En 2016 se conmemoró el centenario del natalicio de la escritora mexicana Elena Garro y, con ocasión de esa festividad, se reeditaron algunas de sus obras. Una editorial española reeditó su libro Reencuentro de personajes, y en la portada le adhirió un cintillo que decía: “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”.

Las protestas de colectivos feministas no se hicieron esperar y la editorial tuvo que retirar aquel cintillo y ofrecer disculpas. No mentía el cintillo: lo que decía era cierto. El problema radicaba en la visión patriarcal y reduccionista que ofrecía sobre Elena Garro.

Mostraba a la autora en función de los hombres que estuvieron en su vida y no por su voz, por su pensamiento, por su obra literaria, que es abundante, polifacética y pionera.

Bailarina en su juventud, dramaturga, novelista y junto con Juan Rulfo precursora del realismo mágico, Elena Garro nació en Puebla en 1916 y murió en Cuernavaca, en 1998.

Tuvo la mala fortuna de encontrarse en su juventud con Octavio Paz, con quien contrajo matrimonio y procreó una hija. Según se dice, el poeta y diplomático le prohibió dedicarse a la tarea artística y la obligó a cumplir únicamente su abnegado rol de esposa y madre. Cuando sobrevino el divorcio, Garro retomó su vocación, pero su carrera estaría, en adelante, llena de obstáculos, por su constante mala relación y disputas con Octavio Paz, quien se había convertido ya en una celebridad literaria y luego en nobel de literatura; por su enemistad con los intelectuales de izquierda, debido a sus declaraciones y a su posición sobre la matanza de Tlatelolco en octubre del 68; por el autoexilio del que fue protagonista, por la pobreza, por la enfermedad, etcétera.

En años recientes se ha comenzado a reivindicar la figura de Elena Garro y a sacarla del ostracismo en que estuvo por años en su país natal. Su novela más señera es Los recuerdos del porvenir, una obra precursora del realismo mágico, género que luego abanderaría el nobel colombiano Gabriel García Márquez.

Garro publicó su libro en 1963 y con este obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. Lo escribió diez años antes, en la década de los 50. Quizá antes de que Juan Rulfo diera a conocer Pedro Páramo, en 1955. Ella detestaba el concepto de realismo mágico, porque decía que este en realidad no es más que la cosmovisión de los pueblos originarios, un mundo que ella conoció bien en su infancia y que supo plasmar en sus obras.

Leímos Los recuerdos del porvenir en el Club de Lectura de Samanes, que se reúne el último sábado de cada mes. Es increíble ver que las mariposas amarillas que son tan características de Mauricio Babilonia en Cien años de soledad ya estaban presentes en Los recuerdos del porvenir.

El narrador de la novela de Garro es Ixtepec, un pueblo remoto de México, cuyos habitantes están como suspendidos en el tiempo, congelados o convertidos en piedra, como le sucedió a Isabel, quien traiciona a su familia. En esta pieza literaria vemos una galería de personajes femeninos y masculinos, de diversas edades y procedencias sociales, que representan el poder, la ambición o la marginalidad social, en medio de la Revolución mexicana y la guerra cristera. Quizá uno de los personajes más entrañables es Juan Cariño, alias Señor Presidente, un loco que se dedica a atrapar y a preservar las palabras. La de Garro es una obra poética, hermosa y resuelta con una cautivante maestría. Si todavía no leyeron a Elena Garro, los invito a leerla. (O)