El Día de la Tierra se celebra cada 22 de abril, a partir de 1970. Su creación fue promovida por un senador norteamericano, Gaylord Nelson, para crear conciencia sobre los problemas de contaminación, sobrepoblación, cambio climático, preocupaciones ambientales que, cincuenta años atrás, podrían haber sonado a ciencia ficción. También existe el Día Mundial de la Naturaleza, adoptado por la ONU cada 3 de marzo desde 2013. Hay el Día Equinoccial de la Tierra, alrededor del 20 de marzo, y el 5 de junio es el Día Mundial del Medioambiente.

Todo esto en papeles, muchas fechas, conmemoraciones, reuniones internacionales, congresos. Y a pesar de tanto nombre y oficialidad, el cambio climático nos alcanzó, y ni siquiera sabemos si estamos a tiempo de revertirlo. Calores extremos, mares más ácidos, inundaciones, el plástico infinito, crímenes contra la biodiversidad, injusticia social. Ha transcurrido medio siglo desde ese primer Día de la Tierra, y la temperatura promedio del planeta aumentó casi un grado centígrado. Las sociedades humanas, en su mayoría, permanecen impávidas. Sin embargo, existen organizaciones e individuos que aún se aferran a la vida y aportan con trabajo real y activo.

En Punta Carnero pude ser testigo de la siembra de ciento cincuenta plántulas de mangle para celebrar el Día de la Tierra. Su estuario, conocido oficialmente como Río Salado y catalogado como humedal de importancia internacional, sufre varios ultrajes: es vertedero de aguas contaminadas, se ha intentado rellenar e invadir, se ha talado su manglar, se ha dragado para la extracción de sal, se usa como depósito de basura. A pesar de todo, persiste hermoso y bullente en vida, habitado de garzas, espátulas rosadas, zarapitos, y decenas de otras especies.

El programa REM, del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica, coordinó, el sábado 22 de abril, un evento de reforestación, con la ayuda de personal de las áreas protegidas de la provincia de Santa Elena, como la Reserva de Producción Faunística Puntilla de Santa Elena y la reserva marina El Pelado. También asistieron estudiantes de la Universidad de Santa Elena y personal del laboratorio de larvas San Lab.

El programa REM, me explica Javier Carchi, extensionista forestal del mismo, se creó para mitigar los efectos del cambio climático. REM impulsa, entre otras cosas, acciones de restauración de ecosistemas forestales de zonas degradadas, con el involucramiento local, con consideraciones de conectividad ecológica, recuperación de funciones ecosistémicas y de beneficio a las personas. Qué mejor manera de actuar el Día de la Tierra que restaurando una de las mayores áreas degradadas del país que es la del manglar.

La marea estaba muy baja, nuestras botas de caucho se hundían en el lodo, mientras caminábamos metros adentro, bajo un sol recalcitrante. Javier me mostró la primera franja que él mismo sembrara durante una campaña de reforestación en 2008. Hoy se ha convertido en un parche de hermosos mangles rojos de hasta cinco metros de altura, hogar de aves, crustáceos, y captador gigante de dióxido de carbono.

Porque el manglar tiene la capacidad de almacenar más carbono que muchos bosques tropicales. Una hectárea de manglar puede retener hasta 1.000 toneladas de carbono.

Agradezco a REM y a todos los involucrados por el regalo que le dieron a la Tierra el 22 de abril. Ya no se trata de hablar, que lo hemos hecho por décadas, hay que actuar. Gracias a nombre de los seres que habitan y conforman el estero de Punta Carnero.