Tengo una vieja afición por la cerveza. Esta fue la primera bebida con alcohol que tomé en la vida, y como seguramente les sucedió a muchos, no fue amor a primera vista. Tenía unos ocho años cuando le robé un trago al vaso de mi papá: esa primera experiencia fue terrible, sentí una cosa amarga en la boca que no pude tragar y dije que nunca tomaría de ese líquido amarillo. Pero no pasaron muchos años hasta encontrarme sentado en una mesa del Manantial (Víctor Emilio Estrada y Las Monjas, Urdesa) junto con mis amigos del colegio, disfrutando de una pescuezuda botella de Pilsener.

Esa botella de color café con su pico alargado que tanto identifica a los ecuatorianos contiene una cerveza tipo Pilsen. Es de las elaboradas en fermentación baja; su color es dorado claro traslúcido. Son las llamadas “rubias” que vienen de la familia de las tipo Lager, suaves y muy refrescantes. Es el estilo de cerveza más consumido en el mundo y se originó en República Checa hace 180 años.

Algunos urdesinos, viejos amigos cerveceros del barrio en el que crecí, me habían hablado hace meses de Golden Prague Pub (Víctor Emilio Estrada y Circunvalación norte), pero por una cosa u otra siempre pospuse mi visita. Finalmente llegué. El salón es un espacio que combina texturas industriales (cemento y acero) con el uso de madera. Aunque tiene una barra en el fondo del local y de sus paredes guindan algunas fotografías que hacen alusión a la cerveza, más parece un restaurante que un bar.

Me atendió Ana, una mesera que demostró estar muy bien preparada no solo en servicio, sino que además pudo contestar con paciencia y conocimiento cada pregunta que le formulé sobre los diferentes tipos de cerveza que elaboran. Conocía el origen del estilo Pilsen y, por supuesto, me habló de Tomas Fencl, el maestro cervecero que se vino de Praga, capital de la República Checa, para fundar este pub.

Siguiendo la sugerencia de la casa, pedí la degustación Golden ($ 4,90), lo que me dio derecho a seleccionar 120 mililitros de 4 cervezas distintas del menú. Esta fue una excelente opción, porque la idea era probar de todas un poco. Empecé con la original Pilsen, fue justo lo que necesitaba para refrescar y preparar el paladar. Luego otra ligera pero superaromática, la American Pale Ale, que me abrió el apetito y me dejó la boca salivando, justo para la llegada de la comida.

Lo primero en llegar fue una klobasa, que es una salchicha tradicional checa ahumada ($ 5); la sirvieron con pan de masa madre, pepinillos encurtidos, chucrut y mostaza. Fue una muy buena compañía para mi tercera cerveza, una potente Black IPA, más espesa que las anteriores, persistente y largo posgusto, lo que la mantuvo muy presente entre cada trago y bocado.

Al final, medio codillo de cerdo al horno ($ 18,90). Fue un espectáculo. Viene con toda la gracia necesaria para llevarse los aplausos: crocante, especiado, jugoso y abundante. Lo maridé con la última cerveza, la Blackberry Porter, una negra de 7,7 grados de alcohol que tiene un fondo de sabor a frutos rojos envuelto en una delicada malta tostada. Una delicia. (O)