Las rutinas aceleradas, los horarios apretados y las exigencias laborales o académicas de la actualidad han tenido una curiosa pero importante consecuencia en la población adulta: se ha perdido la costumbre de dormir la siesta. Pero un estudio, elaborado entre investigadores de la University College de Londres, la Universidad de Harvard y la Universidad de la República de Uruguay, resalta que tomar siestas durante el día ayuda de varias formas a nuestro cerebro.

Según Valentina Paz, una investigadora uruguaya y autora principal del estudio, las personas que suelen dormir una siesta tienen un mayor tamaño cerebral. “Nuestro cerebro, a medida que envejecemos, naturalmente empieza a reducirse”, explicó Paz en una entrevista con el programa Así Amaneció, en Radio City (89.3FM en Guayaquil), “pero algunas prácticas demuestran que tal vez este proceso se podría ralentizar” al dormir siestas, añadió.

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El impacto de tomar siestas es a nivel de la cognición, la memoria y la atención, detalló la investigadora. Sin embargo, hay una especificación de acuerdo a la duración de la siesta.

Lo ideal es que sea una siesta corta, lo que se llama power nap, que son siestas de entre cinco y quince minutos, como mucho media hora”, indicó Paz. La razón es que después de ese período de tiempo podemos despertarnos desorientados, algo que afecta a nuestro rendimiento, y también a nuestro patrón de sueño nocturno.

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Por eso, lo que propone la investigación es que a nivel social y de las políticas públicas, se empiece a dar más relevancia al sueño. “Todos escuchamos de alimentarnos bien, hacer ejercicio, que sí es importante pero a veces no se da tanto énfasis a dormir bien”, señaló la autora. Dormir bien no solo incluye duración, sino además calidad.

Para realizar el estudio, el equipo utilizó una técnica llamada aleatorización mendeliana, que se basa en el “uso de marcadores genéticos que ya se han identificado asociados a tipos de características”. En este caso específico, usaron variantes genéticas que ya se habían encontrado asociadas a la siesta para indagar la asociación entre distintas variables.

La investigación acudió a una gran base de datos biomédica del Reino Unido, que recopila información de la salud de 500.000 personas. Para determinar la relación entre las variantes genéticas y patrones de sueño, analizaron muestras de ADN y escáneres cerebrales de 35.080 personas de entre 40 y 69 años.

Se demostró que efectivamente, la salud cerebral es postitivamente impactada al dormir más siestas de calidad durante el día. (I)