“Era de esperar”, afirma la escritora y periodista alemana Gaby Guzek. “El alcohol disipa el aburrimiento. Otros sienten temor por el futuro y las dificultades financieras y quieren aplacar esas preocupaciones con la bebida”. Además, no hay que olvidar la situación de las familias. “Normalmente, uno no pasa 24 horas seguidas al lado del otro. Con el alcohol, uno busca relajarse”, agrega.

¿En qué momento el alcohol se convierte en un problema? Desde el punto de vista de Guzek, la cantidad es algo secundario. “Para mí, la señal de alarma más importante es cuando notas que recurres al alcohol con un propósito concreto. Tan pronto como empiezas a beber específicamente para relajarte, por ejemplo, no suele ser solo una copa. Llega un momento en el que se empieza a tomar más. Uno no se convierte en alcohólico de la noche a la mañana”.

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Guzek era alcohólica. Al menos durante 20 años, fue difícil encontrar esa línea entre el abuso y la dependencia, apunta. Ella era la típica persona que bebía para relajarse. Tenía mucho trabajo y la familia también consumía mucha energía. Tomaba una copa, que rápidamente pasaron a ser dos. “Uno se engaña mucho”, relata.

La señal de alarma más importante es cuando notas que recurres al alcohol con un propósito concreto, para que alivie un malestar.

Gaby Guzek

La escritora es ahora abstemia. A ella le ayudó buscar y reconocer los desencadenantes de la adicción. “Cualquiera que entienda los procesos bioquímicos detrás de esto, sabe que no tiene nada que ver con la debilidad y la culpa, sino que la adicción al alcohol es una enfermedad”, explica la autora, cuyos libros sostienen que una correcta nutrición ayuda a quienes luchan contra el alcoholismo.

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Regla básica: no se puede tener bebidas alcohólicas en casa cuando el consumo se ha convertido en un problema. Foto: Shutterstock

En efecto, hay deficiencias nutricionales complejas en las personas que ingieren cantidades excesivas de alcohol, expresa la médico internista Gabriela Altamirano Vergara. “La ingesta es insuficiente, debido a que se reemplazan nutrientes esenciales por las calorías vacías del alcohol; hay malabsorción de nutrientes por el efecto del etanol en el intestino; hiperexcreción de vitaminas, entre otros”.

El estado nutricional de las personas juega un papel fundamental en el desenlace de diferentes enfermedades infecciosas, continúa Altamirano. “El sistema inmune se ve muy afectado por la malnutrición; con frecuencia los pacientes malnutridos presentan recuentos disminuidos de linfocitos, células que forman parte de nuestros mecanismos de defensa contra agentes infecciosos, lo que conlleva a una disminución de las respuestas inmunológicas”.

Además, las deficiencias de vitaminas, muy frecuentes en el alcoholismo, provocan disminución de la respuesta inmune celular, especialmente frente a los agentes infecciosos.

La malnutrición por alcohol disminuye los mecanismos de defensa contra agentes infecciosos.

Dra. Gabriela Altamirano

Esto le permite a la médica esclarecer la asociación entre ingesta de alcohol y COVID-19. “Ingerir alcohol no confiere bajo ninguna forma protección contra el coronavirus, no hay nada que avale que el alcohol disminuye la posibilidad de contagio, no constituye un método de barrera que prevenga la entrada y replicación del virus”. Al contrario, los pacientes alcohólicos estarán más predispuestos a formas graves y complicaciones de la enfermedad.

La abstinencia: por qué que los consumidores le temen más que a la pandemia

Los consumidores de drogas y otras sustancias adictivas están pasando por un duro momento, confirma la psicóloga clínica Glenda Pinto Guevara. Solo ha tenido un lado positivo para los consumidores ocasionales o incipientes que, con las restricciones, han visto coincidir situaciones de abstinencia con la decisión de dejar de consumir, pues perciben el momento como una oportunidad de cambio.

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Lastimosamente, para la mayoría de la población consumidora el enfoque es negativo y, en ocasiones, nefasto. “El gran monstruo de los consumidores es la abstinencia, para muchos más temible que la pandemia”, describe la psicóloga Pinto, “al punto de preferir arriesgarse al contagio con tal de no experimentar esta crisis fisiológica y de malestar emocional”. La nueva realidad los tomó por sorpresa, los hizo más vulnerables y recrudeció los efectos indeseables de las restricciones.

Las formas adulteradas de la marihuana pueden causar síndrome extrapiramidal (contractura muscular, temblor en reposo). Es una reacción diferente a la del cannabis, cuya dependencia no tiene esas manifestaciones físicas, sino que está marcada por la ansiedad. Foto: Shutterstock

Uno de ellos es el incremento de la ansiedad. En el caso de los consumidores, los ha presionado a obtener las drogas a cualquier costo, o a sustituirlas por otras con las que no estaban familiarizados.

Para Pinto no hay gran diferencia entre quienes consumen una droga legal (alcohol, tabaco), cualquiera de las ilegales o tienen prácticas adictivas (comida, juego, pornografía). “El panorama es el mismo”. El síntoma de la ansiedad o la ansiedad generalizada afecta por igual. Las conductas adictivas en general han aumentado.

El gran monstruo de los consumidores es la abstinencia, para muchos más temible que la pandemia, al punto de preferir arriesgarse al contagio.

Dra. Glenda Pinto

El problema con las drogas consideradas legales es que el consumidor las percibe como ‘adecuadas’ y ‘permisibles’. “Se concede el permiso de consumir libremente”, dice la psicóloga, “bajo la justificación de que lo necesita para controlar y bajar su angustia, ansiedad o cualquier otra incomodidad”.

Aquí se inserta otro grupo de consumidores, los que por situaciones de salud recibieron medicamentos prescritos inicialmente para el control del dolor o ciertos malestares, y que luego se habituaron a ese consumo de manera dependiente. Estas personas, indica Pinto, “son por lo general menos conscientes de su adicción, porque no lo iniciaron por placer, y lo han asumido como necesario y normal. Por la dificultad de conseguir medicinas durante la pandemia, han empezado a consumir fármacos diferentes, que no conocían antes de esta situación”.

El abuso de medicamentos también ha aumentado y ha llevado a las personas a probar con fármacos diferentes. Foto: Shutterstock

Pero los que lo pasan peor, considera Pinto, son los que consumen drogas ilegales. Si antes les era difícil conseguirlas, ahora lo es más, necesitan más dinero, mayor exposición. Sus crisis de abstinencia (ansiedad elevada, irritabilidad, temblores, sudoración, depresión) son imposibles de ocultar al estar en contacto constante con la familia.

La interacción del coronavirus con las drogas

El consumo de drogas ha aumentado durante la pandemia, incluyendo el alcohol, fácil de conseguir, confirma el doctor Rómulo Bermeo Sañudo, diplomado en adiccionología y en prevención del consumo de drogas. “El encierro generó estrés, que pasó a ser depresión, la cual muchos pacientes mitigan con alcohol”.

Bermeo hace notar que el 98 % de las personas que llegan a la emergencia no van porque quieren dejar las drogas, “sino obligadas o asustadas por el síndrome de abstinencia”. Esta, dice, es una oportunidad para engancharlos a que inicien el tratamiento.

Él realizó un estudio sobre las drogas que se consumen en Guayaquil, con 120 consumidores de drogas ilícitas y sociales, en el centro y sur de la ciudad (junio a diciembre de 2020). Son pacientes de 10 a 20 años (34 personas) y de 21 a 45 años (86), todos en situación de calle, detalla el médico, quien se dedica a socializar los problemas del consumo de drogas, y a intervenir llevando alimentos e implementos de bioseguridad.

El 98 % de las personas que llegan a la emergencia no van porque quieren dejar las drogas, sino obligadas o asustadas por el síndrome de abstinencia.

Dr. Rómulo Bermeo

Entre sus observaciones, indica, está que no hubo casos con manifestaciones moderadas ni graves de COVID-19, después de realizar pruebas rápidas de inmunoglobulinas, aunque esto no pudo hacerse con la mayoría. Probablemente, algunos fueron asintomáticos.

Lo anterior no puede usarse para afirmar que las drogas sirven como barrera para el virus, advierte el médico. ¿Por qué no se contagiaron estas personas? “He consultado con alergólogos, otorrinolaringólogos y médicos clínicos. Podría ocurrir algo parecido a los pacientes de asma, que usan nebulizador”. Los químicos de las drogas causan laceraciones en la orofaringe, y probablemente impiden la implantación del virus. En cambio, hay otros procesos inflamatorios e infecciosos bacterianos, como amigdalitis, alveolitis, asma (65 %), y en un menor porcentaje, depresión y pensamientos suicidas (uno llegó a realizarse).

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Con el alcohol, acota la doctora Altamirano, es más fácil romper medidas importantes como el distanciamiento y el uso de mascarilla, volviéndose vulnerable a adquirir la infección. “Además, el tabaquismo que frecuentemente acompaña a la ingesta de alcohol, inflama la vía aérea y disminuye los mecanismos naturales de defensa a nivel del tracto respiratorio, y predispone a que el individuo se infecte (de COVID-19) con más facilidad”.

El cigarrillo predispone a la infección por coronavirus y a la aparición de síntomas graves. Foto: Shutterstock

El autocontrol y la prevención

Cerveza, vino, cava, aguardiente: todo fuera. No se puede tener bebidas en casa cuando el consumo de alcohol se ha convertido en un problema. “Esta máxima es realmente importante, y hay que ser estricto con ello”, afirma Guzek. Tampoco se pueden quedar en casa esas botellas de vino de añadas especiales o un whisky raro, ya que los alcohólicos tienen muchas formas de justificar el consumo. “Lo sé por mí misma”, añade.

Si mi debilidad es el cigarrillo, y solo mirándolo empiezo a saborearlo, no puedo tenerlo cerca de mí”, corrobora Pinto. “Eso con lo que peleo todos los días debe quedarse en la tienda o en el lugar de más difícil acceso. Tiene que dar mucho trabajo conseguirlo”. Durante ese tiempo, dice la psicóloga, la persona alcanzará un pico de necesidad de la sustancia, de varios minutos, y luego el deseo empezará a decaer. “Mientras más me demore en acceder a la droga, tendré más ventajas para frenarme y fortalecer mi capacidad de enfrentarme a la adicción”. No conocer esto hace que las personas se dejen llevar por el engaño de que es imposible vencer la tentación de consumir.

¿Cómo puede una persona detenerse tras una copa, mientras que otra no puede llevar la cuenta? Esa sutil diferencia está en el control, dice Pinto. La persona consumidora no lo tiene. “Es como si el circuito de control estuviera dañado”. No puede decir que no.

Mientras más me demore en acceder a la droga, tendré más ventajas para frenarme y fortalecer mi capacidad de enfrentarme a la adicción.

Dra. Glenda Pinto

La vacuna para la drogadicción es la prevención, sostiene Bermeo. El fortalecimiento de los valores y el desarrollo personal, trabajar con los jóvenes antes de que entren a la secundaria. “La hache es una droga barata, de adolescentes. Ocho de cada 20 chicos que consumen drogas, lo hacen con hache: de 12 a 18 años, la edad colegial. De 10 a 12 años el porcentaje es menor”. El adolescente más vulnerable, piensa, es aquel que está rodeado de adultos que ya son consumidores. Lo ideal, dice, es trabajar con niños de 9 a 11 años, para que ingresen a los colegios con esas fortalezas.