El historiador José Antonio Gómez Iturralde era un hombre que amaba a Guayaquil y que trabajaba por esta ciudad y por su historia. Los libros que escribió y publicó y las causas que lideró son un testimonio de ello. Era un hombre de espíritu siempre joven, pese a sus 90 y tantos años. Dinámico y con buen sentido del humor. Pertenecía a una élite ilustrada.
Lo conocí a finales de la década de los 90, cuando él dirigía la Fundación Miguel Aspiazu Carbo, que tenía a su cargo el Archivo Histórico del Guayas. En aquella época yo trabajaba en El Telégrafo, diario en el cual el Archivo Histórico del Guayas comenzó a publicar una página semanal, con temática histórica, que me correspondió coordinar y editar. Por ese motivo, tuve un trato directo y permanente con él y sus colaboradores, como el historiador Willington Paredes, por ejemplo.
Durante ese lapso pude ver de cerca su trabajo y su liderazgo. Creo que fue una buena época para el Archivo Histórico del Guayas. Don José Antonio priorizó la investigación sobre Guayaquil y sobre lo montuvio, las publicaciones de libros y la capacitación docente. Los profesores de la provincia cimentaron o renovaron sus conocimientos sobre historia gracias a los seminarios constantes que se impartían en la institución. Otra de sus preocupaciones fue el proceso fundacional de la ciudad.