Fiel a la tradición de fin de año, salí a recorrer la calle 6 de Marzo con el fin de adquirir el año viejo que mejor represente al personaje buscado, pues al igual que los últimos años tenía el fuerte anhelo de quemarlo en ese ritual que termina siendo la hoguera de los años viejos, mezcla de exorcismo y tradición; pero fuerte fue mi decepción al advertir que monigotes representando a tal personaje habían muy pocos, casi nada, y que en su lugar el ingenio popular se había pasmado concentrándose en la elaboración de muñecos que iban desde el Capitán América, Hellboy, los Pitufos, el Chavo del 8, Garfield, Chucky, Thundercats, Ben 10 y una lista interminable de estos héroes y villanos, olvidando aquella época de antaño en la cual los años viejos eran instrumento de la más fina y aguda crítica política.

En realidad, la tendencia de representar personajes de historietas y películas no es que tenga nada de malo, inclusive algunos son elaborados cuidando hasta el último detalle, ni es tampoco nueva, pero no creí llegar al momento en que el desplazamiento resultaría casi total. Pensé en un momento en que más allá de que posiblemente los monigotes de historietas se venden mejor, quizás había llegado alguna prohibición soterrada con la consigna de desalentar la manufactura de años viejos representando a personas en el poder, o que quizás los hábiles artesanos pensaron mejor curarse en sano ahorrándose cualquier problema que se pudiese presentar con las autoridades, quién sabe si fue un simple rumor el que corrió y bastó para que de un año a otro, me vea obligado a comprar un año viejo de Linterna Verde en lugar de mi propósito inicial.

Con Linterna a cuestas, llegué a mi casa, lo puse en el patio y luego de observarlo por un largo rato, me dije pero qué he hecho, me estoy dejando llevar por la resignación pues si en la 6 de Marzo no hay el año viejo que quería, eso no significa que en alguna parte de la ciudad no llegue a encontrar lo que afanosamente estaba tratando de encontrar, y en ese momento tomé la decisión de no quemar a Linterna, ya veré luego qué hago con el dichoso monigote, me embarqué nuevamente en el auto y manejé sin rumbo fijo; en alguna calle, en cualquier acera, iba a encontrar el año viejo que buscaba.

El peregrinaje me permitió seguir conociendo a Marvin el Marciano, Rayo McQueen, Shadow, Thor, hasta que de repente me pareció ver lo que tanto había buscado: era el año viejo que lo representaba, aunque debo admitir que el monigote no era un canto a la perfección, pues viéndole bien el rostro más bien parecía un Hulk a punto de explotar, lo cual motivó mi pregunta en el sentido de quién era finalmente el personaje que estaba comprando. “No lo dude” me dijo tranquilizándome el vendedor, luego de lo cual pensé, has buscado tanto, no te hagas el difícil y renglón seguido, el año viejo iba embarcado en la parrilla del auto, bien asegurado para evitar que se caiga, que eso era lo último que tenía que pasar. Llegué a mi casa, lo puse en el patio pero no fue por mucho tiempo: los dos perros chihuahua que tengo entraron en ataque total de pánico al acercarse y ver al monigote, traté de calmarlos, no pude, entonces decidí que lo que tenía que hacer era quemar al año viejo en la víspera, es decir un día antes del 31 y así fue la inédita y anticipada quemazón de Rafael Correa. Valió la pena tanto esfuerzo.