En nuestro país la mayoría de edad se alcanza a los 18 años, excepto en temas puntuales como el sufragio o el permiso de conducción para ‘menor adulto’. En otros países, puede ir de los 15 (como en Nigeria, Malí, Congo y Camerún) a los 19 (ciertas provincias de Canadá, algunos de los estados norteamericanos, Corea del Sur) o puede haber flexibilidad, 18 para ciertas funciones, 21 para otras, como ocurre en Estados Unidos.

Además del voto y la licencia de conducir, otras actividades que se relacionan con la mayoría son la compra de alcohol, tabaco y armas, la firma de un contrato vinculante y el matrimonio sin permiso de los padres.

Publicidad

Dennis Guzmán, psicólogo y terapeuta, contempla algunas etapas de la adultez:

  • Adulto joven (18-26 años)
  • Adulto medio (27 a 64 años)
  • Adulto mayor (65 en adelante).

Lo que realmente hace la diferencia no es la edad cronológica sino la madurez. “Hay adultos de más de 30 años que siguen comportándose como adolescentes. Las experiencias no son las mismas para todos. Hay que analizar el comportamiento de los padres, las obligaciones y tareas, las diferentes crisis vitales, el formar una familia”. De allí se origina la resistencia a crecer, cuando se espera que los otros resuelvan los temas importantes y las responsabilidades.

Adultos chiquitos o independientes, de los memes a la realidad

A este punto usted, probablemente, esté recordando un meme popular en estos días, el del ‘adulto chiquito’, que se sorprende de que la vida sea tan difícil y llena de trámites, presupuestos y utensilios de cocina y de limpieza, y llama a los padres para preguntarles qué hacer.

O tal vez recuerda el meme del adulto independiente, que empieza a ganar dinero y no puede controlar el impulso de gastarlo en ‘gustos bien dementes’, como canta la joven que publicó el video original.

Publicidad

La doctora Glenda Pinto Guevara, psicóloga clínica y terapeuta cognitivo-conductual, concuerda en que mayoría de edad y adultez no son sinónimos. Y la definición de adultez es amplia. Desde el punto de vista de Pinto, las etapas son así:

  • Adultez temprana (20-40 años)
  • Adultez media (40-60)
  • Adultez mayor (60 en adelante)

“La práctica psicológica está llena de casos que nos muestran que un individuo no madura en conformidad a la edad que tiene en sus registros legales”. La adultez suele estar muy distante del límite legal, resume, y este último no debería confundirse con la madurez para contraer matrimonio, dejar la escuela, dar consentimiento sexual, beber alcohol, conducir, votar, trabajar, apostar o fumar.

Si bien la edad para ser declarado mayor cambia y difiere según los tiempos, el significado de adultez se mantiene, opina la doctora Mónica Llanos Encalada, psicóloga clínica y organizacional. “Ser adulto no solo conlleva autosustentarse y vivir de manera independiente, sino también tomar decisiones responsables que no afecten mi bienestar ni el de los otros, aprender a asumir las consecuencias de mis decisiones y el control de mis emociones para el logro de sanas relaciones interpersonales”.

Tener los derechos de ciudadanía es importante, pero el joven no puede ser ser responsable, la edad se vuelve relativa. “Me debo a una sociedad que requiere una sana convivencia”.

El valor del esfuerzo y la trampa de la satisfacción inmediata

El nivel de consciencia del individuo y su capacidad de tomar decisiones adecuadas está estrechamente ligada a la madurez de la corteza prefrontal del cerebro. “Junto a la triada formada por la amígdala cerebral, el tálamo e hipotálamo, son los responsables del control emocional de las personas”, explica Pinto.

Si no hay madurez de la inteligencia emocional, las decisiones serán pobres o malas. Esa maduración total se alcanza a los 25 o 26 años, aproximadamente.

Pero esto no es posible cuando el cerebro se acostumbra a la satisfacción inmediata con poco o ningún esfuerzo, que le impide al joven acceder a etapas superiores, tener mayor capacidad de adaptación, conciencia y responsabilidad, y enfrentar la vida como es, con altas y bajas.

“A esta manera de actuar y sentir de los eternos jóvenes o niños grandes se la denomina adolescencia tardía, y se caracteriza porque se prolonga la rebeldía, la resistencia a adaptarse a la vida adulta, la búsqueda de una identidad propia, los conflictos con los padres, los problemas para adquirir nuevas responsabilidades”.

“Ningún joven es igual a otro, el nivel de maduración psicológica no puede generalizarse”, dice Pinto. Pero vale cuestionar el rol de los padres, los cuidadores y la sociedad que le ahorran al joven las dificultades que necesita para una maduración adecuada, y permiten que se establezca la resistencia al crecimiento personal.

La especialista nota un cambio en la función de los padres. “Tienen mucha confusión sobre cómo educar a sus hijos adecuadamente. Se ve la tendencia de apurarlos a entrar en la adolescencia, y por otro lado dilatan su fin, porque hay una idealización de la juventud en detrimento de la adultez, lo que se refleja en la dificultad de armar proyectos”.

Encalada indica que a muchos padres les cuesta aceptar el proceso evolutivo de sus hijos y no se preparan para ello ni les enseñan a ir madurando. “A muchos jóvenes la mayoría de edad los toma por sorpresa, no se sienten listos. Es muy común el síndrome de Peter Pan, permanecer en una prolongada infancia, en dependencia de los padres y sin asumir todo lo que conlleva la vida del adulto”.

Ser adulto es más gradual y variado hoy (el género y el estatus social influyen, señala Pinto) y toma más tiempo alcanzar la autonomía económica y psicológica.

“Convertirse en adulto no ocurre de la noche a la mañana”, corrobora Encalada, “ni cumplir la mayoría de edad conlleva ser autónomo, tomar decisiones con sabiduría teniendo claras las consecuencias, resolver problemas, saber que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás, buscar mi bienestar y el de los que están a mi alrededor y controlar mis emociones”.

El psicólogo Guzmán anima a los padres a permitir que el joven desarrolle independencia. “Asígnele tareas, roles y obligaciones; que comprenda que conseguir las cosas conlleva un trabajo. Cuando a un adolescente y adulto joven se les da todo, no conocen el valor de nada”.

¿Qué es necesario para avanzar hacia la adultez? Consejos para los jóvenes

La experiencia clínica, detalla Pinto, confirma que las generaciones actuales tienen percepciones diferentes de la vida. “En sociedades anteriores se impulsaba a los jóvenes a asumir responsabilidades varias, de cooperación y ayuda al sistema familiar, desde edades tempranas. Se le proporcionaba al cerebro la necesidad de mayor maduración y desarrollo para poder adaptarse”.

En contraste, hoy se usa la tecnología para evitar esfuerzos físicos y mentales y obtener satisfacción inmediata, una recompensa sin costo. “Lo cual debilita las funciones cerebrales, al no utilizar los recursos internos, ralentizando el desarrollo”.

Estos comportamientos generan creencias, como que las habilidades e inteligencia son fijas y que no van a mejorar. ¿Para qué esforzarse? En cambio, una mentalidad de crecimiento sabe que se puede aprender y mejorar a través del esfuerzo y la perseverancia.

Para los jóvenes, la doctora Pinto tiene algunas pautas:

  • Acepten los retos. “Las personas con mentalidad de crecimiento no temen a los desafíos. Sal de tu zona de confort y asume riesgos calculados y estudiados. Esto puede dar miedo, pero es necesario.
  • Aprendan del fracaso. “El fracaso no es el final del viaje para las personas con mentalidad de crecimiento. Cuando falles en algo, tómate el tiempo para reflexionar sobre lo que salió mal y qué puedes hacer diferente la próxima vez. El fracaso es un trampolín hacia el éxito”.
  • Cultiven el amor por el aprendizaje. “Sé curioso y abierto a nuevas experiencias. Aprende de los demás”.
  • Valoren el esfuerzo más que el talento. “Significa centrarse en el proceso más que en el resultado. Estar orgulloso del trabajo que realizas, más que de los resultados que logras”.
  • Rodéense de mentores con mentalidad de crecimiento. (F)