¿Por qué se dice que el escaso sueño que se hace crónico está relacionado con la obesidad? Todo tiene que ver con el equilibrio entre dos hormonas, la leptina y la grelina, lo cual ocurre cuando el cuerpo está en reposo.
Durante el sueño normal, la leptina aumenta y la grelina disminuye, como se explica en el portal de la comunidad médica Intramed. La leptina suprime el apetito, mientras que la grelina lo estimula, por lo que este ciclo nos evita tener hambre durante el sueño.
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Sin embargo, cuando el sueño se vuelve insuficiente de manera crónica, los niveles de leptina disminuyen y los de grelina aumentan, lo que crea un estado de hambruna en el cerebro, sin importar cuán bien se nutra usted en el día. No hay sensación de saciedad, incluso después de haber comido.
Esto genera ansiedad por comer alimentos de alta densidad calórica y ricos en carbohidratos, rápidamente digeribles, lo que se conoce como atracón nocturno.
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El estrés que eleva los niveles de cortisol y nos priva del sueño también es capaz de deprimir el sistema inmunológico y hacer que el cuerpo almacene más grasa donde hay más receptores de cortisol (el abdomen y las vísceras).
Si esto ocurre una vez por semana por al menos tres meses, el médico podría detectar un trastorno por atracón (TPA), enfermedad de la conducta alimentaria poco diagnosticada y menos tratada.
El TPA se caracteriza por episodios de comer en exceso y rápidamente, incluso sin hambre, a solas, con la sensación de pérdida de control. La persona solo se detiene cuando siente malestar físico, culpa y asco. A diferencia de la anorexia y la bulimia, no hay inducción al vómito, laxantes o ejercicio excesivo como intentos de compensación.
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que abarcó catorce países, el promedio de prevalencia del TPA es del 1,9 %. Es mayor en mujeres que en hombres, pero la diferencia no es tan grande como en la bulimia y la anorexia.
La edad más frecuente de aparición de la enfermedad se ubica entre los 23 y 25 años. Si se presenta en la adolescencia, se asocia con el aumento del riesgo de depresión, obesidad y consumo de drogas. Hasta el 42,4 % de los pacientes con TPA tiene obesidad. (I)