Casi todos los estudiantes lo han experimentado: el profesor de una asignatura determina una fecha para la entrega de un trabajo, el estudiante lo realiza, lo entrega y, tras un tiempo, recibe una nota determinada junto con las correcciones. ¿Basta eso para que los estudiantes aprendan? ¿O hay formas de mejorar el proceso?, se pregunta la Unesco.
Sí las hay, es la respuesta de varios estudios, uno de ellos del grupo Feed2Learn, de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), en el cual se afirma que una de las claves es la retroalimentación o retorno (feedback) entre el estudiantado y el profesorado, pero con unas características concretas.
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Feed2Learn se dedica a la investigación para soporte de la enseñanza y el aprendizaje en ambientes en línea. Su lema es una frase de Goethe: “Saber no es suficiente; debemos aplicar. Querer no es suficiente; debemos actuar”.
Rosa M. Mayordomo, profesora de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y miembro de Feed2Learn, explica que han partido de la base de que la retroalimentación es importante para el aprendizaje, algo que profesores y estudiantes saben. “Sin embargo, en muchos casos no cumple su función”, indica.
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Ella es coautora de un reciente artículo que explora cómo el retorno en línea impacta en lo emocional y en lo cognitivo… cuando logra enganchar a los estudiantes.
Aunque el profesorado invierta mucho tiempo y esfuerzo en proporcionar respuestas al estudiante, este no ve cómo sacarle provecho, porque tiene la sensación de que este resultado solo llega al final del proceso, con la calificación, cuando es tiempo de pasar a otra unidad. ¿De qué le sirve? “Por eso decidimos estudiar qué características debe tener el retorno para promover el aprendizaje con el objetivo de diseñar mejores estrategias”, señala Mayordomo.
Retroalimentar al estudiante no es simplemente corregir los desaciertos
Como explica la investigadora, para que el retorno realmente resulte útil no solo ha de corregir lo que cada estudiante ha realizado. Su función es ayudar a cada estudiante a acortar la distancia que hay entre lo que sabe en ese momento y lo que se pretende que sepa, o cómo está haciendo la actividad en ese momento y cómo tiene que llegar a realizarla.
Anna Espasa Roca y Teresa Guasch Pascual elaboraron en 2021 un breve experimento titulado ‘¿Cómo implicar a los estudiantes para que utilicen el feedback online?’. Reunieron a un grupo de 76 estudiantes para que recibieran intervención, que consistía en reelaborar un trabajo escolar a partir de la retroalimentación de sus profesores, antes de la entrega final. Lo compararon con el desempeño de otros 60 alumnos que no tuvieron esa intervención. “Los resultados ponen de manifiesto que la reelaboración del trabajo va asociada a niveles más altos de implicación con el feedback”, escribieron.
Por eso, usted como profesor no solo tiene que indicarle al joven cómo está en ese momento, sino que también debe dotarle de instrumentos y recursos para ayudarle a avanzar hacia la meta educativa, al nivel en el que debe estar. Y para esto, tiene que decirle al chico o a la chica hacia dónde deben ir. ¿Cómo podrá avanzar si no sabe lo que usted y la escuela esperan de ellos?
Y para lograr esto último resulta clave superar una gran dificultad: el concepto tradicional de que el retorno es un proceso unidireccional, del profesor al estudiante, la entrega de una nota, y luego pasar la página. Eso debe cesar. Es fundamental que el diálogo se dé entre ambos, y que tenga lugar durante el desarrollo de la actividad y no solo al final. Un ejemplo: acostumbre a la clase a que usted les pida que cada uno entregue un borrador de la actividad que lleva a cabo, y comprométase a dar un retorno con relación a esta primera versión.
La retroalimentación educativa y las emociones vinculadas al logro
¿Por qué se dijo que este nuevo modelo de interacción también impacta en la emocionalidad de los estudiantes? Si usted quiere que su grupo se implique más en la comprensión y el uso de las respuestas, debe considerar cómo ellos están percibiendo la comunicación con usted, remarca el estudio de la UOC.
“Nos hemos centrado en las emociones vinculadas al logro, es decir, en las que experimenta cada estudiante ante la interpretación de un resultado como un éxito o un fracaso, como por ejemplo la esperanza, el optimismo, el orgullo, el enojo, el alivio, el nerviosismo, la desesperanza...”, explica la profesora Mayordomo.
Por ahora, los resultados del estudio confirman que cuando los estudiantes perciben el retorno como positivo, o más positivo que negativo, experimentan en mayor medida emociones como la confianza y la esperanza de poder mejorar. Y experimentar estas emociones se relaciona con mayores esfuerzos por utilizar el retorno para regular su proceso de aprendizaje, “lo que puede afectar a largo plazo en las expectativas de éxito de cada estudiante y en su propia percepción como aprendiz”, afirma la investigadora.
Por el contrario, cuando los estudiantes experimentan emociones negativas, como el nerviosismo o el enojo, el grado de implicación cognitiva con el retorno que usted les entrega es menor; no lo esperan, le temen, disminuyen los intentos por comprenderlo e incluso pueden llegar a ignorarlo.
“Ayudar a los estudiantes a tomar conciencia de estas emociones y a regularlas puede promover su implicación con el retorno. En este proceso de regulación, el hecho de proporcionar respuestas que no solo sean correctivas, sino que ayuden a mejorar, puede generar en los estudiantes una mayor sensación de control sobre sus resultados futuros”, señala la investigadora.
Tener conciencia de esa realidad podría mejorar la progresión de los estudiantes, e incluso ayudar a reducir la tasa de abandono de los estudios, algo que preocupa a España, país en el cual el abandono temprano de la educación está en el 20,2 % para los hombres (la tasa más alta de la Unión Europea) y el 11,6 % para las mujeres.
Un aprendizaje para profesores y alumnos
Al llevar estas recomendaciones a los entornos presenciales hay que ver las ventajas. Cuando hay comunicación en persona, los profesores tienen muchas pistas de si cada estudiante está entendiendo o no el retorno. Tiene que fijarse en los comportamientos no verbales y en los elementos paralingüísticos de la comunicación; la risa, el llanto, el silencio, los gestos y, en el caso de los entornos en línea, el uso de los emoticones y reacciones son señales útiles.
En ambos escenarios, el docente necesita saber:
- La forma en que cada estudiante interpreta las respuestas.
- Cómo se siente una vez que las ha recibido.
- En qué medida las entiende si realiza una tarea o actividad posterior en la que tenga que utilizar la retroalimentación.
Por supuesto, esta estrategia significa una carga más elevada de trabajo. Por eso, Mayordomo resalta la importancia de que toda la institución educativa comparta una cultura de evaluación continua y de retroalimentación, en la que se faciliten los procesos de diálogo entre profesores y estudiantes, y también entre los grupos de estudiantes.
El centro educativo debe apoyar a los profesores impulsando el desarrollo de estudios basados en analíticas del aprendizaje, que permitan recoger datos para ayudar a fundamentar las decisiones de evaluación y a saber cómo y cuándo debe proporcionarse un determinado tipo de retorno en función de las características del alumnado.
“Se trata de poner la tecnología al servicio de la toma de decisiones, con el objetivo de promover un aprendizaje cada vez más personalizado”, afirma la profesora. (I)