Cuidar de los niños en el hogar ha sido un esfuerzo no siempre reconocido. Tener otro trabajo o empleo al mismo tiempo es un acto de equilibrio constante. Pero los años lectivos del 2020 y 2021 han elevado la vara para los padres. Simplemente no había forma de escapar de la escuela en casa y de todas las horas después de ella.

Parece que finalmente hay una luz y, esta semana, el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) anunciará si decide adoptar la propuesta del Ministerio de Educación de restituir las clases presenciales obligatorias. Cientos de instituciones educativas de Guayaquil, Durán y Samborondón han vuelto a clases presenciales de manera progresiva y voluntaria.

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Es momento, dice la Academia Americana de Psicología, de que los padres se recuperen del agotamiento pandémico, antes de que la vida vuelva a cambiar hacia una normalidad aún marcada por normas de bioseguridad y nuevas variantes del coronavirus.

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El burnout o agotamiento es un síndrome caracterizado por cansancio emocional, despersonalización y reducción de la satisfacción personal, resultado de haber estado expuestos por largo tiempo a un ambiente intenso. ¿No parece nada serio? La Organización Mundial de la Salud lo reconoció en 2019 como una condición ocupacional, ligada a síntomas como fatiga, cambios en los hábitos de sueño y… el uso de sustancias. Se asocia con oficios como los cuidadores de salud, abogados y ejecutivos financieros. Y ahora con los padres que transitan por la vida pospandémica.

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La investigación de los psicólogos del Instituto Melbourne, en Australia (2020), ha reportado que quienes más estrés mental experimentan son los padres de niños en edad escolar (más de un cuarto de los 1,5 millones de padres trabajadores con niños de 5 a 11 años tenían altísimos niveles), especialmente cuando no tenían ayuda adicional en el hogar (cuatro veces más que los que no tenían que hacer cuidado y trabajo simultáneos).

La doctora Isabelle Roskam, profesora de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Lovaina, dice que un componente común es el mucho estrés más la ausencia de recursos para sobrellevarlo. “Te quemas solo si hay un desbalance entre el estrés y los recursos”.

Las señales del agotamiento paterno

Roskam y su colega Moïra Mikolajczak son las autoras de la Evaluación de Burnout Parental, en la que se perfilan los síntomas primarios que, además, ocurren por etapas.

La primera es el cansancio, que depende de la edad de los niños. Los padres de niños pequeños tienden al cansancio físico por el cuidado y los juegos, mientras que aquellos con adolescentes se quedan sin reservas emocionales después de los conflictos.

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Muchos padres decidieron resolverlo enfocándose en los niños y las tareas durante el día, relegando su trabajo para el anochecer y la madrugada, lo cual resultó en adultos irritables y estresados a la mañana siguiente.

La segunda fase viene cuando los padres empiezan a distanciarse de los niños en cualquier oportunidad, para preservar la energía. Y en la tercera, sienten que se ha perdido la satisfacción y el sentido de la crianza. “Estos padres dicen: Amo a mis hijos, pero ya no soporto estar con ellos”, manifiesta Mikolajczak.

En el burnout, que empiece una fase no significa que la otra terminó. Al final, están cansados, distantes y desilusionados de su rol. Roskam refiere que hay mucha comparación entre los padres que solían ser, los padres que les gustaría ser y los padres en los que se han convertido. Entonces viene la sensación de incapacidad y de culpa.

Un trabajo sin vacaciones

Algo en que el burnout paterno se diferencia del laboral es en sus consecuencias. Los padres no tienen opción a vacaciones pagadas, no pueden ‘renunciar’ y no pueden reinventarse en un nuevo puesto de trabajo, como aconseja la terapia ocupacional.

¿Quiénes son más vulnerables? Los padres de sociedades más individualistas, como las de Occidente, dicen Roskam y Mikolajczak, basándose en resultados de un segundo estudio, realizado con datos de 42 países, y publicado en marzo del 2021. Las culturas individualistas valoran la competencia y el desempeño, lo cual aumenta el estrés y al mismo tiempo hace que los padres no pidan ayuda.

Los que tienen estresores previos, como los padres solteros, inmigrantes o los que tienen niños con necesidades especiales pueden sentir más fuertemente las demandas de la crianza pospandémica. Además, los adultos que tuvieron infancias traumáticas suelen tener creencias inadecuadas sobre su rol. Como, por ejemplo, pueden creer que están incapacitados para educar a los niños.

¿Qué recursos pueden usar los padres para reducir y mitigar los síntomas del cansancio? Lo primero es compartir cómo se sienten. De allí pueden partir muchas oportunidades de apoyo. Admitir que no se puede con la carga del hogar es difícil, por eso es importante buscar a personas con las que se pueda tener un diálogo sano.

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Mikolajczak les recuerda a las familias que esto es un problema común. Usted no es el único que le grita a sus hijos cuando pierde la paciencia o los pone a ver TV para poder hacer llamadas de trabajo. Hable con padres que tienen problemas similares, que no lo juzgarán ni lo harán sentir vergüenza.

Eso sí, no busque ayuda en las redes sociales. Sí está bien buscar grupos de apoyo para padres y comunidades virtuales con reglas, moderadores y de ser posible, profesionales a cargo. Si su agotamiento le está impidiendo funcionar bien o está teniendo ideas extremas, es importante acudir directamente a un proveedor de salud mental.

Tal vez, al buscar ideas, descubra que para algunos padres el estar en casa con los hijos todos los días fue una especie de paraíso. No se resienta. Trate de encontrar la perspectiva de ellos. ¿Por qué les gusta tanto, qué oportunidades vieron? Puede ayudarle a replantear la situación como un desafío, más que como una amenaza. Las circunstancias difíciles no se irán, pero usted habrá ganado un recurso para enfrentarlas.

Otra recomendación de Mikolajczak es que redistribuya las tareas. Aprenda a dejar algunas en manos de su pareja y encargue algunas más sencillas a los niños. Si las múltiples actividades de sus hijos son lo que lo atormenta, acorte los compromisos, no tienen que hacerlo todo justamente ahora. Pueden retomarlo más adelante.

Y use los recursos de su comunidad y de la escuela. Pregunte por seminarios de salud mental, por las charlas para padres, inscríbase a una conferencia en línea de alguna sociedad científica local enfocada en el bienestar familiar, como en el área de psicología y pediatría. (F)