Jaime Jarrín es único. “Uno de los más grandes locutores de todos los tiempos”, sentenció con justicia la NPR (National Public Radio, de Estados Unidos) en octubre del 2022. Por ser el periodista ecuatoriano de más sólido prestigio internacional su leyenda está destinada a ser eterna. El oriundo de Cayambe (10 de diciembre de 1935) es protagonista de una historia asombrosa. El 24 de junio de 1955 arribó a Los Ángeles como inmigrante y a pesar de no haber visto nunca antes una pelota o un bate de béisbol, el inclaudicable esfuerzo y sacrificio de Jarrín lo transformaron, detrás de un micrófono de radio, en un ícono respetadisimo de las Grandes Ligas. Su categoría de símbolo quedó refrendada hace un cuarto de siglo cuando fue elegido para entrar al Salón de la Fama, la máxima consideración que confiere el mejor béisbol del mundo.
EL UNIVERSO habló en exclusiva con Jaime Jarrín, quien durante 64 temporadas consecutivas -desde 1959 hasta su retiro voluntario, en octubre del 2022- fue la emocionante voz en español de los Dodgers. El equipo que en 1958 abandonó su sede original de Brooklyn para mudarse a California, construyó y afianzó su arrasadora popularidad entre los aficionados hispanos de ese estado gracias a la atrapante narración de Jarrín en su idioma, entre las razones fundamentales.
“Su relato era suave y muy descriptivo. Literalmente podías cerrar los ojos y simplemente escucharlo para saber exactamente lo que estaba sucediendo en el campo de juego debido a lo descriptiva que era su voz. Fue mi inspiración”, contó Álex Padilla, quien en el 2021 fue el primer latino en representar a California en el senado de Estados Unidos. La voz de Jarrín le dio a Padilla, y a millones de hispanos, “un sentido de orgullo por su latinidad”, resaltó en su sitio web la NPR.
De por vida
“Aunque ya no estará detrás del micrófono, el impacto de Jaime Jarrín en la profesión y el deporte persistirá. Muchos locutores deportivos en español -no solo de las Grandes Ligas- que vinieron después de Jarrín, crecieron escuchándolo y fueron influenciados por él”, publicó The New York Times sobre el legado del renombrado periodista ecuatoriano.
Hoy Jaime Jarrín tiene once meses jubilado, pero no está inactivo y su figura no deja de agigantarse. Tampoco cesan los reconocimientos de altísima jerarquía, como tributo a una trayectoria profesional caracterizada por una ética de trabajo admirable. En septiembre del 2021 Jarrín le reveló al diario Los Angeles Times: “Quisiera que me recuerden no como el relator que entró al Salón de la Fama, sino como la persona humilde que venía a laborar todos los días asiduamente, sin perder un solo día, como alguien que se dedicó a servir a la comunidad”.
Recientemente, a la colección de distinciones asombrosas que Jarrín ostenta se añadieron dos que han disparado su estatus de celebridad hasta la estratosfera. Los Dodgers han conseguido retenerlo con ellos por todo el tiempo posible al ofrecerle un insólito -y cariñoso- contrato de por vida, como su embajador. El ecuatoriano aceptó.
En el funeral de Kennedy
El hombre que en 1963 cubrió los tres días del funeral de Estado del asesinado presidente John F. Kennedy, la visita del Papa Paulo VI a Nueva York, en 1965, y las protestas de jóvenes hispanos contra la guerra de Vietnam en 1970 -siempre en transmisiones en español-, le confiesa a Diario EL UNIVERSO que no le agradó su experiencia en la televisión porque “me siento un hombre de radio y moriré como un hombre de radio. Es un medio tan noble, tan maravilloso”.
El otro hecho que consolida a Jarrín como una eminencia en su profesión provino de donde él menos lo esperaba. El Museo Nacional de Historia de Estados Unidos del Instituto Smithsoniano (Smithsonian Institution), con sede en Washington DC, enalteció al periodista al incluirlo como parte de una exposición permanente.
Este es un honor inconmensurable. Se otorga solo a los consagrados, como se explica en el portal oficial: “El Museo reúne y conserva más de tres millones de objetos. Albergamos desde la bandera de estrellas y el sombrero de copa de Abraham Lincoln hasta la trompeta curva de Dizzy Gillespie y los zapatos color rojo rubí de Dorothy de El Mago de Oz. Nuestras colecciones forman un mosaico extenso y fascinante de la vida estadounidense. Nuestras exposiciones recorren temas fundamentales de la historia y la cultura estadounidense, desde la Guerra de la Independencia hasta nuestros días”.
Como Lionel Messi
En Estados Unidos, Jarrín es, sin discusión, el decano entre los relatores de béisbol. Y para su Ecuador natal vendría a ser el Lionel Messi del periodismo deportivo nacional. Nadie en su oficio tiene estos galardones: ingresó en 1998 al Salón de la Fama del béisbol de Grandes Ligas. Él y Pancho Segura, como tenista, son los únicos ecuatorianos con una distinción de ese calibre. Tiene, además, una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama en Hollywood. Fue honrado por la American Federation of Television and Radio Artists Foundation con el premio Aftra Media and Entertainment Excellence, y es miembro del Salón de la Fama de la Associated Press Television-Radio Association.
Y hay más. En el 2017, la cadena HBO emitió Una vida en el béisbol, un documental sobre Jarrín. Desde el 2018 su nombre es uno de los doce colocados en el llamado Anillo de Honor del estadio de los Dodgers (el mismo homenaje que antes recibió Jackie Robinson, el beisbolista que rompió la barrera racial en Estados Unidos).
Del otro lado del planeta la prensa también se ha ocupado del ecuatoriano. En el 2016 The Guardian, influyente periódico de Inglaterra, destacó en un extenso reportaje que Jarrín aceptó el desafío de escribir “la improbable historia de un joven de Ecuador que llegó en un barco a Estados Unidos y movió a millones a amar el béisbol”.
‘Aprender a bailar en la lluvia’
En mayo del 2022, cuando fue investido como Doctor Honoris Causa en Letras Humanas por la Universidad Estatal de California (Cal State), Jarrín contó cómo logró imponerse en una aventura de vida complicadísima fuera de su país. En un discurso dado en la ceremonia de graduación de 5.500 alumnos reveló su secreto para alcanzar el éxito y forjar una impecable reputación: “Nunca dejé que mi miedo al fracaso me detuviera en mi camino. De cada fracaso hay algo que aprender. Recuerden, la vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, se trata de aprender a bailar en la lluvia. No todos los días van a ser buenos, pero busca algo bueno en todos los días”.
“La voz profunda de barítono sigue intacta”, aseveró Los Angeles Times en julio del 2022, en una de las muchas notas que en Estados Unidos le dedicaron a Jarrín en su campaña de despedida. Esa misma voz potente que transformó en un clásico inmortal a la electrizante frase “¡La pelota se va, se va, se va, y despídala con un beso!”, usada por Jarrín para narrar jonrones, retumba en una llamada telefónica cuando El Caballero de los Deportes -como lo bautizó la cadena Telemundo-, y orgullo de Ecuador, conversó con EL UNIVERSO. Jaime Jarrín habló sobre su cargo de embajador vitalicio de los Dodgers y de la experiencia de ser parte de un museo.
¿Extraña estar en una cabina de radio, y narrar jugadas y jonrones del béisbol de las Grandes Ligas?
No, en absoluto. Cosa rara: no extraño el juego en sí, por el hecho de que relaté más de 12.000 partidos en mi carrera. Lo que sí extraño es a mis amigos, a mis colegas y conocidos. A los locutores de los demás equipos a los que siempre salía a darles la bienvenida cuando llegaban al Dodger Stadium, sin importar si era o no la primera vez que iban. Todos los miembros de la prensa me trataron maravillosamente durante mi trayectoria con los Dodgers. Establecí muy buenas amistades y me llevo tremendamente bien con los cronistas. Eso es lo que extraño. Convivir con ellos, con los empleados del estadio. Voy de vez en cuando al estadio a saludar a los beisbolistas, bajo al terreno, luego vuelvo al palco de prensa, donde saludo con los colegas. Me quedo cuatro, cinco o seis entradas, y suficiente. A casita, tranquilo.
¿Cuántos años fue narrador, además del tiempo que estuvo con los Dodgers?
Completé 71 años frente a los micrófonos. Empecé en 1951, muy jovencito, en la estación HCJB, La Voz de los Andes, de Ecuador. Tenía 16 años. Desde entonces no paré en absoluto. ¡71 años consecutivos frente al micrófono! No creo que haya alguna persona con vida en Ecuador, y no sé si también aquí en Estados Unidos, que tenga esa longevidad y que además se mantenga bien. No creo que alguien tenga ese récord en Ecuador. Nunca me he enfermado, excepto en 1990, cuando estuve casi seis meses fuera de actividad por un accidente automovilístico. En el 2022 me convertí en el decano de todos los locutores de radio y televisión de las Grandes Ligas. No hay nadie que se acerque a mi número 64 (en referencia a sus temporadas con los Dodgers). Eso me enorgullece grandemente y le agradezco a Dios, porque me dio la resistencia física para poder hacerlo. El fallecido Vince Scully, quien fue mi maestro, mi guía y mi gran amigo, estuvo por 67 años con los Dodgers (como relator en inglés), pero los primeros siete los hizo cuando el equipo jugaba en Brooklyn. O sea que como cronista de los Dodgers, ya en Los Ángeles, tengo ese honroso primer lugar.
¿En qué consiste su trabajo con los Dodgers tras firmar un contrato de por vida con el equipo?
En el 2022, cuando decidí jubilarme, los Dodgers estuvieron de acuerdo, pero me dijeron: “No queremos perderte. Necesitamos que continúes como parte de la organización”, y me propusieron darme un lifetime contract (contrato vitalicio). En un club tiene más de 100 años nunca antes habían hecho eso con un empleado. Acepté porque me pareció perfecto. Continuaré en el equipo como su embajador. Es decir, me comprometí a realizar presentaciones personales -no más de ocho por año- para representar a los Dodgers. Lo haré, por ejemplo, en un banquete, en una reunión de trabajo o en lo que ellos me asignen. A cambio recibiré un salario anual y lo más importante: mantendré los beneficios del seguro de salud, que es tan caro aquí.
Se puede decir que Jaime Jarrín es eterno en los Dodgers.
Así es, según me explicaron. Ellos me dijeron: “Tú tienes que seguir con nosotros hasta cuando te mueras”. Me siento física y mentalmente muy bien; la visión y la garganta no me molestan. Podría haber continuado como narrador por unas tres o cuatro temporadas más, pero luego de 64 creí que era necesario hacer una pausa y cambiar las prioridades. Era hora de dedicarle un poco más tiempo a la familia, de realizar viajes al exterior e, inclusive, aquí dentro Estados Unidos. Quiero visitar los tres o cuatro estados que me faltan por conocer. Por el momento estoy en casa leyendo o viendo televisión porque no tengo ningún otro hobby. Mi hijo Jorge, que trabajó conmigo durante seis años como cronista, se jubiló en el 2021, así que ahora estamos los dos juntos, retirados.
Mohammed Ali se retiró una vez y luego regresó ¿Existe alguna posibilidad de un retorno de Jaime Jarrín a los micrófonos de los Dodgers como su voz oficial en español?
En absoluto. Los Dodgers dedicaron todo el 2022 a organizarme homenajes porque era el año de mi despedida. Me preguntaron si estaba seguro de mi decisión y les respondí que sí. Después, cuando me propusieron el contrato de por vida, pedí incluir una cláusula que estableciera que no regresaré al micrófono para relatar partidos. Porque podrían pedirme que vuelva a la cabina si sucede una emergencia, como por ejemplo, si mis excompañeros Pepe Íñiguez o Fernando Valenzuela (legendario exlanzador de los Dodgers) se ausentan por alguna razón. Yo no quiero ser como un boxeador que anuncia su retiro y luego regresa. Cuando narré mi último juego (octubre del 2022, Dodgers vs. Padres de San Diego, Serie Divisional), confirmé que ese era mi adiós de los micrófonos.
Como embajador de los Dodgers asistió el pasado 11 de agosto a la ceremonia en que el equipo retiró el número 34 de Fernando Valenzuela. ¿Qué significó para usted estar en ese homenaje al pitcher mexicano que causó una revolución en las Grandes Ligas y cuya popularidad dio origen a la llamada ‘Fernandomanía’?
Representó el punto culminante de una combinación de sucesos con los que Dios me bendijo. Estuve con los Dodgers en Houston cuando Fernando Valenzuela llegó por primera vez al primer equipo. Él arribó con ciertas credenciales porque había lanzado muy bien en (la división) Triple A. Estuve allí, recibiéndolo. Cuando se afianzó en el equipo, los Dodgers me pidieron que fuera su acompañante y su traductor. Cumplí esa tarea al mismo tiempo que realizaba mi trabajo como narrador. He tenido la fortuna de estar en los momentos más inolvidables de Fernando y de verdad me siento feliz, y humildemente satisfecho, de haberlo acompañado. Fernando se convirtió en un elemento súper, superpopular aquí en Los Ángeles y además en una figura extraordinaria para las Grandes Ligas. Lo que hizo desde 1981 hasta 1986, inclusive, fue revivir el béisbol, que andaba de capa caída. Precisamente en 1981 hubo una huelga cuando Fernando se consagró como el extraordinario beisbolista que fue.
En esa gala que reunió a antiguas estrellas de Grandes Ligas hubo un ecuatoriano en un sitial de honor: usted.
Nuestro honor más grande fue representar a Ecuador, lógicamente. Porque, pese a tener ya 68 años en Estados Unidos, en todas las actividades que realizo siempre mantengo latente el recuerdo de mi querido terruño, de mi Ecuador, de mi Cayambe querido. En todas las actividades que cumplo siempre procuro involucrar a mi país, y si de alguna forma eso beneficia el buen nombre de Ecuador en el exterior, yo me siento muy feliz.
Como ecuatoriano en general, no solo como periodista, el suyo es un caso de otro planeta.
Son cosas que Dios me ha dado y no tengo palabras para agradecerle. Es un caso muy especial haber llegado a Grandes Ligas sin haber visto un solo partido de béisbol en mi vida antes de venir a este país. Luego, fui el primero (entre los periodistas hispanos) que en vida ingresó al Salón de la Fama de Cooperstown. Además, hay una estrella con mi nombre en el Paseo de la Fama, en Hollywood, y bueno, ahora soy una pieza de museo. Estoy representado en el Museo Nacional de Historia Estadounidense del Instituto Smithsoniano, de Washington, por mi labor diaria como cronista de béisbol. Personal del museo se comunicó con los Dodgers y les dijeron que era menester que yo estuviera representado ahí. Entonces, me pidieron varios objetos de trabajo, como mi libro de apuntes, mi scoreboard (registro de anotaciones), una réplica del Micrófono de Oro que gané en Estados Unidos. Varios artículos relacionados con mi trabajo están allí (en una exposición permanente).
Su humildad es ponderada por quienes lo conocen, por su público y especialmente por sus colegas latinoamericanos que narran béisbol de Grandes Ligas, quienes se refieren a usted como “nuestro Jaime Jarrín”. Con su condición de leyenda, ¿cuál es su secreto para la sencillez?
Yo me siento única y profundamente agradecido con Dios por haberme dado la oportunidad de realizar todo lo que he hecho. La gente ha sido muy amable conmigo. Ese es el factor más importante en mi carrera: el reconocimiento del público. Como usted sabe, en radio y televisión si no hay buenos números, si no están bien las estadísticas, prácticamente no es posible mantenerse latente. Desde el comienzo de mi carrera el público de habla hispana, aquí en el sur de California, ha seguido tanto el béisbol como otros deportes. El latino, particularmente, es una persona que ama el deporte, se dedica a él, y ha sido el respaldo de ellos lo que me dio la oportunidad de recibir tantos homenajes y reconocimientos.
Usted ha mencionado que hay distinciones de otro tipo que lo han emocionado más.
He dicho siempre que, si bien he recibido demasiados homenajes, pergaminos y reconocimientos, lo que en verdad me llena en lo más hondo del corazón es cuando alguien, en mis salidas para ir al mercado, al correo o al banco, me detiene para decirme cosas como: ‘Gracias a usted mi papá me llevaba a la parte posterior de la casa, de la mano, para oír su narración de los juegos de béisbol y dejar que mi mamá siga viendo sus telenovelas’. O cuando me dicen: ‘Señor Jarrín, quiero agradecerle muchísimo porque gracias a usted pasé más tiempo con mi abuelito’. También me han mencionado cosas como ‘gracias a usted mi mamá se enamoró del béisbol’. Es algo que ha sucedido muchas veces y es lo que en verdad me llena de profunda satisfacción. El reconocimiento y afecto de la gente fueron la savia para mantenerme activo durante 64 años consecutivos narrando el béisbol. Es increíble, en verdad.
¿Qué actividad podría cumplir usted en Ecuador como embajador de los Dodgers? Los dirigentes de béisbol hacen poco y la afición por este deporte se ha reducido.
En ese aspecto, lo más importante es que se tranquilice el país. Por cómo se encuentra actualmente es imposible algún proyecto o algo por el estilo. Ya tuvimos la oportunidad de ayudar a una escuelita de béisbol de Durán, en El Recreo, y lo hicimos muy bien. Se invirtieron unos $80.000 allí; se cercó el estadio, se arregló la canchita para niños de hasta 11 años, construimos un salón de videos y varias cosas más. En verdad comenzó muy bien. Pero luego vinieron los problemas con las autoridades y la burocracia en Ecuador no nos permitió continuar el trabajo en El Recreo. Como está la situación, particularmente en Durán, es imposible intentar algo. En Guayaquil, por lo que puedo oír y ver por televisión, las circunstancias no son muy propicias. Haré lo posible logísticamente por ayudar en todo lo que esté a mi alcance para revivir el béisbol en Guayaquil. Y si en Quito se puede hacer algo para crear afición, también estaré encantado de hacerlo. Ya tuvimos el plan de construir un estadio pequeño de béisbol en Guayaquil. Nos pusimos en contacto con Major League Baseball (MLB) y nos ayudaron. Nos dieron los primeros lineamientos de cómo hacer el proyecto y eso caminaba muy bien, hasta que vinieron los problemas sociales en Ecuador y también la pandemia. Ahí se cortó todo. Pero tal vez, de hoy en adelante, visitaré con más frecuencia Ecuador y si la situación es aconsejable, haré lo posible por ayudar.
¿Alguna vez imaginó que el joven que viajó de Cayambe a Estados Unidos se convertiría, como periodista deportivo, en una figura con la misma relevancia que tienen para Ecuador, en sus respectivas disciplinas, Pancho Segura, Alberto Spencer, Jorge Delgado, Andrés Gómez, Jefferson Pérez, Richard Carapaz y Neisi Dajomes?
Nunca, nunca soñé siquiera que algo así iba a suceder en ese aspecto. Yo vine a Estados Unidos a los 19 años únicamente con el deseo de expandir mi horizonte como locutor de radio. Venía únicamente a tratar de mejorar mi situación económica, aprender algo más, dominar el idioma y hacer algo especial. Pero nunca creí que iba a llegar a lo que he llegado. Mi vida ha sido un libro de dos capítulos muy marcados. El primero, como locutor, como periodista radial, porque eso fui en el Ecuador, en HCJB y en Radio Quito, en la cobertura del Congreso Nacional. Fui un periodista radial y en Ecuador nunca hice deportes. Y luego, el segundo capítulo fue aquí, en Estados Unidos, cuando se me brindó la oportunidad de narrar béisbol (en KWKW comenzó como relator de boxeo los jueves por la noche, desde el Auditorio Olímpico, de Los Ángeles. En varias ocasiones ha contado: “Leí todo: libros, revistas, aprendí las reglas. Pedí en la estación que me dieran un año para prepararme, para aprender todo, y en 1959 me incorporé a las narraciones”). Empecé relatando una entrada, luego dos y tres, acompañando a René Cárdenas (locutor nicaragüense). Pero nunca, ni en mis sueños, imaginé que iba a establecerme como me establecí en este país. (D)