Las tortugas gigantes de Galápagos que viven en estrecho contacto con actividades humanas como la ganadería, el turismo y las zonas urbanas presentan más bacterias resistentes a los antibióticos que las que habitan en ecosistemas más aislados del archipiélago.

Esta es la principal conclusión de nuestra investigación, publicada en la revista Environmental Pollution, y en la que participa la Universidad Complutense de Madrid junto a la Fundación Charles Darwin(FCD), el Instituto de Medicina de la Conservación del Zoológico de Saint Louis (ICM), el Centro de Investigación en Sanidad Animal (INIA-CISA) y la Universidad Europea de Madrid.

La resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas de salud pública del planeta. La OMS estima que en 2050 esto provocará más muertes que el cáncer, la diabetes y los accidentes de tráfico. La localización de estas bacterias resistentes por primera vez en Galápagos las convierte en contaminantes ambientales y a las tortugas en potenciales “centinelas o bioindicadoras” de la salud de los ecosistemas en los que habitan.

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Para llevar a cabo este trabajo recogimos muestras de heces de un total de 270 tortugas que habitan en áreas sometidas a un muy distinto grado de impacto antropogénico.

Escogimos la isla de Santa Cruz por ser la más poblada de todo el archipiélago, donde residen de manera permanente más de 20 000 personas, además de los miles de turistas que visitan las islas cada año.

Como población de control elegimos el remoto volcán Alcedo, ubicado en la isla Isabela y hogar de una especie de tortuga que no tiene contacto alguno con actividades humanas, más allá de unos pocos científicos y guardaparques que suben a la cumbre cada año.

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Los análisis de las resistencias se llevaron a cabo en el laboratorio del INIA-CISA en Madrid. Para ello se empleó una nueva metodología que permite la detección de los genes de resistencia sin necesidad de cultivar las bacterias, mediante reacciones de PCR a tiempo real. Esta técnica se utiliza para identificar no solo los genes resistentes, sino también la cantidad de bacterias de la muestra que tienen esos genes. En total, analizamos 21 genes que codifican resistencias para ocho de las principales familias antibióticas, que corresponden con aquellos antibióticos más usados en medicina humana y animal.

Los resultados fueron sorprendentes a la vez que alarmantes: las tortugas gigantes de la isla Santa Cruz presentaron más bacterias resistentes a antibióticos que las tortugas del volcán Alcedo. Así mismo, encontramos una mayor presencia de bacterias multirresistentes en las zonas pobladas por seres humanos. Estas últimas son bacterias que contienen genes resistentes para tres o más familias de antibióticos, es decir, son las “superbacterias” que pueden resistir a la combinación de varios tratamientos antibióticos.

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Dentro de la isla Santa Cruz, la mayor concentración de bacterias resistentes se halló en las tortugas que comparten su hábitat con el ganado vacuno, y aquellas cercanas a los núcleos urbanos.

Tortugas gigantes de Galápagos (Ecuador) en una charca Foto: Shutterstock

Tortugas gigantes de Galápagos (Ecuador) en una charca. Shutterstock / Ricardo_Dias

Un problema de contaminación medioambiental

La información recabada en este estudio nos permite concluir que los antibióticos que se emplean de manera rutinaria en los animales domésticos y de producción, y una deficiente gestión de los residuos y las aguas servidas en los núcleos poblados están contribuyendo a la contaminación del medio ambiente en que viven y se alimentan las tortugas gigantes.

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Estos resultados son muy novedosos porque no se habían registrado hasta ahora resistencias en las tortugas de Galápagos. Además, arrojan resultados similares a los encontrados en otros países como Chile, Costa Rica, Brasil o España, donde se han encontrado bacterias resistentes a los antibióticos en animales salvajes que viven en ecosistemas alterados por los seres humanos.

Las consecuencias últimas de esta contaminación recaen directamente sobre el estado de salud de los seres humanos que habitan esos lugares y que interactúan con los animales domésticos y salvajes. De esta forma se cierra el círculo de transmisión de las bacterias resistentes.

Por el momento desconocemos las implicaciones que estos hallazgos puedan tener para la salud humana y animal de las islas, por lo que es necesario continuar estudiando las fuentes de contaminación de estas resistencias en el ambiente. Al mismo tiempo, es necesario concienciar a las autoridades y los usuarios locales sobre la necesidad de implantar medidas efectivas para controlar el uso de antibióticos y el posterior desecho de estos. Por ahora, los antibióticos para uso humano y animal pueden adquirirse en Galápagos sin necesidad de receta médica, lo que facilita enormemente su uso de manera incontrolada y, muchas veces, inadecuada.

Una población humana saludable necesita vivir en ambientes sanos y libres de contaminación, donde habiten animales libres de enfermedades y que perpetúen la salud de todo el ecosistema. Para lograr esto necesitamos concienciar a la población y las autoridades locales, y trabajar de manera conjunta en la búsqueda de soluciones que aseguren la conservación de estas tortugas, seguramente las más emblemáticas de todo el planeta. (I)