Es casi seguro que usted, de niño, tuvo una tortuga, una lagartija o un par de ranas de mascotas” en su patio. ¿Recuerda cuánto vivió? Tal vez fue una experiencia efímera, pues cuidar a uno de estos animales no es tan intuitivo como con un perro, un conejo o un gato, que pueden llegar a adaptarse a un entorno humano cuando las condiciones son favorables. A las criaturas con escamas y garras se les da comida y agua, se las deja “al ambiente” o se las pone en un cubo o terrario y se espera que sobrevivan, de alguna manera.

¿Deberíamos traer a estos animales a nuestras casas? La organización ambiental PETA dice categóricamente que no, y argumenta que una serpiente, lagarto o tortuga tiene hasta 75 % de probabilidades de morir en el primer año fuera de su hábitat.

No regale comida humana a las criaturas silvestres; ellas son capaces de encontrar su propio alimento. Foto: Shutterstock

“Los reptiles son animales sensibles que requieren cuidado especializado, pero son vendidos como mercancía inanimada a personas que los compran por impulso, con poco o ningún conocimiento del correcto cuidado y de las necesidades de espacio, temperatura, humedad, iluminación, presas vivas y más”, sostiene PETA en un comunicado en su sitio web oficial. “Muchas personas compran serpientes solo para darse cuenta de que no pueden atender sus muchos y costosos cuidados”.

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En Ecuador hay opiniones similares, como la del Zoológico de Quito, que en 2020 desarrolló la campaña educativa “Las tortugas no somos mascotas”. Gabriela Arévalo, directora de Educación para la Conservación del Zoo, explica que bajo ninguna circunstancia debemos tener reptiles como mascotas, pues al hacerlo estamos siendo parte del tráfico de vida silvestre. “Los animales traficados son extraídos cruelmente de su hábitat natural y destinados a vivir una vida de sufrimiento físico. Las personas no tenemos la capacidad de cuidar animales silvestres; necesitan vivir en su hábitat para tener condiciones de vida óptimas”.

Las tortugas, dice Arévalo, están entre los reptiles más traficados. “Para llegar a tu casa, las tortugas atraviesan un peligroso trayecto. Después de ser extraídas de su hábitat, son transportadas en cajas, hacinadas una sobre otra, envueltas en plástico y mantenidas en pésimas condiciones. Muchas de ellas mueren debido al maltrato que sufren”.

Algunos de sus destinos, continúa la educadora, son los mercados, los pet shops o las ventas por internet. Debido a una alimentación inapropiada, las tortugas sufren problemas en la piel y en el caparazón. Cuando crecen más de lo esperado, son abandonadas en basureros, carreteras o en zonas donde tienen un alto riesgo de ser atacadas por perros y otros animales.

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La complejidad de criar reptiles: ¿por qué se desaconseja?

El médico veterinario David Puertas, del Hospital de Fauna Silvestre Tueri, ahonda en el tema de los cuidados. En primer lugar, dice, estos son diferentes para cada especie. “Tendrían que informarse, para saber qué condiciones de espacio e instalaciones convienen a cada cual. Algunas especies son muy pequeñitas y luego crecen”.

Cada especie de reptil necesita unas condiciones de vida específicas que difícilmente pueden replicarse en un domicilio humano. Foto: Shutterstock

¿Sabe si es un reptil acuático, terrestre o semiacuático? ¿Si vino de la Sierra, de la jungla o de alguna isla? Además, en su domicilio debería tener un foco de calor, porque estas criaturas dependen de la temperatura del ambiente para regularse. Una zona debería tener una bombilla que simule la luz solar y proporcione calor, mientras que al otro extremo debería estar la zona fría. Si el animal no va a estar en exteriores, requerirá además una bombilla de luz ultravioleta, para así desarrollar bien los huesos.

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Un pobre manejo del espacio y la alimentación resulta en enfermedades. “Lo más habitual es que tengan problemas con el calcio, porque no tienen suficiente luz ultravioleta ni calcio en la comida”, indica Puertas. Las infecciones más comunes son por herpes; y entre las tortugas, sobre todo las terrestres, es frecuente la bacteria salmonela, que sí es transmisible a los humanos. Por eso, después de tocar a una de ellas hay que lavarse bien las manos; y, al hacer la limpieza de excrementos, utilizar guantes. Todo esto, menciona el biólogo, muestra la complejidad de la decisión de tener un reptil en casa: conllevaría mucho trabajo y riesgos, y es costoso.

Rodeados de fauna silvestre: cómo interactuar con reptiles y anfibios en la ciudad

Los guayaquileños no somos ajenos a reptiles y anfibios. En su artículo científico Fauna urbana de Guayaquil, el biólogo Luis Amador Oyola se refiere a ellos como “nuestros vecinos menospreciados”, y cita especies representativas, como la rana bullanguera y la serpiente ciega de Guayaquil, así como el sapo bocón tumbesino.

Durante su investigación, Amador reporta al menos 22 especies, 9 de anfibios y 13 de reptiles en el perímetro urbano de Guayaquil. “Sin embargo (...) el número puede aumentar a 30 especies si se amplía el rango de búsqueda en otras áreas de la ciudad”, escribe en el documento.

De los reptiles registrados, 5 son serpientes. “Cabe mencionar que estas especies no representan ningún peligro para el ser humano (no inyectan veneno); en su lugar pueden servir como modelo de educación ambiental en unidades académicas; siempre y cuando se haga de manera responsable, bioética y con los permisos ambientales correspondientes”. Amador pide considerar estrategias de conservación de especies de anfibios y reptiles emblemáticos de la ciudad.

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Puertas considera que lo mejor que podríamos hacer para mejorar esa vecindad es no dar de comer a animales silvestres, aun a los que se han adaptado a lo urbano, como las iguanas. “Pecamos de humanizarlos, y los acostumbramos a que regresen a pedir más comida”. Allí aparecen problemas: ataques de los perros o los gatos de la casa al animal, y viceversa. En esas interacciones hay transmisión de enfermedades; por eso, anima a no dar comida y a evitar que ingresen a patios y jardines donde tengamos mascotas.

Arévalo, por su parte, concluye que, ya que no podemos asegurar una vida plena para estas criaturas en espacios humanos, podemos admirarlas en centros de rescate donde las hayan acogido después de ser víctimas de tráfico. “Puedes investigar y conocer más sobre ellos en documentales, libros, y sorprenderte con su belleza a través de fotografías”. (F)