Han pasado más de dos meses desde el inicio de la cuarentena y la pandemia ya está mostrando sus consecuencias. Ante esta realidad, tenemos dos opciones: o nos amargamos, o nos transformamos.
El rostro de la amargura tiene algunos matices evidentes: desde los fatalistas que no ven alguna salida positiva de esta situación, pasando por los que propagan información alarmante sin ningún filtro, hasta los ilusos que hacen caso omiso a las instrucciones de precaución, poniendo en riesgo a los demás y a sí mismos. Estas actitudes, fruto de la desesperanza, no suelen ser de mucho impulso para salir de una crisis.