“Los neoyorquinos esperan que 2021 sea el año de las fiestas, las exposiciones, los conciertos y los shows”, dice el corresponsal de la DPA (pág. 14). Pero enseguida viene la acotación: podría ser que estas felices expectativas sean más que nada para los que residen allí, porque el turismo –uno de los objetivos cruciales del alcalde Bill de Blasio– no va a llegar tan rápido como se espera. Lo que suceda en la Gran Manzana está en la mira de todas las urbes del mundo, porque sin tener ninguna corona oficial, para muchos Nueva York es la capital del mundo.

Yo la viví en los años 70 y creo que en esa década sí hubo coronación. Uno lo sentía en el oxígeno. A pesar de bancarrotas fiscales, el peligro de sus calles embadurnadas con grafitis y basureros inexistentes, huelgas del transporte público colapsado, algunos ni soñaban en trasladarse a lo que mi esposa y yo vivimos. Lo que uno sentía allí era algo mágico: una increíble fusión de culturas y de expresiones artísticas que literalmente explotaban desde las calles a los escenarios, incluyendo esos aires libertarios en los medios de comunicación donde se podía hablar de todo y para todos.

Cuando Frank Sinatra cantó “si puedes triunfar allí, puedes hacerlo en cualquier lugar” en su versión de New York, New York, todo el mundo lo creyó. Y la pandemia se ha vivido de una manera tan cruel y despiadada allí también. Pero esa brujería hipercosmopolita que posee la ciudad la echa para adelante siempre, a pesar de las catástrofes más inconcebibles, como la de septiembre 11. Que ese espíritu nos invada también en la nueva etapa ecuatoriana que recién comenzamos. (O)