El whisky fue producido por primera vez por los monjes de un convento cristiano irlandés, aparentemente en el año 1405, destilando cerveza. Sí, pudiera decirse que el whisky fue primero una cerveza a la cual se la sometió a un proceso de destilación. Bueno, algo así.
Hasta el 1831, los whiskies eran destilados de cebada o centeno malteado en una sola destilería. A este tipo de whisky hoy se lo denomina single malt. En vinos, equivaldría a un monovarietal.
En el año antedicho se creó un proceso distinto, que dio origen al blended whisky, el tipo más consumido hoy en día. ¿Cuál es la diferencia? El blended whisky tiene una mezcla de maltas de distintas destilerías; es decir, tiene varios single malts, y además contiene hasta un 15 % de whisky de grano, de maíz.
Hay otros tipos de whisky, como los vatted malts, que son mezcla de single malts sin adicionarle maíz, o los single grains. Pero, para facilitar las cosas, podemos entonces decir que las dos grandes categorías son blended whisky y single malt.
Así, en 600 años de vida, es solo en su último tercio que aparece el whisky que toma el 99 % de los ecuatorianos: blended.
En este tipo de whisky, el master blender tiene muchas más herramientas para lograr su objetivo. En el single malt, su trabajo se vuelve infinitamente más difícil. Hay menos margen para errores. Así, estos suelen ser whiskies con mucho más carácter, más complejos, y los marca mucho más el sitio geográfico donde es cultivada la cebada y el agua que se usa en la destilación, lo que en vino identificamos como terroir.
En el mercado, los single malts son por lo general considerablemente más caros que sus equivalentes blended. Menos consumidos, poco comunes, más caros de producir. Sin embargo, son la quintaesencia del whisky, con casi 200 marcas en producción, la mitad de pequeñas y muy antiguas destilerías. Representan un 15 % del consumo mundial.
En Ecuador hay muy pocas marcas de single malt en percha. Las tres que están disponibles y me gustan más, en este orden, son Macallan, Glenlivet y Glenfidich. De ellas, una que acaba de hacer un relanzamiento, el Glenlivet Founder’s Reserve, de una de mis regiones favoritas, Speyside, es para mí el que tiene una mejor relación precio-calidad, a $ 50 por botella.
Es un whisky con complejidad media, que primero suelta aromas a pera y manzana verde maduras, para luego pasar a vainilla, terminando con algo de notas florales. Es un whisky cremoso, con peso en boca. Le recomiendo al lector amante del whisky, que conoce poco del single malt, el corazón de esta bebida, que se inicie. Hay muchísima información digital disponible y ya existen en las perchas dos o tres buenas opciones, siendo la comentada de muy buen precio. (O)












