La angustia los invadía. Querían hacer más, pero no podían. Miraban sus relojes, se desesperaban y no comprendían por qué las ambulancias no llegaban rápido. Uno de los heridos estaba tirado en medio de la calzada, casi agonizante. Un niño que se quejaba y gritaba por el dolor permanecía a un costado de la vía. Otro de los heridos también esperaba ayuda a un lado de la carretera y encima del monte.