Este es el primer libro de Marcela Santos, quien es más conocida por su papel como educadora en educación inicial. Se decidió por el cuento, o más bien por trece de ellos, que componen Escribir sobre la luna, publicado este año por La Lora Editorial, un sello creado dentro de su familia. No es de extrañar, teniendo una hermana escritora, una hija ilustradora y una nuera que hace poesía.
Los cuentos fueron formados en el contexto de los talleres literarios. “Una escritura de primer impulso rara vez tiene un producto bien logrado. Alguien tiene que leerte”, dice Marcela, quien se considera una autora incipiente, aunque empezó con este título hace cinco años, mientras estaba atravesando un duelo. Los primeros cuentos fueron explosivos. Luego hubo mucha revisión, compartir y escuchar. “Hay que asumir la responsabilidad de escribir bien, porque quieres llegar a otros, que no sabes quiénes son”.
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El primer cuento, Escribir sobre la luna, surgió de una anécdota de adolescencia. “Nos pidieron hacer un poema a la luna, pero no saqué buena nota. Nunca olvidé ese hecho”, dice, recordando que asumió que tal vez no era su don. “Pero una noche tuve el impulso de hacer un cuento de alguien que escribe sobre la luna. Creo que hay muchos móviles para escribir. El espacio y el tiempo son superimportantes. En mi caso, eran las noches y las madrugadas”.
Más que noches y madrugadas fueron entre cinco y seis años revisando y corrigiendo, antes de presentarlos a su hermana Livina, quien hizo el trabajo editorial. “Yo creía que tenía algo que decir a otros, ya no solo a mi pequeño grupo de taller. Trabajamos juntas en eso, ella me hacía leer otros cuentos, me hacía preguntas, me hacía escuchar música”.
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Uno de los cuentos más intervenidos —y el favorito de esta periodista— es Estás floreciendo, una narración desde el punto de vista de un árbol que sabe que es amado por una criatura que envejece de manera distinta y que muy probablemente no vivirá tanto como él. “Lo presenté primero en el taller de (la poeta guayaquileña) Maritza Cino, luego en un taller con (la escritora chilena) Lina Meruane, Livina lo revisó y yo también, montones de veces. Todas esas intervenciones le dieron más fortaleza, aunque la historia siguió siendo la misma”, dice Marcela, quien está muy conectada a las plantas y a la siembra, tal como se ve en su casa y en su balcón.
Un sello familiar, La Lora Editora
Ante la necesidad de buscar la aprobación de una editorial, Marcela Santos tomó una decisión porque creía que ya había llegado el momento de publicar. “Maritza Cino, quien ha sido mi mentora, no solo en los libros, no solo en la escritura, me hizo pensar en esta posibilidad”.
Su grupo familiar se unió para formar La Lora Editora. “Quedamos muy contentas con el nombre, con ese pequeño logo y con la experiencia, y decidimos que queremos continuar”. Se refiere a su hija Paola Serrano, quien diseñó la portada, y a Livina Santos, quien hizo la edición.
Su idea inicial era enviarlo a una imprenta y esperar el resultado final. Pero se puso en contacto con la diagramadora María Mercedes Salgado, quien se encargó de la edición. Y la foto de la autora la tomó Luly Chiriboga, compañera del taller de escritura. “Ha sido un trabajo en equipo. Los cuentos son míos, pero todo lo que implica escribir un libro y publicarlo, es en compañía de otras personas”.
¿Continuará escribiendo Marcela? “No me atrevía a decirlo (llamarse escritora) hasta el lanzamiento, que fue el pasado 26 de agosto. Quiero seguir escribiendo y publicando”.
Este primer libro ha estado irremediablemente ligado al tema de la muerte. La primera página es una declaración de dónde viene Escribir sobre la luna. “Empieza con Marque, mi esposo difunto, y el último cuento tiene que ver otra vez con él. Estas historias muestran ese conflicto y esa complicidad entre la vida y la muerte, que en la pandemia vino a golpearnos a todos; estábamos pensando en la muerte o temiéndole, y yo no quería temer”, dice Marcela, quien en ese momento tenía poco tiempo de haber enviudado. “Quería reconciliarme con la muerte. Quizás aún no lo he logrado”.
En su niñez, Marcela Santos fue lectora, aunque piensa que no tanto como sus hermanos. Su vocación toda la vida ha sido ser maestra parvularia. “La mejor y quizás la única forma en que tú le promueves la lectura a un niño es que el acto de leer sea algo normal, cotidiano. No un lunes de lectura. Ojalá todos los días fueran el día de la lectura”.
Y aunque Escribir sobre la luna no es para ellos, sí dio pie a algo más. “Mientras hacíamos la lectura de mis cuentos, mi hermana me puso una tarea. Escribe un diálogo. Porque mi libro, en ese momento, no tenía diálogos. Y me salió un cuento para niños. Entonces no quise distraerme, pero ahora quiero trabajar en él”.
Este año se retiró de la educación. “Ahora tengo todo el tiempo del mundo, y escribo y tengo cuentos que se van macerando para cuando los edite, y eso me anima a publicar un segundo libro”. (E)