¿Quién iba a imaginarse que el descubrimiento del ácido prúsico por parte de C. W. Scheele en 1782 iba a convertirse siglos más tarde en una substancia que manufacturada a gran escala sería uno de los venenos más efectivos de la historia, incluyendo entre sus usuarios a los jerarcas nazis?
Scheele, curiosamente, era un alquimista que buscaba el elixir de la vida mediante crueles tratamientos a animales. Su descubrimiento permitió el desarrollo de los pesticidas y también del cianuro de hidrógeno por parte de F. Haber, premio Nobel, cuya esposa termina suicidándose de un disparo en el jardín de su casa durante una fiesta al no poder soportar el hecho de que la creación de su esposo estaba matando a miles de soldados y civiles.
K. Schwarzchild, un astrónomo y matemático que envió una carta a Einstein en diciembre de 1915 en la que resolvía la primera solución exacta a las ecuaciones de su teoría general de la relatividad. La carta fue enviada mientras su autor yacía moribundo en un hospital durante la Primera Guerra Mundial. A él le aterrorizaba que la física no pudiera explicar el movimiento de las estrellas o hallar un orden en el universo; las singularidades (los agujeros negros) lo obsesionaron. A él se suman la carrera de los fundadores de la física cuántica –E. Schrödinger, Heisenberg, Bohr y el genial Broglie– y su tensa relación con un escéptico Einstein (“¡Dios no juega a los dados con el universo!”).
Escrito por Benjamín Labatut, Un verdor terrible (Anagrama. Barcelona. 3.ª ed. 2020) es un libro de difícil clasificación y extremadamente seductor. Descubrimientos que son fruto del azar, o al menos parecen serlo, dramas humanos que se encadenan, locuras que estallan, genialidades olvidadas y una incesante búsqueda de lo desconocido. Un análisis de las consecuencias éticas de la ciencia y las conexiones entre la demencia, el descubrimiento y la destrucción. “Es como si la teoría hubiese caído a la Tierra al igual que un monolito proveniente del espacio y nosotros sencillamente gateamos a su alrededor como simios, jugando con ella, lanzándole palos y piedras, sin ninguna comprensión verdadera”.
Un encuentro increíble entre la literatura, la historia y la ciencia. La obra ha sido traducida este año al inglés y ya el New York Times lo pone en la lista de los diez mejores libros del año. El libro puede ordenarse a la casa editorial. (O)