Así como en las labores del hogar los padres de las nuevas generaciones han sido capaces de desafiar varios mitos machistas y hoy son muchos los que cuidan a los niños y comparten tareas domésticas antes exclusivas de la mujer, en lo emocional el cambio ha sido limitado.

Parece que la creencia de que ser machos es no manifestar lo que sienten, todavía tiene más peso que lo que dicen los sabios sobre la importancia de validar los sentimientos para gozar de una buena inteligencia emocional. Como la cultura machista ha insistido en que los hombres son más viriles si son insensibles, se les anima a usar la fuerza y valorar el intelecto, pero a devaluar las emociones y sentimientos. Lo grave es que se acostumbraron a racionalizarlos para no sentirlos.

Aun cuando hoy muchos hombres ya pueden expresar ciertas emociones que les estaban vetadas (como la ternura o el afecto), otras tan fundamentales como la tristeza todavía se les prohíben, con argumentos tan absurdos como “los hombres no lloran”.

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La forma de impedir que ellos expresen el dolor con lágrimas es que no lo sientan ni lo validen, es decir, que se desconecten de sus emociones. Así muchos hombres van a tumbos por la vida en lo que se refiere a asuntos sentimentales, tratando de descifrar con la cabeza lo que dice su corazón. Me pregunto si no es por eso que la vida afectiva de muchos hombres es tan inestable y que haya tantos que no sepan a quién quieren ni qué quieren.

No es fácil para los hombres cambiar algo tan arraigado como el veto impuesto por el machismo a expresar aquellas emociones que evidencien su vulnerabilidad. Un primer paso puede ser redefinir el concepto de macho como aquel hombre que tiene la valentía de expresar lo que siente a pesar de lo que digan los demás. Es fundamental permitirles a los hijos varones que lloren sin calificarlos de ‘nenas’, para que así dejen de creer que son más machos si son más insensibles.

Los sentimientos son nada menos que lo que nos vincula con nuestros semejantes, y por ello, al validarlos en los hijos, enriquecemos su capacidad para establecer una unión más profunda y estable con sus seres queridos. Lo cierto es que aquellos que nos hacen más vulnerables, como el dolor o el amor, son precisamente los que nos hacen más compasivos y por ende más humanos.

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angelamarulanda20@gmail.com (O)