Cada año, miles de estudiantes postulan a Medicina como su carrera universitaria. A partir de 2012 y por efecto de la aplicación del Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA), el número de postulantes ha decrecido. No obstante eso, sigue siendo significativa la cantidad de jóvenes que desean ser médicos. En el ultimo año, de un total de 1.531 estudiantes inscritos en una universidad privada, solo 392 aprobaron el examen de exoneración del curso de nivelación. Mientras que, por otro lado y en el caso de una universidad pública, 1.390 cupos fueron resultado del sistema de selección, un número inferior al del periodo 2011-2012, que fue de 3.314.
Más de 20 años en la docencia universitaria me han permitido constatar que son pocos quienes realmente se encuentran aptos para (y convencidos de) la profesión que han elegido. En 1990, un trabajo de graduación reportó que menos del 50% de los graduados durante 10 promociones ejercían la profesión, y que aproximadamente solo el 11% de mujeres graduadas continuaban en el ejercicio profesional. Son datos que contrastan con la cantidad, al parecer cada vez más alta, de jóvenes que aspiran a ser médicos.
¿Por qué hay tantos aspirantes a Medicina? ¿Por qué muchos médicos no ejercen la profesión? El análisis no es sencillo y es multifactorial. Algunas consideraciones apuntan a que la oferta de estudios en ciencias de la salud está casi limitada a la carrera de Medicina, a pesar de que hay alternativas importantes, no suficientemente valoradas y explotadas, como son enfermería, odontología, administración de hospitales y las varias tecnologías médicas. No existe tampoco una clara conciencia de todo lo que la carrera médica exige e implica. Para ser médico, se requieren competencias que no todas las personas poseen, de la misma manera como ocurriría con cualquier disciplina artística por ejemplo. Existe, además (en el Ecuador al menos), la idea equivocada de que ser médico asegura un nivel de vida económicamente alto. Eso no es, como será evidente, necesariamente cierto.
Debería ser inconcebible que un estudiante de medicina no disfrute de la lectura, que tenga curiosidad por aprender más, que no sea capaz de dar prioridad al trabajo frente al esparcimiento, que no sepa sobrellevar bien las incomodidades de un hospital de cara a las comodidades de su casa. Seguramente, en el camino, algunos estudiantes advierten sus incompetencias, pero no disponen del valor necesario para emprender otro rumbo, en buena parte debido a presiones familiares o del medio. Otros perseverarán con la finalidad de “obtener el título”, e irán sorteando a los profesores más exigentes hasta llegar a un Internado en el que lamentablemente tendrán que constatar cuán poco han aprendido.
Ser médico demanda mucho más que la sola obtención de un título. A la especial dedicación, a las exigencias y a las renuncias que la carrera exige, se suma la demanda de un alto sentido de responsabilidad, de solidaridad y de compasión con el otro, pues se trabaja con vidas, con vidas humanas. Los jóvenes deberían saber que existe una gran diferencia entre ser simplemente “médico” y ser un “buen” médico.