de 1776.

Fue entonces cuando un comité —encabezado por Thomas Jefferson y con la colaboración de figuras como John Adams y Benjamin Franklin— redactó la Declaración de Independencia.

Aunque la decisión de separarse se aprobó el 2 de julio, el texto final se adoptó dos días después, el 4 de julio, fecha que quedó grabada como símbolo del nacimiento estadounidense.

Pese a la proclamación, el conflicto armado continuó durante siete años más y concluyó formalmente con la firma del Tratado de París en 1783. Aun así, el 4 de julio permanece como el momento más emblemático de la lucha por la libertad.

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En la actualidad, los estadounidenses conmemoran esta jornada con desfiles patrióticos, espectáculos de fuegos artificiales, conciertos al aire libre y discursos oficiales. (I)