Luis Carlos Mussó es conocido como poeta. Es autor de más de una decena de libros. Pero ha escrito también una novela, que me parece una lograda apuesta narrativa: Oscurana. Con este libro, que se publicó en 2011, con el sello Antropófago, el escritor guayaquileño obtuvo en 2010 el Premio Nacional de Literatura Ángel F. Rojas. Un jurado compuesto por Miguel Donoso Pareja, Jorge Dávila Vázquez y Raúl Pérez Torres, galardonó esta obra, que pese a su reconocimiento ha pasado bastante inadvertida entre los lectores. La leí recientemente.
Es una pieza de 326 páginas, que se desarrolla en dos épocas: el presente, en el que habita Alejandro, un locutor de radio un tanto borracho, machista, aficionado al jazz, quien con un amigo investiga sobre el escritor Pablo Palacio; y el pasado, donde habita Pablo Palacio, con su escritura, sus ideas políticas y filosóficas y, sobre todo, lo vemos en sus últimos días, afectado por la sífilis y la locura, cuidado por su devota esposa, la escultora Carmita Palacios.
La obra es un juego narrativo, por cuyas páginas se desliza la Guayaquil de alta temperatura, del ruido, la bohemia y la cultura. Son personajes los pintores Jorge Jaén, Walter Páez y el poeta Paco Tobar García. Aparecen, asimismo, aunque brevemente, el escritor Jorge Velasco Mackenzie y el investigador Carlos Calderón Chico. Todos parte de esta ciudad puerto que vibra con sus barrios populares, con sus procesiones e íconos.
La novela plantea una mirada a Palacio y, de algún modo, lo desacraliza. Es como si con esta obra se combatiera el lugar común y se buscara ubicarlo en su justa dimensión. Está estructurada en tres partes y cada parte contiene varios capítulos. A cada capítulo se lo titula con un día de la semana y entre paréntesis se lo identifica con los misterios del Santo Rosario.
A primera vista podría parecer una novela intelectual y de frases demasiado elaboradas, pero a medida que el lector se adentra en la trama, encuentra justificado el lenguaje y se percata del minucioso trabajo que hay en el contenido, así como también del humor y de los recursos literarios que se utilizan para estructurar esta ficción intertextual. Se trata de literatura sobre literatura. Es una novela que vale la pena leer, así no sea hoy una novedad editorial. Los buenos libros trascienden la coyuntura. (O)