El creador de contenido ecuatoriano Luis Arturo Layana Plúas, de 36 años, es mejor conocido en las redes como “Rostro Económico”.

Su forma directa de hablar, su humor de ‘barrio’ y su autenticidad lo han convertido en uno de los personajes más populares del Guayaquil digital. Detrás de los videos virales y del éxito en plataformas como TikTok y YouTube, está la historia de un exgasfitero que, con ingenio y carisma, encontró en las redes una nueva forma de vida.

El creador de contenido ecuatoriano Luis Arturo Layana Plúas, de 36 años. Foto: Francisco Verni Peralta

Antes de la fama, Layana se ganaba la vida como maestro gasfitero, un oficio que desempeñó con orgullo. “Era uno de los mejores, por no decir que el mejor”, dice entre risas. Trabajaba en Samborondón, donde asegura que le iba muy bien económicamente, hasta que decidió probar suerte en el mundo digital. “Siempre fui obrero, no me quejo. Cometí errores antes, pero aprendí. Ahora me está yendo bien en las redes”, recuerda.

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El apodo de “Rostro Económico” nació casi por casualidad, en un video donde relataba una experiencia en un bus. “Yo me puse ese nombre porque suena mejor. Son cosas que uno dice en el barrio. La gente de acá ya había escuchado eso. Lo puse para no decir feo, porque hay gente sensible”, cuenta.

Ese clip, grabado en la línea 154, fue el que lo catapultó al reconocimiento masivo, aunque él asegura que ya hacía contenido desde finales de 2022. “Ya tenía videos y audios virales, pero el que cambió todo fue el de la abuelita, el de las vacunas. Ahí ya fue que todo se disparó”, dijo haciendo referencia a otro video publicado en su perfil.

Su incursión en redes comenzó en TikTok, donde primero mostraba su trabajo en la construcción. “Yo contaba las historias de los baños remodelados, pero metía publicidad sin que se den cuenta. Me funcionaba, porque me salía más trabajo. Pero a la gente le gustó más lo que yo hablaba, y me desvié”, explica. Su estilo se caracteriza por un humor auténtico, espontáneo y sin filtros, aunque con el tiempo lo fue adaptando para un público más amplio. “Antes insultaba más, pero ponía mi perfil restringido y los en vivos solo para mayores. Yo cumplía mi parte. Hoy mi contenido es para todo público”, afirma.

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A diferencia de otros creadores, Layana no ha enfrentado mucho odio en redes. “La gente me ha apoyado, por suerte. Claro que siempre sale alguien, pero yo sé que no a todos les voy a caer bien. Aprovecho hasta que esto se acabe, porque sé que en algún momento baja”. Entre las oportunidades que ha tenido, destaca la colaboración con otros influencers ecuatorianos como Anthony Swagg y Kreizivoy. “Kreizivoy fue lo mejor que me pudo pasar, me guió superbién. Él es como mi representante, yo soy amargado para tratar con agencias, así que él se encarga de eso”, cuenta.

Sin embargo, Layana denuncia que todavía existe clasismo en la industria del marketing digital. “A veces uno pide $ 1000 y te dicen que solo te pueden pagar $ 200 porque tu público es de ‘gente más baja’. Hay marcas que te cholean, que no ven el trabajo ni los números, sino el perfil. Aquí hay mucho clasismo”, comenta. Aun así, no pierde la motivación: “Lo mío es seguir haciendo videos y mantenerme arriba.”

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El reconocimiento público es algo con lo que convive a diario. “Sí, me paran en la calle para fotos, pero todo bien. Sigo yendo en bus. Algunos dicen que soy cholo porque no me compro un carro, pero tengo otras metas. Si todo sale bien, en dos años pienso en eso.” Para él, vivir de las redes es un privilegio: “No es difícil como la gente cree. Si uno le mete ganas, se puede vivir de esto”.

Su proyecto más importante actualmente es el podcast El Pabellón, que considera “el más pegado del Ecuador”. Nació en noviembre del año pasado junto a Kreizivoy. “Al principio no nos iban los invitados, pero cambiamos el estudio y todo mejoró. Los temas salen solos, sin guion. Es una conversación entre panas, como en el barrio”, relata.

Parte de su éxito se debe a su estética única: los conductores se disfrazan en cada episodio. “Todos hacen podcast, así que había que innovar. Un día, dijimos: ¿por qué no nos disfrazamos? Empezamos con Goku y Freezer de Dragon Ball Z, y a la gente le encantó.”

Hoy, El Pabellón se transmite en el canal de YouTube de Kreizivoy, que acumula 272 mil suscriptores, tras una polémica con el canal digital Suerte Tv.

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En un video, ‘Luisao’ y Kreizivoy contaron que el director de Suerte TV los contactó para asociarse y potenciar El Pabellón, con la condición de transmitirlo en un nuevo canal llamado 404 Error de Contenido. Según dijeron, se prometió apoyo promocional y auspiciantes, el acuerdo fue solo verbal y todo el financiamiento corrió por cuenta de ellos. Pese al éxito del podcast, la relación se rompió y los creadores intentaron comprar el canal, pero la propuesta fue rechazada.

Finalmente, anunciaron que El Pabellón regresaría al canal original de Kreizivoy, recibiendo el apoyo masivo de su audiencia.

A nivel personal, ‘Luisao’ se define como alguien avispado y fiel a sus raíces. “Yo represento al guayaco de barrio. Si algún día se me acaban las redes, no me voy a morir de hambre, porque sé desenvolverme”.

Sus sueños personales están ligados a su familia. “Yo me veo ya más adelante solo con mi hija. Haciendo lo que sea pero con mi hija. Ella tiene 10 años y no le gusta salir en redes, pero es mi mayor motivación”.

En cuanto al futuro, no descarta nuevas aventuras. “Me han llamado de canales de TV para actuar, pero no acepté porque no soy actor. Si algún día estudio actuación, ahí sí. No quiero quitarle el trabajo a quienes sí se prepararon”, confiesa.

Amante de la buena música, su playlist va desde Janis Joplin hasta Verde 70 y La Máquina Camaleón. También disfruta del rap consciente y de artistas locales como Chloé Silva, a quien ayudó a ganar seguidores.

En su tiempo libre, prefiere el voley, la lectura y la tranquilidad del hogar. “Me estoy metiendo a la lectura a la brava. Estoy leyendo Justine o los infortunios de la virtud del marqués de Sade. Quiero mejorar mi forma de hablar, porque a veces me salen contratos para animar y debo mejorar eso”.

Dice que ya no es el mismo de antes: “Tengo un alma vieja. Ya no me gustan las fiestas ni el licor. Prefiero quedarme leyendo o viendo películas. Soy ‘recontra’ hogareño”. (E)