¿Se puede escapar de toda una década de vida? En Wayward (Netflix), los jóvenes que están en la academia Tall Pines intentan huir; los que están fuera siguen sin sentirse libres y se evaden fumando y soñando con una vida diferente. Ninguno tiene mucha suerte.

Tall Pines, ubicada en los bosques de Vermont, Estados Unidos, se vende como una escuela terapéutica que recibe a los ‘casos difíciles’. Opera en conjunto con las escuelas y convence a los padres de que son lo mejor que le puede pasar ante ese hijo o hija con el que ya no saben qué hacer. Es una respuesta al “problema de la adolescencia”.

En medio de la acción, los directores hacen pausas para permitir que los jóvenes expliquen lo que sienten: han nacido en la década equivocada; todo el que ha superado los 25 años se ve tan lejano que bien podría tener 70; no entienden por qué los adultos viven enojados.

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Si tan solo pudieran hacer algo que les permitiera entenderse con sus padres… Incluso drogarse juntos estaría bien, concluyen Leila (Alyvia Alyn Lind) y Abbie (Sydney Topliffe), dos amigas que aunque no lo saben, están destinadas a enrolarse en Pine Talls, por vías distintas. Abbie es atada y despachada una noche, como castigo por hacer quedar mal a sus padres. Leila, que la ve como su única familia, va tras ella.

El actor y guionista Mae Martin es el creador y protagonista de esta serie de ocho episodios. Su personaje, Alex, es un hombre transgénero y oficial de policía que se muda desde Detroit al pueblo natal de su esposa, Laura (Sarah Gadon), exalumna de Tall Pines.

El primer día empieza con el caso de Riley, un chico fugado de la academia. Alex no puede creer que todo el mundo se tome con calma la noticia de que hay un menor desaparecido en el bosque.

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La aclimatación continúa con su encuentro con Evelyn Wade (Toni Collette), la directora de la academia. Según ella, Riley es un alumno agresivo y reincidente al que sus padres adoptivos temen, y hay que buscarlo como a un criminal peligroso.

Laura trata que Alex entienda y se adapte rápidamente al pueblo, y que evite obsesionarse con los acontecimientos extraños relacionados con la academia y con las dudosas terapias y disciplinas que se aplican allí, que pasan fácilmente al terreno del abuso. “Al principio odiaba ese lugar. Pero después de que mis padres me abandonaran ahí, salvó mi vida”, asegura ella.

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Sin embargo, eso era precisamente de lo que huía Riley, cuyo mensaje final le deja al policía muchas dudas sobre la normalidad de la escuela y de la comunidad entera, Laura incluida. Porque si Alex y el espectador ponen atención, la vida en Tall Pines parece una película creada con inteligencia artificial: aparentemente perfecta, con pequeños detalles que se salen de los bordes justo en los lugares donde no deberían.

¿Quiénes son los incontrolables de Wayward?

Abbie y luego Leila pasan a un ecosistema en el que Evelyn y sus asistentes tienen el control y los chicos se vigilan y se delatan para ascender en una precaria escalera social, y el premio es una experiencia llamada ‘el salto’.

También son los únicos menores de Tall Pines. Es decir, el pueblo, como descubre Alex después, no tiene niños ni adolescentes sino aquellos que han pasado por la academia. Los jóvenes que ve no son hijos de los lugareños, ni siquiera son adoptados, sino que se los conoce como los ‘graduados’. No llegan a una familia por afecto o afinidad siquiera, sino que han sido asignados para que los críen.

Primero son moldeados por la academia, luego son entregados a una pareja cuando hay la seguridad de que han desarrollado una actitud cooperativa y ya no causan problemas. Lo que todo padre que tiene un adolescente en casa quisiera, ¿no?

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La volátil segunda década de la vida es uno de los temas del momento en Netflix; lo hizo con Stranger Things (2016-actualidad) y con Adolescencia en 2025, que fue la primera serie de streaming en liderar los índices de audiencia semanales de Barb Audiences (Reino Unido).

En Wayward hay algo de las dos; la adolescencia contada como una etapa de misterio de la que nadie se salva, y que deja marcas hasta la vida adulta.

Está en Netflix, con una recomendación para mayores de 16 años, por lenguaje violento y escenas sexuales y de uso de sustancias. (E)