Una de las reflexiones más vigentes al momento de discutir los marcos legales de las redes sociales, tiene que ver con la necesidad o no de imponer límites a lo que se comenta en tales redes, como por ejemplo en el caso específico del Twitter, toda vez que hace algún tiempo se argumentaba que el internet tenía una esfera inmanejable por una serie de razones: anonimato, dificultades de supervisión y control, etcétera, al punto que se sugería que era un sistema que desbordaba lo jurídico, circunstancia que a su vez obligaba a mantener determinada pasividad respecto de situaciones especiales que tenían que ver con la libertad total de expresión.

En realidad, esas redes sociales se han constituido en el medio de expresión más libre y radical de los últimos tiempos, situación que inevitablemente iba a traer, tarde o temprano, una serie de cuestionamientos respecto del alcance de dicha libertad y sus implicaciones, especialmente cuando existían de por medio daños a la dignidad de un tercero; en esa línea, es cada vez más fuerte la tendencia global, tanto en doctrina como en jurisprudencia, de tutelar los derechos a la intimidad, honor, identidad, de manera tal que no se subordinen a la militante expresión del pensamiento por internet.

Por eso es que, al menos en el derecho anglosajón, se advierte con fuerza que hay que pensar muy bien antes de tuitear cualquier expresión que pudiese afectar la honra de un tercero, especialmente ante la posibilidad de un proceso por difamación, en los cuales los afectados reclaman importantes sumas de dinero (lógicamente jamás la prisión, ya que tales sistemas legales no contemplan la cárcel por dicho tipo de delito). Por supuesto, hay una serie de particularidades tan propias de las redes sociales, que el control legal de las mismas será objeto de un arduo y prolongado debate.

Reconociendo la necesidad de que quien tuitea asuma su responsabilidad en los casos de daños de la dignidad de terceros, hay que advertir que cualquier limitación a la libertad de expresión a través de las redes sociales puede traer consigo una nueva y solapada forma de censura política, con mayor razón cuando se ha demostrado que el Twitter, al menos en los cambios ocurridos en los países árabes, ha sido un medio de excepcional movilidad social. Hay que aprender, por lo tanto, a ser responsables en el uso del Twitter (evitando absurdos como el de amenazar de muerte al presidente), sin que eso convierta al tuiteo en red atrapada por los caprichos del poder.