Mañana es el Día Internacional de la Mujer, fecha que desde 1975 conmemora la ONU. Cada año hay un tema acorde con la época y ahora es el de ‘Mujeres líderes: por un futuro igualitario en el mundo de la COVID-19’. Yo discrepo. Pienso que englobar el complejo universo actual y crear estereotipos ejemplarizadores es como vivir en la retaguardia.

Si hay algo que la sociedad global les debe a las mujeres no es la igualdad. Para mí, el gran reto habita en los corazones de todos: hombres y mujeres. Debemos tener un chip más apropiado en una era digital que cada día devora más nuestra sensibilidad humanista y nos hace pensar de la misma manera que se vivía siglos atrás. El machismo no solo se hereda en los varones, sino en las propias mujeres cuando en diversos países no hay la educación necesaria.

En mi corazón siempre veo al sexo opuesto como un ser un tanto misterioso que posee tantas facetas, donde la posibilidad de engendrar la vida es una de las más milagrosas. Y aquí podría detenerme y hablar de la mujer que me ha acompañado 48 años.

Todavía la descubro cada nuevo día, así que ese texto tendrá que esperar. Por eso, Moisés Pinchevsky encuentra en Ayampe a Jenica Brigham, alguien que va mucho más allá de una causa de liderazgo igualitario, porque nos muestra un tesón formidable: trasladarse a otras fronteras para construir un orfanato, para luego sostenerlo con los recursos del negocio turístico que emprendió. Su historia es inspiradora.