Probablemente cuando se hable de historias de terror se piense en Stephen King, Lovecraft o Edgar Allan Poe, máximos representantes de este género en la literatura universal. ¿Qué pasa si hacemos una retrospectiva en textos de Ecuador?
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De acuerdo con investigaciones realizadas por autores locales, Gaspar Blondín de Juan Montalvo se enmarca como el primer ejercicio sobre cuentos de terror en el país, en el que el autor hace un relato sobre vampiros. Luego se puede encontrar Cuentos extraños, de Juan Andrade Heymann.
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“En el 89 hay un grupo de escritores de Guayaquil que tienen en sus cuentarios ejercicios de escritura donde ya aparece el tema de terror asociado a lo femenino. Livina Santos tiene un cuento llamado Casa nueva, que es la historia de una mujer que se separa de su pareja, y como parte de las desgracias de la separación hay una rata que se devora parte de su bebé”, cita la escritora Solange Rodríguez.
Aunque Ecuador no tenga una tradición fuerte en este género, sí ha habido autores que han hecho incursiones en el miedo, el horror, lo inquietante y el terror. Rodríguez menciona a algunos de ellos como Gabriela Alemán, con su libro de cuentos Maldito corazón; Jorge Vargas, con Una boca sin dientes, Jorge Luis Cáceres y Natalia García Freire.
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Un espejo de la sociedad
El escritor Jorge Luis Cáceres, editor de la antología de No entren al 1408 en homenaje a Stephen King, afirma que en América Latina el terror es distinto. “Hay muchos abordajes, algunos se hacen desde la misma cotidianidad, el Estado como un ente que puede ser motivo de que todo en la historia comience a convulsionar, es decir torturas, asesinatos, desapariciones... también creo que las dinámicas de las ciudades, tanto en la ciudad, como en la ruralidad construye otro tipos de historias”, sostiene el también autor de obras como El peso interior, Las moscas y otros cuentos, entre otros.
Menciona que los autores ecuatorianos no necesariamente importan o imitan a los escritores del mundo anglosajón cuando de género del terror se trata. “Toma una propia estructura, un propio lenguaje, construye unos personajes dentro de la misma ciudad. Este país, Ecuador, es siniestro como ninguno, entonces da una posibilidad muy grande para que se pueda escribir literatura de terror”.
Verónica Mosquera, editorialista y coordinadora de la Red Metropolitana de Bibliotecas, dice que la gran pregunta es ¿qué causa terror en el siglo 21? “La violencia nos causa terror. La violencia construye un ambiente de terror. La gente que ya no se atreve a salir de sus casas, la gente que camina con miedo van creando un ambiente de terror en la ciudades grandes, en las ciudades pequeñas, en la ruralidad también”, menciona.
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Ella coincide en que en la literatura ecuatoriana entiende el terror desde lo cotidiano, desde la violencia y se puede fusionar con lo paranormal, lo desconocido y las presencias.
Rodríguez, por su parte, considera que actualmente se está viviendo un momento histórico en el que el terror está asociado a otros espacios, como el cuerpo femenino. “Este momento histórico hace que este cuento de terror se revisite y sea reescrito desde una mirada femenina, donde ya las mujeres no son víctimas, sino que pueden llegar a ser victimarias, o son monstruos que se defienden, o donde el monstruo se vuelve femenino y que tiene ciertas características sexuales, o el hombre y la mujer encuentra cosas parecidas entre sí”, menciona Rodríguez.
Nuestras leyendas
Mosquera considera que el terror se inició mucho antes del siglo XIX. “Oralmente formaba parte de nuestra tradición desde hace cientos de años”.
“Todas las personas que incursionan en las narraciones de leyendas de Ecuador acaban escribiendo de terror”, en este tramo menciona a Rina Artieda, quien recoge la leyenda de Cantuña; Abdón Ubidia por su versión de La dama tapada; Édgar Freire con su historia de La caja ronca; y Ángela Arboleda por sus libros de cuentos y tradiciones. Y también Terror ecuatoriano, Siglo XIX y leyendas de Álvaro Alemán.
Cita también a Mario Conde y Édgar Allan García con sus historias espectrales. “Abordan el misterio, pero también sucumbe a esa fascinación que produce en los escritores, y en los lectores el terror”.
Aunque tener una fórmula de escritura puede ser un peligro, Rodríguez imagina una para los textos de terror.
Menciona que se debe tener delimitado el espacio. “Para que un verdadero cuento de terror funcione tiene que haber un espacio inquietante, o tiene que haber un espacio intranquilizante, por eso la casa encantada funciona siempre”, reflexiona la autora del libro de cuentos Un mundo raro.
“Tiene que haber una ruptura muy fuerte en el orden de lo normal para que se sienta esa incursión de lo inesperado, de lo extraño”, indica. Además, sugiere crear un personaje macabro, “que te inquiete por su rareza”.
Por su parte, Cáceres cuenta que para construir sus textos se basa en historias que va recordando o que captura de su alrededor.
Sus personajes transitan en Quito, así que la lluvia y la neblina muy característica de la capital le otorga un ambiente sombrío a sus tramas que por lo general están teñidos de sucesos con “seres extradimensionales”. (I)