Apoyar e invertir en la lactancia resulta en un planeta más saludable, salvar vidas infantiles y mejorar la salud, el desarrollo social y económico de individuos y sus naciones. Esa es la premisa de este año para la Semana Mundial de la Lactancia.

La pandemia de COVID-19 ha llevado a las organizaciones de salud en todo el mundo a abogar por la lactancia como un asunto de salud pública y de prevención de infecciones y enfermedades en la población global.

La lactancia contribuye a la salud y bienestar de mujeres y recién nacidos a corto y largo plazo, dice el profesor Anwar Nassar, presidente del Comité de Salud Materna y Recién Nacido de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia, y da algunas razones.

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La mujer tiene menos probabilidades de tener menos sangrado posparto, así como depresión; al retrasarse las menstruaciones también hay menor ocasión para la anemia y se produce un efecto de contracepción natural. En cuanto a las ventajas a largo plazo, se reduce el riesgo de cáncer de ovario y de mama, endometriosis, diabetes e hipertensión, además de que pueden perder más pronto el peso que hayan podido ganar durante el embarazo, evitando la obesidad.

El bebé gana mayor protección en el tracto gastrointestinal (menos episodios de diarrea y estreñimiento, reflujo, gastroenteritis) y también, en el caso de los prematuros, menos enterocolitis necrosante (inflamación y destrucción de partes del intestino). Estos pequeños también tienen menos chance de infecciones respiratorias (gripe, neumonía, tos ferina). El riesgo de infecciones de oído y del ojo es menor, así que al crecer, su audición y visión serán mejores.

Las nuevas recomendaciones son no separar, sino amamantar al bebé, tomando precauciones, sea que la madre esté asintomática o con síntomas leves o extremos.

Hay también menos reportes de meningitis bacteriana y hasta seis veces menos hospitalizaciones. Nassar traslada esto a la adultez como organismos más resistentes, menos proclives a la obesidad y a la diabetes, asma, eczema y ciertos tipos de cáncer (linfoma y leucemia).

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A partir de la pandemia de COVID-19, la principal preocupación ha sido la transmisión del virus de la madre al bebé. Las recomendaciones de algunas sociedades médicas han sido separar al niño por catorce días, hasta que la madre se recupere. Nassar dice que esto tiene consecuencias a corto y largo plazo para el bebé, todas negativas.

Las nuevas recomendaciones son no separar, sino amamantar al bebé, tomando precauciones, sea que la madre esté asintomática o con síntomas leves o extremos”. Los bebés, en su mayoría, habrán nacido negativos para COVID-19, incluso si su madre tiene la enfermedad. ¿Cuáles son las medidas?

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Ante todo, consultar con la madre. Ella podría no sentirse confiada de tocar al bebé, y puede elegir extraer la leche y encargar la alimentación a alguien que no sea portador del virus. También puede estar demasiado enferma para sostener al bebé. En ese caso, alguien debe ayudarla a hacer la extracción y alimentar al niño.

Si la madre está en capacidad y quiere amamantar al bebé, Nassar anima a que lo haga, siempre que recurra al lavado de manos por 20 segundos antes de tocar al bebé, usar una mascarilla apropiada (no de tela). Alguien debe permanecer cerca por si ella necesita ayuda, tose o necesita lavarse nuevamente las manos por alguna razón.

Las madres contagiadas, aunque sean asintomáticas, pueden contagiar a sus bebés. Nassar enfatiza en seguir las medidas de seguridad, incluso si la enfermedad no ha sido confirmada con una prueba, sino que se sospecha por haber estado expuesta a casos positivos.

Hacerse la prueba de COVID-19 y dar de lactar

Son muy raras las ocasiones en las que no se recomienda amamantar, y las tiene que decidir cada médico caso por caso, indica el doctor Santiago Córdova, jefe de Ginecología del Hospital Metropolitano y presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Ginecología y Obstetricia.

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Hasta mayo de este año, la certeza era que no había transmisión vertical, que el virus no atravesaba la placenta, y que la embarazada enferma de COVID-19 podía dar a luz un bebé sano. Pero en mayo aparecieron artículos en los que se afirmaba que se había localizado el coronavirus en la placenta, así que la posibilidad no está descartada. “Hay que hacerse la prueba”, enfatiza el doctor Córdova. “A toda embarazada que llega a la semana 37, el ginecólogo debe pedirle un test de PCR”.

Si la mujer da positivo, ¿podrá dar de lactar? Sí, opina el médico, no hay mejor vínculo ni alimento que la leche materna, cuidando de las condiciones adecuadas para que suceda. “El Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos ha demostrado que separar a la mamá del recién nacido causa excesivo estrés en ambos. Hay que mantenerlos juntos (mascarilla de por medio) aunque ella pueda estar enferma”.

A toda embarazada que llega a la semana 37, el ginecólogo debe pedirle un test de PCR.

En el pequeño número de bebés que han dado positivo a pruebas realizadas poco después de nacer, no se ha detectado el virus en el líquido amniótico ni en la leche materna, solamente en la placenta. “Así que no hay razón para prohibir la lactancia materna”.

El doctor Córdova también menciona que según publicaciones de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades, los beneficios de la lactancia directa o indirecta superan a los riesgos de infección.

¿Cómo almacenar la leche materna en el caso de que la mamá se decida por la alimentación indirecta? Al ambiente (máximo 25 °C), hasta seis horas. En refrigeración (4 °C), hasta cinco días. Y en congelación (-18 °C) hasta seis meses. No se debe recongelar. Finalmente, se recomienda amamantar fuera de la cama de la mamá, para que el bebé tenga el menor contacto posible con superficies potencialmente contaminadas. (I)