“Aunque suene raro, gracias a mi enfermedad me he encontrado a mí mismo, eso para mí es muy importante. Mi madre también se encontró a ella también y ahora somos felices”.

Álvaro, desde España, habla como si fuera un adulto y tiene 17 años. Su vida ha sido una montaña rusa de emociones, pero ha salido airoso. Padeció leucemia y lo que menos quiso fue llenar de más tristeza la vida de su madre.

Su padre falleció cuando Álvaro tenía 14 años, luego le diagnosticaron la enfermedad.

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Es sincero en el pódcast “Un propósito”, conducido por Kiko Martin: “Yo me enteré del fallecimiento de mi padre y no lloré, fue al año siguiente cuando pude llorar”.

Se negaba a que su madre y abuela lo vieran triste.

“Mi padre falleció en 2022, estuve en altibajos y al año después me diagnosticaron la enfermedad”, recordó.

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La enfermedad

“En 2023 cuando recién cumplía los 15 años de repente me diagnosticaron leucemia.

Contó el momento que detectaron que algo no iba bien.

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“En 2023 yo estaba duchándome. Tenía el pelo largo, estaba lavándome la cabeza y noté un bulto de grasa… fuimos al hospital y me lo quitaron el 17 de enero de 2023. Le hicieron una biopsia y a raíz de ahí llamaron a mi madre para decirle que estaba enfermo.

En el bulto salió que tenía una leucemia muy rara.

Mi leucemia, cáncer de sangre, era muy rara, básicamente los médicos iban a experimentar conmigo.

Se confirmó cuando me hicieron la punción en el esternón (...) En la analítica no salía nada de la enfermedad”.

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Trasplante de médula ósea

Álvaro, maduro al responder, narró: “Me dijeron que entré al hospital con 90% de cáncer, era casi terminal (…)”.

“Mi primer tratamiento de quimioterapia fue de 15 días y de 18 horas seguidas. Yo dormía con la quimio puesta”, describió para asombro de Kiko Martin.

En esa montaña de emociones y fuerte proceso, una información de su doctora Julia lo llevó a tomar una decisión: “Con 16 años tuve que congelar esperma porque cuando te ponen quimio se corre el riesgo de quedar estéril”.

“Estoy vivo gracias a un trasplante de médula ósea”, celebra Álvaro, quien aprecia comer, volver a saborear lo que come; puede jugar nuevamente baloncesto y ducharse completo. “Estuvo un año sin mojarme la espalda”. Cuando lo autorizaron, lloró.

La vida, a tan corta edad, lo llevó a niveles de extremo. Hoy, con 17 años, ríe.

Vive en Granada, España. La vida le da una segunda oportunidad y con madurez afirma: “Aprendí a priorizar, a decir qué no importa tanto y saber lo que no me da nada positivo”.

Vea el pódcast completo, aquí.

(I)

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