Ella se hace fría y se hace eterna
Un suspiro en la tormenta
A la que tantas veces le cambió la voz
Gente que va y que viene y siempre es ella
Que me miente y me lo niega
Que me olvida y me recuerda
Pero, si mi boca se equivoca
Y al llamarla nombro a otra
A veces siente compasión por este loco, ciego y loco corazón
Sea lo que quiera dios que sea
Mi delito es la torpeza de ignorar
Que hay quien no tiene corazón
Y va quemando, va quemándome y me quema
¿Y si fuera ella?
Llama la atención esa última pregunta. Esto nos lleva a pensar que no está dedicada a una persona en concreto, sino que representa una idea, a un concepto que se tiene sobre el amor.
Esto se puede vincular, desde el psicoanálisis, con dos ideas importantes. La primera, freudiana, tiene que ver con el hecho de que nos encontramos con personas que ya residen en nuestro inconsciente. En este momento voy a citar a Freud, quien dijo: “No elegimos al azar; nos encontramos con aquellos que existen ya en nuestro inconsciente”.
Esta idea es interesante y se vincula a la otra idea que quiero trabajar, que tiene que ver con que el amor tiene una condición de repetición. Repetimos cuando amamos. Y en función de aquello elegimos en otros a la misma persona.
Cierro este análisis mencionando que, desde lo psicológico, este tipo de letras son una exaltación al amor, pero también nos advierten de la importancia de no perdernos en el cumplimiento al pie de la letra de lo idealizado. De lo contrario, esto puede convertir a las experiencias amorosas en verdaderas catástrofes afectivas y sentimentales. El ideal está hecho para inspirar, no para obstaculizar.