La conducta humana, en cuanto a firmeza, se expresa en un rango que se extiende desde la pasividad profunda hasta la agresividad extrema. Nuestro comportamiento, en cada una de las interacciones con nuestro entorno, se ubica en algún punto de este espectro.

No siempre nuestra actuación nos deja satisfechos. A veces pensamos que fuimos muy dominantes o abusivos con nuestro interlocutor y obtuvimos ventajas injustas o impusimos nuestra opinión debido a la fuerza con que manejamos el tema.

Por el contrario, podemos también concluir que, en determinada situación, debimos haber defendido más eficientemente nuestro punto de vista y así impedir que nos hicieran sentir humillados. Los dos extremos son disfuncionales, complican el problema en vez de resolverlo.

La posición ideal es la del centro, sin agresividad ni pasividad, poder exponer una opinión o un juicio de una manera clara, calmada, firme y honesta, siendo respetuosos en todo momento de los sentimientos y derechos de la persona aludida de tal manera que no se sienta ofendida.

Es lo que se denomina asertividad, la capacidad de dirigir un mensaje, que refleja nuestra manera de sentir, de tal forma que la persona que lo recibe no se sienta agredida y más bien pueda contribuir a la solución del tema.

Ser asertivo también significa hacerse respetar y hacer respetar los límites, preferiblemente de una manera delicada, considerada. Ayuda mucho no poner todo el peso del problema en el otro, y preferiblemente hablar en primera persona. Por ejemplo, en vez de decir: “Tu falta de puntualidad me irrita mucho”, podemos decir: “Me siento frustrado cuando estoy listo a la hora convenida y la otra persona se atrasa sin justificación”.

En el primer caso lo estaríamos culpando y él se pondría a la defensiva; en el segundo estaríamos compartiendo con esta persona un sentimiento que busca su comprensión.

La asertividad permite mejorar la comunicación, ya que facilita compartir pensamientos y sentimientos sin temor a una reacción desagradable (por la forma considerada en que se procede). Así mismo ayuda a resolver desacuerdos o encontrar soluciones a situaciones que estén bloqueando el flujo de la relación con amigos. Actuar de esta manera también estimula nuestra autoconfianza y la capacidad para sentirnos a la altura de lo que la vida nos ponga por delante. (O)