La pandemia de COVID-19, que en diciembre próximo marcará seis años del reporte de los primeros casos, más la temporada anual del virus de la influenza nos hacen acuerdo de un grupo especialmente vulnerable, nuestros padres y abuelos.
El síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (de ahí las siglas SARS-CoV-2) encontraba a los pacientes mayores de 65 años más frágiles y con el doble de probabilidades de morir que personas más jóvenes. A partir de los 80 años, la enfermedad inicialmente conocida como “la neumonía de Wuhan” por la ciudad china en la que tuvo origen, tenían 20 veces más resultados mortales que aquellos pacientes de 50 años.
Solo la influenza causa un estimado de 300.000 a 650.000 muertos cada año, y del 70 al 90 % de ellos fueron individuos de 65 o más. No es una minoría; la población global está envejeciendo a un ritmo sin precedentes. Para 2050, los adultos de la tercera edad serán 1.600 millones, el 20 % del total de los habitantes de la Tierra.
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Este ajuste demográfico tendrá implicaciones de salud significativas, una de las cuales será la necesidad de proveer mejor protección y tratamiento para los mayores contra los virus respiratorios. En consecuencia, hay necesidad de entender mejor cómo obran las infecciones virales respiratorias severas en este grupo, para desarrollar mejores tratamientos preventivos y terapéuticos.
La proteína de la inflamación
Las personas mayores producen niveles mucho más altos que los jóvenes de una proteína llamada apolipoproteína D (ApoD) que está involucrada en el metabolismo y la inflamación, lo que les da menos capacidad para resistir infecciones víricas; por eso cuando se infectan de gripe, su enfermedad es más grave.
El hallazgo, efectuado por un equipo internacional de científicos liderado por la Universidad de Nottingham (Reino Unido) y publicado en septiembre en la revista Pnas, ayudará a los facultativos a afrontar este riesgo y atender mejor a los mayores.
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“El envejecimiento es un factor de riesgo principal en las muertes relacionadas con la gripe”, recuerda Kin-Chow Chang, investigador de la Universidad de Nottingham, y coautor del artículo.
“Además, la población mundial está envejeciendo como nunca antes en la historia humana, lo que plantea problemas en la atención de la salud y la economía”, añade.
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“Por todo ello, necesitamos averiguar por qué los pacientes mayores a menudo sufren más gravemente de la infección por el virus de la gripe”, apunta.
Daño extenso en los tejidos pulmonares
Para hacer el estudio, el equipo investigó los mecanismos involucrados en el aumento de la gravedad de la infección por el virus de la gripe con la edad usando un modelo de ratón envejecido y secciones de tejido humano de donantes.
Los investigadores descubrieron que ApoD es un factor celular relacionado con la edad que impide la activación de la respuesta antiviral del sistema inmunológico frente a la infección por gripe.
El estudio reveló que la producción altamente elevada de ApoD con la edad en el pulmón genera un daño tisular extenso (en los tejidos) durante la infección que reduce la respuesta antiviral protectora del organismo.
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ApoD es, por lo tanto, un objetivo para la intervención terapéutica para proteger contra la infección grave por el virus de la gripe en los ancianos, lo que tendría un impacto mayor en la reducción de la morbilidad y la mortalidad en ellos.
“Ahora hay una oportunidad emocionante para mejorar terapéuticamente la gravedad de la enfermedad de los ancianos por infección del virus de la gripe con inhibidores de ApoD”, defiende Chang.
Elevar el cuidado: nutrición y chequeos
La doctora Gabriela Altamirano Vergara, especialista en geriatría y medicina interna, indica que los adultos mayores tienen disminuidos sus mecanismos de defensa. “El sistema inmunológico deja de ser tan eficiente como era en edades más tempranas, lo cual vuelve más factible que cualquier infección pueda progresar con más facilidad. En el caso particular de las infecciones respiratorias, es importante mencionar que el mecanismo de la tos se vuelve menos eficaz”.
Los músculos intercostales y diafragma, al contraerse enérgicamente, facilitan la tos, que es un mecanismo de defensa que ayuda a que las partículas irritantes y microorganismos sean expulsados al exterior. “Con la edad, los músculos pierden volumen y fuerza y este mecanismo protector es cada vez menos eficaz”.
El doctor Aldo Guevara D’Aniello, geriatra y gerontólogo, explica que la alimentación del adulto mayor debe darle el primer lugar a las proteínas (carnes, granos, huevos, especialmente de codorniz, leche). “Es la base de una buena prevención de resfríos o gripes virales o bacterianas. Por otro lado”, comenta, “el uso de cítricos como el limón o el jengibre no es cuento ni placebo. Y finalmente, el uso de algún producto farmacéutico que eleve la inmunidad no es medida despreciable”.
Pero cuando se produce una infección, sí es importante consultar a su médico si tiene gripe una paciente sexagenaria, por ejemplo, porque muchas veces esa simple afección puede convertirse en neumonía. “Siempre es importante hacerse un control una vez al año, y cada 6 meses cuando pasamos de los 65 años, más aún si presentamos un cuadro infeccioso”.
¿Habrá una nueva pandemia?
No tendría sentido prepararse tanto si no fuera porque no podemos descartar que en algún momento de este siglo llegará una nueva pandemia y encontrará a quienes hoy son adultos mayores, o a los adultos jóvenes, o si aguardará a que envejezcan los niños y adolescentes de hoy.
El profesor Chang ya había reflexionado en 2021 en que después de la pandemia de influenza de 2o08 (que se ha perdido de la memoria colectiva menos de veinte años después, ensombrecida por lo ocurrió en 2019-2020) quedó la certeza de que esta iría seguida de otra, y aún así, el COVID-19 tomó por sorpresa a la humanidad, pues no se esperaba que la gran conmoción la fuese a causar un coronavirus.
- No había coordinación internacional en el monitoreo del coronavirus.
- El enfoque de la vigilancia estaba en la influencia de humanos y animales, y es natural porque estas siguen siendo una amenaza real con potencial pandémico.
- La próxima pandemia es inevitable y altamente impredecible. Las lecciones que quedan son fortalecer los esfuerzos de vigilancia global, para poder lanzar advertencias a tiempo.
- También, aumentar la velocidad y capacidad de respuesta a eventualidades como esta. Se necesita establecer infraestructuras nacionales para la producción de vacunas para prevenir las infecciones.
- Y el área de la investigación y producción de fármacos antivirales de amplio espectro para tratar infecciones activas necesita recibir apoyo suficiente. (I)