“La luz de Grecia abrió mis ojos, penetró mis poros, expandió todo mi ser”, así es como Henry Miller reflexiona sobre su vivencia en esa nación por casi un año. Es una visión que la recoge en su fascinante libro El coloso de Marusi (trad. Carlos Manzano, edit. Edhasa, Barcelona, 252 pp.), una obra indispensable para quienes deseen adentrarse en el alma de una región y de un pueblo que es, quiérase o no, la piedra angular de nuestra cultura.

Miller es muy conocido por sus novelas Trópico de capricornio y Trópico de cáncer, pero poco se conoce de esta hermosa obra, una mezcla de autobiografía, diario de un viaje, reflexiones introspectivas y descubrimiento oníricos. En un reciente artículo de María Belmonte —la escritora española de la cual hemos comentado dos libros en esta columna— y que fuera publicado en Vanguardia, ella incluye este libro de Miller entre aquellos que podrían constituir una suerte de guía para explorar y comprender el paisaje espiritual de esta nación.

En su libro, Miller describe el viaje que emprendió desde París, su segunda casa durante décadas, hasta la isla de Corfú para visitar a su amigo Lawrence Durrell, otro reconocido escritor, autor de libros y novelas que se desarrollan en el Mediterráneo. El libro narra las vivencias de Miller por casi un año recorriendo varias regiones de Grecia, en diálogo constante no solo con intelectuales que fue encontrando en el camino, sino también con el enorme legado que nos dejó la Antigua Grecia.

El nombre de la obra hace relación a un escritor griego con el que Miller entabló una profunda admiración —George Katsimbalis—, que a su juicio constituía un verdadero coloso avenido en la zona de Marusi de Atenas. “El goce de la vida llega con la paz, que no es estática, sino dinámica. Ningún hombre puede decir en verdad que sabe lo que es gozo hasta que no ha experimentado la paz; y sin gozo no hay vida, aún cuando tengas docenas de coches…”.

El libro puede ser ordenado a las librerías de España o a su casa editorial. (O)