Jenniffer Tutivén no necesita pensarlo demasiado cuando se le pregunta qué representa Guayaquil en su vida: “Vida, pasión y propósito. Cada esquina, cada olor, cada sonrisa me dice que estoy en casa”, responde con la convicción de quien lleva la ciudad en el alma.
Desde que fue elegida reina de Guayaquil en octubre de 2024, su visión de la urbe se ha expandido aún más, conociendo rincones nuevos, historias no contadas y causas sociales que merecen visibilidad.
Jenniffer creció en Bastión Popular, sector popular del sur de Guayaquil, que recuerda con especial cariño. “Siempre he dicho que lo que hace a un lugar no son las casas ni los edificios, sino su gente. Crecí rodeada de vecinos trabajadores, emprendedores, familias que se ayudaban entre sí”, relata.
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Su infancia estuvo marcada por las tradiciones barriales que aún guarda con ternura: el palo ensebado, los juegos de ensacados, la elección de la Criolla Bnita. Aunque su madre no la dejaba participar en todos los juegos, ella era una espectadora entusiasta. “Veía cómo los niños se trepaban al palo ensebado con esa emoción. Yo no jugaba, pero siempre soñaba con alcanzar la cima”.
Este año, ya como reina saliente, vive estas fiestas desde un lugar distinto, pero igual de vibrante. “Participar en los desfiles de carros alegóricos es una de mis actividades favoritas. Antes bailaba como parte de una academia, hoy lo hago como reina de Guayaquil. El sentimiento es el mismo: orgullo y alegría”.
Para ella, hay una palabra que resume al guayaquileño: valiente. Lo comprobó incluso fuera de la ciudad. “Una vez en Baños me lancé en uno de esos columpios extremos. El señor que me atendió me dijo sin saberlo: ‘Usted es valiente… usted es guayaca’. Y sí, somos eso: personas que no temen decir lo que sienten, con fuerza en sus palabras y acciones”.
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Sus sabores favoritos de Guayaquil
La gastronomía y las ‘huecas’ son uno de los grandes orgullos de Jenniffer. Su plato estrella: el encebollado, pero con una particularidad: “Yo no como encebollado con chifle, a mí me gusta decir que yo como chifle con encebollado”, dice entre risas.
Su lugar favorito para comerlo es la Picantería Diana Gabriela, ubicada en la cooperativa Bastión Popular. “Tiene historia, tradición y un sabor único. Desde pequeña lo como. En mi familia es casi una ceremonia de domingo”.
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Otro de sus tesoros culinarios está en el sur de la ciudad: Los Bolones de la Negra Llaney, espacio ubicado en Azuay y Guerrero Valenzuela. “Son bolones gigantes. Los hacen con chicharrón y son ideales para el desayuno o para romper la dieta”.
No podía faltar el café, su infaltable acompañante. Jenniffer cuenta que lo toma con todo. “Cebiche con café, bolón con café… ¡todo!”. En cuanto a su lugar favorito para consumirlo, destaca la cafetería Masa Madre de Urdesa.
Lugares que todos deben conocer
Si tuviera que ser guía turística por un día, llevaría a cualquier visitante a estos tres lugares:
- Las Peñas y el cerro Santa Ana: “Subir los 444 escalones no es solo una experiencia física, es un viaje por la historia, por el arte urbano, por el pasado de la ciudad. Llegar al faro y tener la vista 360 grados de Guayaquil es hermoso”.
- La calle Panamá: “Entre el Museo del Cacao y los restaurantes de autor, este sector refleja el lado romántico, cultural y comercial de Guayaquil. Reflejan mucho la historia, porque recordemos que esta es una ciudad portuaria, se llevaba muchas veces el cacao al exterior. Uno encuentra historia, arte, arquitectura y gente allí”.
- La Catedral y el parque Seminario: “Las misas y las iguanas son tradición viva. Ver a la gente leer el periódico o dar de comer a las iguanas me recuerda que aún existen costumbres que resisten al tiempo”.
Cuando se le pide describir a la ciudad en tres palabras, no duda: única, enérgica y sublime.
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“Única, porque cuando se habla de la Costa se piensa en Guayaquil. Enérgica, por su gente y por el movimiento constante. Y sublime, porque más allá de los colores y los paisajes tiene una esencia que se siente con el alma”.
Con la voz firme pero cargada de emoción, Jenniffer confiesa que el cierre de su ciclo como reina de Guayaquil llega con gratitud.
“Acepté este reto con responsabilidad y me voy con la sensación de haber dejado una huella. No solo se trata de representar una ciudad, sino de generar mensajes de esperanza, de paz y de amor propio”.
Guayaquil a través de su reina es más que una postal de tradiciones, sabores y calles: es el retrato de una ciudad vivida con pasión. (E)