Los páramos ecuatorianos son ecosistemas muy importantes no solo para las especies endémicas que allí habitan sino para el hombre, ya que en estas zonas están las fuentes de agua que alimentan a ciudades como Quito. Cualquier desequilibrio en este frágil hábitat puede causar un impacto fuerte.

Actualmente uno de los grandes problemas que enfrentan los páramos y varias áreas protegidas a nivel nacional es la presencia descontrolada de ganado vacuno y caballar (especies introducidas por el hombre).

El Fondo para la protección del agua (Fonag) del distrito metropolitano de Quito, del que la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS) es uno de los principales constituyentes, detectó la presencia de vacas y caballos en las dos áreas de conservación hídrica que ellos manejan y que están en el Parque Cotopaxi y la Reserva Antisana.

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Caballos y vacas habían contaminado el agua y degradado el suelo. El ganado vacuno posee cuatro estómagos y necesita estar comiendo todo el tiempo, su peso y la forma de sus pezuñas rompe y compacta el suelo quitando las propiedades naturales del páramo de detener y filtrar el agua. En tanto, los equinos al comer arrancan la hierba de raíz creando desertificación. Las heces de vacas y caballos contaminan el agua.

Por esto, en 2016, el Fonag y la EPMAPS decidieron disminuir la carga animal de estas especies. “Por un tiempo cerramos una de las principales fuentes de agua por la contaminación”, dice Susana Escandón, coordinadora del programa Áreas de conservación hídrica sostenible del Fonag.

Sin embargo, esta decisión podía impactar a especies icónicas que viven en esas zonas como el cóndor, ya que esta ave come vacas y caballos muertos. “Si reducíamos las vacas posiblemente se reducía la población de cóndores y si no quitábamos las vacas debíamos cerrar fuentes de agua”, indica Escandón.

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A través de drones, el Fonag pudo identificar grupos de ganado vacuno en áreas protegidas como Antisana y el Parque Nacional Cotopaxi. También caballos. Foto: Cortesía Fonag.

Pero decidieron seguir con el plan. Se inició un estudio para saber cuál era la carga animal en estas áreas y cuál sería la población que debería quedarse. Sobrevuelos con dron lograron una radiografía de la situación. “En algunos lugares nos encontramos con hasta 15 rebaños de más de 20 vacas o caballos y pudimos saber cuáles eran los puntos específicos que causaban daños”.

Gracias a esta metodología se realizó un informe técnico en que se determinó el número aproximado de caballos salvajes (en el Antisana), vacas, puntos de mayor presión y en el caso del Parque Nacional Cotopaxi se logró identificar a los propietarios de los animales encontrados.

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Por ejemplo, en la reserva Antisana se detectaron 97 vacas, 53 caballos y 29 camélidos (llamas o alpacas). “Aquí empezamos el proceso de baja de carga animal de forma exhaustiva. En el Antisana invitamos a las comunidades cercanas para que nos ayuden con la reducción. La carga que se reduce es entregada a las comunidades”, dice.

El páramo en estas zonas empezó a reverdecer y las poblaciones de animales hervíboros, como los venados de cola blanca, aumentaron en un “2.000%”, dice Escandón. También se han registrado osos andinos y pumas.

Sin embargo, el posible impacto de este proyecto en el cóndor seguía siendo una incógnita, ya que no había registros históricos de esta emblemática ave comiendo otra cosa que no sea vacas o caballos. Luego de la baja de carga animal, el Fonag hizo trabajos de restauración fuertes y en octubre del 2019 se contactaron con la Fundación Cóndor Andino para que determine el posible impacto en el ave.

En ese mismo mes se dio el primer registro de un cóndor comiéndose un venado: “Para nosotros fue impresionante. Y esto se repitió varias veces. Cada vez son más los avistamientos de cóndores comiendo venados”, añade Escandón. Esta estrategia logró recuperar una fuente de agua para la capital y retomar la alimentación “esencial o antigua” del cóndor.

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A nivel nacional, muchas personas ingresan su ganado a áreas protegidas sin ningún permiso. Se deben establecer acuerdos con comunidades que habitan en zonas protegidas o fuentes hídricas para delimitar áreas específicas para pastoreo de ganado.

Hay muchas haciendas privadas con terrenos inmensos con quienes es mucho más complicado llegar a un acuerdo. Aquí también es importante el tema legal, ya que el ecosistema del páramo es muy frágil y hay una normativa que protege estas zonas”, dice.

Escandón, junto a otros especialistas, participaron en un taller sobre la situación del cóndor en Ecuador dirigidos a profesionales y estudiantes la comunicación realizado entre el 21 y 22 de abril. El evento fue organizado bajo la iniciativa Quito Biodiverso y contó con el apoyo de organizaciones como la Fundación Zoológica del Ecuador, Fundación Cóndor Andino, Bioparque Amaru y WCS. (I)