Cuando pensamos en meditación nos imaginamos a una persona que está sentada, quieta y con la mente en blanco. Mientras lo primero puede ser cierto, lo segundo no. La mente no está congelada, sino que la persona ha decidido concentrarse en un punto que para ella es vital, disfrutable y necesario.

Muchas personas ven la meditación como una herramienta de bienestar y relajación o hasta de descanso. Pero meditar es, además, un ejercicio, una especie de entrenamiento muy efectivo para el cerebro.

Quien medita ingresa en un estado intermedio entre orden y caos, algo que los investigadores llaman "un punto crítico", en el que la mente se concentra en algo, no lo usual, no lo rígido, sino que se permite mantenerse flexible. Es algo que no se consigue durante un simple descanso.

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Esta es la explicación que da el científico alemán Stefan Dürschmid, del Instituto Leibniz de Neurobiología en Magdeburgo, Alemania.

"Es una especie de diálogo entre mente, cuerpo y entorno", describe el investigador Matthias Deliano, colega de Dürschmid.

Dürschmid añade: "Meditar ayuda a encontrar cierta movilidad espiritual".

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Los primeros ejercicios implican respirar a conciencia, concentrarse solo en eso y tratar de que los pensamientos que surgen y que tratan de llamar la atención pasen de largo.

Muchas personas pueden desanimarse al ver esto como un ejercicio que requiere demasiado autocontrol, pero para Dürschmid es "una técnica sencilla que modifica la dinámica del cerebro".

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Meditar ayuda a encontrar cierta movilidad espiritual.

Él y Deliano analizaron para su estudio las actividades del cerebro de varias personas durante una meditación de atención plena. Como resultado, dicen, encontraron que "determinadas enfermedades están marcadas por patrones de costumbre de los que es difícil salir, como por ejemplo la depresión o los trastornos por déficit de atención con hiperactividad (TDAH)", indicó Deliano.

"Por eso es prometedor investigar hasta qué punto la meditación ayuda a volver más flexibles los procesos del cerebro, fortalecer la concentración e influir positivamente en estados de enfermedad", explicó.

Meditar es un camino de voluntad y acción

¿Cómo aprender a meditar, si parece a veces algo sofisticado y lejano para las mentes hiperactivas? La meditación es un camino para entrar, conscientemente, a un espacio interior de quietud y silencio, explica la terapeuta holística Verónica de Ycaza.

El método implica aprender a dirigir la atención directamente al punto donde se debe fijar el pensamiento. "No es algo pasivo, es un proceso voluntario y activo, que lleva a integrar armónicamente cuerpo, mente y experiencia", dice, reflejando las palabras del neurobiólogo Deliano.

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Existen variadas técnicas meditativas, cada una con su propio origen y desarrollo. "En esencia, yo hablaría de dos senderos: meditación pasiva y meditación creativa".

La meditación pasiva, como la describe la terapeuta, promueve la tranquilidad y la receptividad. La persona sube de nivel vibratorio, se carga de energía. Se experimentan estados de felicidad, alegría, expansión de consciencia o profunda espiritualidad.

Meditar no es algo pasivo, es un proceso voluntario y activo, que lleva a integrar armónicamente cuerpo, mente y experiencia.

La meditación creativa, por su parte, explora todo lo que vive en nosotros, despersonalizándose de aquello que surge, y desarrolla una perspectiva de la vida que da armonía al cuerpo y al alma.

Se pueden combinar muy bien estas dos prácticas, afirma De Ycaza, pues meditar es un modo de aprender sobre nosotros mismos y conlleva una sanación integral.

Por cierto, también existe la llamada meditación dinámica, este es un método mucho más intenso y algo caótico, desarrollado por el gurú indio Osho, en el que está involucrada la actividad física. Osho creía que el movimiento era necesario en el mundo moderno, ya que la gente encuentra difícil sentarse y ponerse a meditar. "Nunca le digo a la gente que empiece sentándose. Pero con una danza, pueden empezar a encontrar ese espacio silencioso en su interior". Sus métodos, por tanto, alternan la actividad y la pasividad. Con el tiempo, estas prácticas fueron acompañadas de música.

Meditar cotidianamente, al menos 20 minutos, cambia para bien la manera de vivir. "La persona manifestará, gradualmente, el poder de la mente sobre la materia. Se irá liberando de traumas, represiones y conceptos autoimpuestos". En el camino, observa De Ycaza, "iremos creciendo en amor y libertad, pues meditando nos conectamos a nuestra naturaleza esencial, que es espiritual".

Esta disciplina se puede enseñar a los niños, empezando por poner la atención en la respiración, y relajarse. De allí, permanecer unos pocos minutos en quietud y silencio. "Es todo. Renueva la energía y da paz", dice De Ycaza, quien cree firmemente que "si enseñáramos meditación a cada niño de 8 años, eliminaríamos la violencia en solo una generación". (F)