Han pasado más de dos meses desde el inicio de la cuarentena y la pandemia ya está mostrando sus consecuencias. Ante esta realidad, tenemos dos opciones: o nos amargamos, o nos transformamos.
El rostro de la amargura tiene algunos matices evidentes: desde los fatalistas que no ven alguna salida positiva de esta situación, pasando por los que propagan información alarmante sin ningún filtro, hasta los ilusos que hacen caso omiso a las instrucciones de precaución, poniendo en riesgo a los demás y a sí mismos. Estas actitudes, fruto de la desesperanza, no suelen ser de mucho impulso para salir de una crisis.

El optimismo compara los recursos disponibles con la situación deseada y ayuda a plasmar un camino de retos, pasos, hitos y mínimos viables. Pero recalco que la persona optimista no está libre de mostrarse frágil".

No obstante, tenemos la opción de transformarnos. Para conseguirlo, hay una actitud fundamental que genera movimiento y sostiene cualquier emprendimiento: el optimismo. Es la competencia básica de todo líder emprendedor, que no contempla la ‘nueva normalidad’ de forma ilusoria, sino que busca, objetivamente, opciones para mejorar la situación actual. El optimismo compara los recursos disponibles con la situación deseada y ayuda a plasmar un camino de retos, pasos, hitos y mínimos viables. Pero recalco que la persona optimista no está libre de mostrarse frágil, pues entiende que su vulnerabilidad no lo hace incompetente. Al contrario, sus limitaciones son oportunidades para apalancarse en otras personas, adquiriendo las capacidades que no poseía, y en el camino involucrar a más aliados de su proyecto.

Siga estas sugerencias:
-Limite su exposición a noticias si eso afecta su estado anímico.
-Busque conversar con alguien que le ayude a ver con serenidad sus opciones, en caso de que se sienta frágil.
-Use su tiempo en desarrollar alguna habilidad. Hay infinidad de cursos web, incluso gratuitos, que pueden prepararlo para volverse más competente en el futuro.
-Busque ayudar a los demás. Y no solo económicamente; contacte a quien está solo, esté sufriendo o necesite ser escuchado.
-Invierta tiempo en actividades novedosas con su familia y aprecie el tiempo adicional que pueda pasar con ellos.
-Ore y profundice su vida espiritual en el encuentro personal con Dios.
Del optimismo nacen tanto la proactividad –una competencia crucial en estos tiempos- como la esperanza, una virtud fundamental en nuestra vida. La persona proactiva convierte en acciones sus sueños y la esperanza, sostenida desde la relación con Dios, ayuda a contemplar un futuro posible. Si es así, ¿por qué no ser optimistas desde hoy? (O)