En casa de los Valverde, la cocina era el lugar donde todo sucedía. Daniela, nacida en Guayaquil pero con una abuela manabita, preparaba postres con sabores muy característicos de la zona, como el maní y los suspiros. Ella ayudaba sin imaginar que allí comenzaba el inicio de un sueño que la llevaría muy lejos.

“Mi abuela tenía una fuerza enorme, y mi mamá siempre ha sido mi ejemplo de trabajo. De ellas aprendí que uno puede caerse, pero no detenerse”, cuenta. De niña, no soñaba con ser chef, pero a ella le gustaban los retos y las competencias. De hecho, fue gimnasta durante años y participaba en torneos. “Me motiva la idea de mejorar y de demostrarme que puedo hacerlo mejor cada vez”, explica.

La chef ganó la eliminatoria nacional del Bocuse d’Or en Guayaquil Food Show. Hoy se prepara para representar al país en la fase continental. Foto: JOSE CHOEZ OÑATE

Esa disciplina, aprendida entre rutinas y caídas, más tarde se convirtió en su herramienta más fuerte dentro de la cocina. Terminó el colegio y eligió la carrera de Marketing y Administración, pero no tardó en entender que su vocación estaba en otro lugar: “No me veía en una oficina. Quería hacer algo que me conecte con las personas”. Por eso, a los 19 años ingresó a La Escuela de los Chefs, donde se certificó como tecnóloga en Administración de Alimentos y Bebidas.

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Su primera experiencia profesional fue en el Hotel Oro Verde de Guayaquil, donde aprendió el ritmo real de una cocina profesional. “Ahí entendí que este trabajo requiere más que pasión: exige disciplina, paciencia y respeto por el equipo”, confiesa.

Daniela Valverde ganó con dos preparaciones, una de ellas fue un fettuccini en tinta de calamar con langostinos.

Años después viajó a Estados Unidos y trabajó en un Marriott, donde experimentó otro tipo de cocina que le cambiaría su rumbo: “Una de las cosas que entendí es que en la gastronomía no hay límites por ser mujer. Lo que importa es la capacidad, el esfuerzo y el compromiso. Me marcó ver cocinas con liderazgo femenino, algo que en Ecuador recién empezaba a notarse”.

De regreso al país, continuó vinculada a La Escuela de los Chefs, esta vez como docente e investigadora, una pasión que la ha llevado a desarrollar proyectos sobre productos ecuatorianos, como el camarón, el banano y el arroz.

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“Investigar me permite conocer mejor lo que cocino. Saber de dónde viene cada producto y cómo aprovecharlo es una forma de respeto hacia el productor y hacia nuestra identidad”, dice.

Una competencia que nace del deseo de llevar a Ecuador al reconocimiento internacional

Desde joven participó en torneos locales e internacionales: “Siempre me ha gustado la exigencia de las competencias. Son intensas, te obligan a mejorar y te muestran de lo que eres capaz”. Es líder del equipo Guayaquil Country Club que ganó las eliminatorias nacionales del Bocuse d’Or, dándoles un cupo a la semifinal continental en Estados Unidos.

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El grupo ganador lo conforman José Cevallos, Andrea Sáenz y Katiuska Noboa. “Nos entrenamos tres meses. Las primeras prácticas duraban quince horas, pero la competencia solo permite cuatro horas y media. Aprendimos a resumir, a priorizar y a confiar unos en otros”, afirma.

Los ingredientes obligatorios eran pez brujo, camarón, yuca y lomo fino: “Queríamos que los platos contaran algo del Ecuador, que el jurado pudiera reconocer nuestra tierra sin necesidad de explicarlo. No era solo cuestión de técnica para nosotros, sino de identidad”.

Llegar a ese punto no fue sencillo. “Fue un reto enorme. Como equipo no teníamos el poder adquisitivo de otras instituciones, así que tuvimos que buscar apoyo y comprometernos mucho más. Por eso este logro tiene tanto valor”, dice con orgullo.

Su proyecto más ambicioso: MIDA

En 2022 fundó Mida, su catering familiar. “Mida nació con la idea de compartir lo que aprendemos. Me encanta ver cómo la gente disfruta un plato, pero más aún poder explicarles por qué está hecho de esa forma. Cocinar, enseñar e investigar son tres cosas que se complementan”, afirma.

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Mientras se prepara para la próxima etapa de la competencia, Daniela divide su tiempo entre la investigación, la docencia y su emprendimiento. Además, cursa un MBA, convencida de que la cocina necesita también formación empresarial. “A veces los cocineros tenemos mucho talento, pero nos faltan conocimientos de gestión. Yo no quiero que mi emprendimiento fracase por eso”, detalla.

A nivel personal, lleva una relación de doce años. Su pareja, quien la ha acompañado en cada etapa, es parte fundamental en su proceso. “Nos íbamos a casar este año, pero tuvimos que posponerlo por la competencia. Hay comprensión y respeto mutuo. Cuando uno ama su trabajo, la otra persona también debe entender ese compromiso”.

Daniela reconoce que las cocinas han cambiado mucho: “Cuando comencé todavía se escuchaba: ‘No puedes quedarte hasta tarde porque eres mujer’. Eso ya no existe. Hoy hay muchas mujeres liderando, enseñando, compitiendo. Me alegra ver que ya no hay diferencias”.

Admira a la chef ecuatoriana Carolina Sánchez, con una estrella Michelin en España. “Ella demuestra que sí se puede. Su trabajo representa al país y abre camino para las que venimos detrás”, admite.

En su catering mantiene la misma filosofía: “Me gusta que haya equilibrio. En Mida y en mis clases trato de que hombres y mujeres trabajen con las mismas oportunidades. La cocina no tiene género: es dedicación y pasión”.

Cuando habla de su oficio, lo hace con calma. No menciona la palabra éxito. Habla de propósito: “No es solo cocinar; también es enseñar, compartir y sobre todo servir. Esa palabra resume todo lo que hago”.

Su historia es la de una mujer que creció viendo a su madre y a su abuela servir con amor, que cambió de carrera para seguir una vocación, que aprendió a no rendirse cuando las condiciones no eran las más favorables y que hoy representa al Ecuador en una competencia mundial. “Siempre he creído que cocinar es una forma de servir. Esa idea no viene de la escuela ni de los libros; viene de casa”, finaliza la chef. (I)