Mafalda acaba de marcar su pasaporte con sello ecuatoriano. La querida niña de la tira cómica creada por Joaquín Lavado (Quino) partió de su natal Argentina hace poco para recorrer Guayaquil por primera vez.
Al final de su paseo guayaco, en medio de las fiestas por el proceso fundacional de la ciudad, decidió mudarse de forma definitiva a los bajos de las calles 9 de Octubre y Escobedo. Allí sonríe de ahora en adelante a los transeúntes en el corazón de la urbe, al pie del edificio de Diario EL UNIVERSO, su nueva matriz.
Más bien esta es la decimoséptima escultura que el artista Pablo Irrgang ha creado para materializar al personaje más famoso de Quino (1932-2020), que justamente el año pasado cumplió 60 años de existencia. Se dice que el mismo humorista gráfico escogió a Irrgang como escultor oficial de Mafalda, por lo que solo este argentino puede fabricar las figuras.
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Es imposible no detenerse ante la presencia de la obra de 75 centímetros de altura. A donde se trasladó Mafalda en su visita al Puerto Principal, los curiosos se detuvieron a inmortalizar su momento con ella, incluso cuando recorrió las instalaciones de este medio, en el sur de la ciudad, donde Irrgang conversó con La Revista.
¿Cómo está hecha esta muñeca para que pueda permanecer al aire libre por tanto tiempo?
Esta escultura está hecha con resina epoxi, con carga de cuarzo y pigmentos directamente aplicados sobre el molde. O sea, no está pintada, sino que tiene una capa gruesa de esta resina (ya coloreada), muy resistente a la intemperie y a la interacción.
Está reforzada con varias capas de fibra de vidrio y fijada a un banquito metálico. Eso hace que tenga una estructura muy resistente, también superficialmente es muy resistente.
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¿Podría recordarnos cómo se convirtió en el escultor oficial de Mafalda?
Y fue medio azaroso. En realidad, mi obra artística va muy por otro lado. Justo en ese momento (en 2009) tenía una galería de arte donde estaba exponiendo un colega que trabajaba en el gobierno de la ciudad, en un área que estaba planeando poner una placa frente al edificio donde vivió Quino, que es el edificio que aparece retratado en la tira de Mafalda.
Me dicen: “¿No te parece en vez de la placa podemos poner además una escultura?”. Entonces, me reuní con la gente del gobierno de la ciudad, ellos querían hacer el gran monumento a Mafalda, pero yo les pinché el globo y les dije: “No, Mafalda es una niña chiquita. No puede ser enorme. Va a quedar tosca si es enorme. Tiene que tener una proporción para que la gente empatice con esta niña, se siente a su lado, se saque las fotos”. Y así se tomó la decisión de ese tamaño.
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Puse como condición para participar en el proyecto que Quino se sumara. Porque mi objetivo fundamental no era que esto fuera mi obra, sino que fuera la obra de Quino bien retratada. Él aceptó sumarse, intercambiamos primero algunas fotos, porque él estaba viviendo en Milán en ese momento, y después cuando viajó a Argentina nos reunimos en mi taller y ahí iniciamos un intercambio de ideas.
¿Y usted ha dejado su obra?
No, sigo haciendo mi obra en paralelo y a veces me hace falta un poco de tiempo. Debo decir que Mafalda es una chica demandante últimamente, porque muchas ciudades la están queriendo.
¿En cuántas ciudades está Mafalda?
Guayaquil es la número 17. Están las esculturas en Buenos Aires, Mendoza, Jujuy, Mar de Cobo, en Argentina; Oviedo, Santa Coloma de Gramanet (afueras de Barcelona), Madrid, en España. También en Caracas, en Venezuela; en Lima, Perú; en San Pablo y Pelotas, en Brasil.
El año pasado la instalé en México: en Puebla y luego en Gómez Palacio, también en Ciudad de México y en San Luis de Potosí. Para fines de año, en octubre, estamos planeando una para Montreal, en Canadá.
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¿Sigue siendo un desafío hacer las mafaldas?
La verdad que sí, no desde el hacerla, porque hacerla es un trabajo más bien técnico, que me lleva su tiempo, pues soy bastante ‘preciosista’ (detallista) en cómo trabajo. Pero sí, para mí es un desafío poder asumir la responsabilidad que me fue legada por el gran Quino, de ser el retratista de la petisa, como digo yo. Poder ir a diferentes lugares llevando el mensaje que ella representa en estas épocas, sobre todo, me parece muy importante.
Mafalda es un ícono feminista, progresista, ecologista, de la equidad. Creo que en este momento del mundo es un mensaje más que necesario para los chicos y para los grandes.
¿Qué puertas se le han abierto gracias a Mafalda?
El año pasado fue muy importante y muy intenso para mí, porque me invitaron a ir a Nueva York a llevarla para presentarla en el escenario de los Premios Emmy, querían que estuviera presente en el escenario en el momento de presentar el segmento de los programas para chicos. Tuvo una interacción con el actor Felipe Colombo.
Cuando me hicieron la invitación respondí que sí, pero con una condición: que me lleven a mí, porque ella es muy chiquita, no puede viajar sola. Por otro lado, aprovechamos que estábamos en Nueva York y le cumplimos el sueño de ir a Naciones Unidas, porque ella quería ser intérprete en Naciones Unidas desde chiquita.
Fue una experiencia superemocionante. Cuando entramos, la gente de Naciones Unidas nos dijo: “Nunca se abrió tan fácil Naciones Unidas ni para un presidente”. Nos recibió una comitiva de quince personas. Entramos en el salón principal donde se reúnen los primeros mandatarios, y allí estaba reunido el grupo de intérpretes hispanoparlantes, varias de las chicas nos recibieron llorando.
“¿Qué pasa?”, les pregunto. Ellas me responden: “Es que somos intérpretes porque Mafalda tenía ese sueño. Leíamos a Mafalda cuando éramos chiquitas y ahora estamos acá por ella”.
También fue emocionante cuando le entregaron el honoris causa en la Universidad Casa Grande. Uno de los sueños de Mafalda también era ir a la universidad. Es gracioso. De alguna manera, estoy colaborando para cumplirle sus sueños.
Muchos fueron introducidos a Mafalda desde niños, pero ya no es usual encontrar a niños leyendo tiras cómicas. ¿Qué opina al respecto?
Es cierto que se ha perdido un poco esa costumbre, pero —de lo que he experimentado con mis hijos— he visto que si uno les deja a Mafalda al alcance de sus manos, la agarran. Pueden entrar por un chiste y luego se la terminan devorando. Mi hijo se la sabe de memoria.
Que una escultura de Mafalda esté en la vida pública es una pequeña puerta, un pequeño anzuelo para un niño, que la mire y le pregunte a la mamá o al papá: “¿Quién es?”. Y le digan: “Es Mafalda, te voy a comprar un libro”. Pensamiento crítico, ironía y un montón de cosas más Mafalda interesantemente despierta. Sí, hay un retroceso en la lectura de los chicos, pero no es una batalla perdida.
Mafalda vino a una ciudad que, aunque caliente, le encanta la sopa y ella la detesta.
Cuando fue la entrega del premio Príncipe de Asturias en Oviedo organizaron en el patio de la universidad una cena con quince restaurantes que llevaron a sus chefs para preparar quince sopas diferentes para que Quino las probara, quien dijo que le encantaba la sopa.
¿Qué otros personajes de tiras cómicas merecen su estatua en su opinión?
A partir de Mafalda, unos años después me propusieron hacer a Manolito y Susanita, una síntesis de todos los personajes.
A partir de hacer esas también se abrió la posibilidad de hacer un ‘paseo de la historieta’ en Buenos Aires, que tiene como otras, no sé, siete u ocho obras de diferentes historietistas argentinos, que también fue un desafío interesante, porque fue encontrarme con cada uno de esos autores, que fue la misma condición que puse en el caso de Quino, o que el autor sea de venir a trabajar conmigo o, si no estaba el autor, porque hay varios que habían fallecido, que sus herederos pudieran participar y venir y corregir y opinar para lograr esa síntesis entre las tres dimensiones y el dibujo.
¿Cuánto tiempo toma hacer una escultura de Mafalda?
Yo tardo más o menos dos meses, aproximadamente, pues me tomo mi tiempo para hacerlo muy meticuloso, pero además tiene todo un proceso después, la logística del acuerdo con los municipios, el viaje, las entrevistas.
Ahora que me sometieron a una sesión de fotos, me sentí un modelo. Yo que no tengo nada que ver, Mafalda es la modelo, pero bueno. Y así que todo eso lleva un trabajo que es parte del asunto también.
Cuando no está en un proyecto de Mafalda, ¿a qué se dedica? ¿Cómo es un día para usted?
Trato de encontrar el hueco para hacer mis propias obras, mis propios trabajos y siempre digo también que Mafalda, en algunos casos, es mi cascarón de prueba. Entonces, vengo trayendo a Mafalda y me voy con algún proyecto, a veces, en algunos lugares de obras mías y que trato de desarrollar. Ahí voy llevando la vida, soy un padre de familia también, así que me ocupo de la cocina. Soy el cocinero designado y demás.
Un detalle gracioso es que me casé con una ‘mafaldita’, porque mi mujer es una feminista radical y tiene doctorado y es investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica argentino. Entonces, está bueno, he encontrado ahí en mi ‘mafaldita’ personal una compañera.
¿Cómo descubrió a Mafalda?
Tendría 8 años o algo por el estilo. En la ciudad donde yo iba a pasar mis vacaciones, Mar de Plata, había unos negocios que hacían ‘canje de revistas’, donde uno podía canjear revistas o libros pagando una diferencia muy chiquita. Uno llevaba su ejemplar viejo y se llevaba otro. Entonces, mis papás al principio de un verano me regalaron Mafalda 1.
Entonces, la leí pero con cierta pena fui al canje de revista y entregué mi ejemplar a cambio del segundo. Así terminé de leerla toda teniendo un ejemplar... teniendo uno solo, básicamente. Eran una muy buena idea esos canjes de revista, porque te permitían leer bastante, pero es una pena que no pude tenerlas todas al mismo tiempo. Después, claro, tuve toda (la colección de) Mafalda y la tengo hasta autografiada por Quino.
¿Ha pensado en el día en que deje de hacer a Mafalda?
No me preocupa hacer ni dejar de hacerla. La hago porque me gusta, porque me divierte toda esta algarabía que se arma alrededor de Mafalda. Es divertido y es lindo llevar su mensaje y poder hablar de sus reflexiones. Pero el día en que no la haga más... seguiré haciendo mi obra personal, que es lo que me entusiasma también. (E)