En uno de sus discursos en Estocolmo, en 1998, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, el escritor portugués José Saramago, dijo: “Entonces, los ciudadanos de a pie, hagamos uso de la palabra y tomemos la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reclamemos también el deber de nuestros deberes. Quizás el mundo pueda empezar a ser un poco mejor”.

Estas palabras del novelista, tan sabias, tan útiles para la vida, fueron el germen de una original iniciativa. Inspirada en el pensamiento del escritor, la Fundación José Saramago, junto con la Universidad Nacional Autónoma de México, la World Future Society (capítulo México) y el apoyo de un grupo de intelectuales, promulgó hace algún tiempo la Declaración Universal de Deberes Humanos, que consta de 23 artículos.

Este documento, que me parece clave, busca que los ciudadanos estemos conscientes de que así como tenemos derechos, poseemos deberes. Quizá nos hemos acostumbrado a pensar que solo los demás (el Estado, las instituciones educativas, los padres y un largo etcétera), tienen responsabilidades y obligaciones y solemos exigir su cumplimiento, pero nos hemos olvidado de nuestros deberes. ¿Cumplimos la parte que nos corresponde? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros porque el mundo sea más justo, más equitativo, menos violento, más humano?

He pensado en aquello en estos días, y en especial en el mes de noviembre que acaba de fenecer, cuando se cumplió el primer centenario del natalicio de José Saramago. Un centenario que no pasó inadvertido, pues en muchos países se recordó a este autor, que vino al mundo en 1922, en Azinhaga, una aldea portuguesa, en una familia de campesinos pobres.

Saramago murió en 2010, doce años después de ganar el Nobel de Literatura —fue el primer autor portugués en obtenerlo— y de escribir una extensa obra novelística que le dio reconocimiento mundial. ¿Qué nos dice su literatura en la actualidad? ¿Por qué leer a Saramago hoy? Vale leerlo porque su narrativa, alejada de modas y estridencias, indaga siempre en la esencia del ser humano y de la sociedad. Es allí donde este escritor pone su mirada y su palabra.