Luis fue uno de los últimos en llegar a la reunión de cumpleaños de Anthony que se realizó hace dos meses. Al saludarlo, sus amigos se fijaron en una tarjeta con un cordón celeste que colgaba de su cuello.

“Mi esposa me la dio”, dijo Luis sobre ese artículo que se ha popularizado entre la población por la “protección” que ofrece contra el SARS-CoV-2, según quienes lo venden.

“¿De veras que funciona eso?”, preguntaron varios amigos. Luis no dio una respuesta.

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Al igual que él, otros guayaquileños usan esos dispositivos que se comercializan en la zona de las distribuidoras farmacéuticas, en el centro de la urbe porteña; en tiendas de sectores populosos, en redes sociales, como Facebook, o páginas web destinadas a ventas.

“Es un dispositivo de última generación de protección personal que repele virus, bacterias y hongos. Este cordón libera una baja concentración de dióxido de cloro en el aire para eliminar gérmenes y virus en el aire circundante”, se lee en un anuncio de un portal electrónico de ventas, cuyo vendedor registra su ubicación en Azuay. Cada tarjeta, que tiene la leyenda “Virus Shut Out” (podría traducirse como aislante de virus), la vende en $ 5.

María, una oficinista de 40 años, también usa la tarjeta que se la entregaron en el trabajo. A ella no le convence su efectividad.

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“Le comento que sí tenemos compañeros que han presentado COVID-19 y supongo que debían estar usando la tarjeta de desinfección”, cuenta la mujer que también usa mascarilla y alcohol para desinfectarse las manos como medidas preventivas.

“En el trabajo nos dijeron que sí protege un metro, los 360 grados, que la duración es de 60 días y que podíamos utilizarla todo el día, excepto a la hora de dormir”, detalla María.

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Según los vendedores, estos artículos provienen de Japón y su comercialización también es notoria en otros países de América.

En México, el portal noticioso Animal Político dedicó una publicación sobre este tema, en la que se detallaron los potenciales riesgos.

“El doctor Carlos Alberto Pantoja Meléndez, académico de la facultad de Medicina de la UNAM, dice que si esto fuera cierto el dióxido de cloro en forma de gas no solo eliminaría la capa lipídica de los virus, también afectaría las células que encuentre en su camino, como las que recubren los ojos o las que se encuentran en nuestro sistema respiratorio”, publicó el sitio de noticias en diciembre pasado.

Incluso, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) y la Oficina de Comercio Internacional de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de ese mismo país anunciaron en abril del año pasado una restricción para el ingreso de este tipo de producto, conocido como Virus Shut Out.

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“No se ha evaluado la seguridad y eficacia de estos artículos contra los virus. Además, sus etiquetas –incluidas las instrucciones de uso– no se indican en inglés como lo exige la ley, y los materiales publicitarios en línea contienen declaraciones engañosas acerca de su seguridad y eficacia”, reza en una parte del comunicado de la EPA, organismo que también pidió a distribuidores como eBay y Walmart que detuvieran su venta.

En los anuncios que se difunden en redes sociales se asegura que este producto está autorizado por la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa). En los registros de artículos que cuentan con permisos de esta institución no consta el nombre con el que se promociona este producto, según una revisión de este Diario a la base de datos de permisos. También se solicitó información y una entrevista con el vocero de la Arcsa, pero no hubo respuesta.

El mito del dióxido de cloro y dos líquidos que, en cambio, sí suman en el combate contra la pandemia de COVID-19, según gremio

Posición de Arcsa frente a medicinas milagrosas

Semanas atrás, esta agencia publicó un comunicado para alertar a la ciudadanía sobre productos que se ofrecen en redes sociales como medicinas milagrosas, ante la creencia ciudadana de ingerir dosis de dióxido de cloro para combatir al nuevo coronavirus: “El clorito de sodio, en solución acuosa y cuando se administra en las condiciones indicadas, se transforma en ácido cloroso y se degrada a dióxido de cloro. Todas estas sustancias tienen una acción oxidante fuerte, y su consumo directo en esas condiciones puede producir dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, intoxicaciones, fallo renal y metahemoglobinemia”.

Esta institución insistió: “Este compuesto no ha sido aprobado por Arcsa para su uso y comercialización en el país con fines terapéuticos en seres humanos, ni por otras Agencias Reguladoras Internacionales reconocidas tales como FDA (Estados Unidos), EMA (Europa), entre otras, debido a que no existe evidencia científica que avale que el clorito de sodio sea eficaz en el tratamiento en las diferentes enfermedades promocionadas”.

La comercialización de estos productos en las calles de Guayaquil aumenta en medio de la crisis sanitaria que aún vive la urbe porteña y el país. A nivel nacional, el Ministerio de Salud Pública (MSP) contabiliza 295.114 casos confirmados de COVID-19, con corte al 9 de marzo pasado.

Falsa seguridad

A la química Anita Pástor, miembro del Colegio de Químicos del Ecuador, le preocupa que este tipo de productos generen una falsa sensación de seguridad frente a los potenciales riesgos de contagio.

“El dióxido de cloro sí es un desinfectante, sí va a desinfectar el ambiente, pero hay que tener en cuenta que muy probablemente las personas piensen que porque tienen puesta la tarjeta no necesitan lavarse las manos. Muy probablemente la tarjeta puede funcionar, porque emite un gas que desinfecta el aire que está alrededor, pero no sabemos en qué condiciones están las personas. Si están adentro de una oficina y no hay un flujo de aire, probablemente la desinfección sea mayor y más efectiva. Sin embargo, si están afuera, al aire libre, que tiene corrientes de viento, así como se disipa el virus, se disipa el gas en el ambiente”, explica.

Ante la falta de estudios suficientes, Pástor insiste en mantener las medidas de bioseguridad que sugiere la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre todo, el uso de una mascarilla adecuada y el lavado correcto de manos.

Días atrás, este Diario presentó una serie de artículos relacionados con la limpieza de superficies para reducir las probabilidades de contagio en sitios donde hay casos de COVID-19. Los especialistas consultados sugirieron el uso de sustancias que contienen cloro por su alta eficacia en tareas de desinfección, mas no en su uso terapéutico al ingerirlo, como muchas personas lo han hecho desde que se desencadenó la pandemia. (I)