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Quiero decir sinceramente que hace unos meses no hubiera imaginado la estatura histórica que el director del Diario EL U NIVERSO, Carlos Pérez Barriga, iba a alcanzar enfrentando las contingencias del juicio impulsado por el presidente Rafael Correa en su contra, en contra de sus hermanos, y en contra de la empresa que heredó de sus ancestros. Realmente no he tenido con él más que un trato social, lo suficiente para entender que no ha sido nunca un hombre de intereses políticos, ni ideológicamente comprometido con otra causa que no sea la de libertad de expresión que es la materia prima en la que se sustenta su negocio. Y por eso no había ni siquiera vislumbrado que iba a terminar convirtiéndose en el símbolo de la defensa de los más caros valores que el Ecuador necesita defender durante estos días aciagos.
Condenado en segunda instancia, conjuntamente con sus hermanos, a tres años de prisión, y prácticamente al despojo de su fortuna, Carlos Pérez Barriga encaja de manera insospechada en el prototipo del héroe de la antigüedad clásica. En la Ilíada, Héctor, el hijo del rey Príamo, no había hecho nada para provocar la guerra en contra de Troya. Y hasta tuvo tiempo de entregar al autor de la ofensa, su hermano Paris, ante los aqueos que amenazaban con destruir la ciudad que iba a heredar si no les devolvían a la hermosa Helena. Y quizás lo hubiera hecho, si no se lo hubiera impedido su sentido del honor y la lealtad a los principios de su padre y a los dioses que custodiaban la ciudad. Prototipo del héroe clásico, como los personajes de Sófocles o Esquilo, Héctor iba a defender su honor, sabiendo que se enfrentaba con un enemigo más poderoso que quizás iba a aniquilarlo pero consciente de que su nombre iba a perennizarse si hacía lo que era correcto.
El prototipo del héroe clásico, el de la tragedia griega no es un valiente que sale a desafiar a los poderosos para defender la justicia (como siglos después iba a caricaturizar Cervantes con el Quijote). El héroe de Sófocles es hombre común, que enfrentado, sin haberlo buscado, con una situación en que tiene que escoger entre sus principios y la aniquilación, escoge su honor aunque ello signifique su muerte. Antígona nunca quiso enfrentar la tiranía de Creonte. Ni Áyax la de Agamenón. Pero puestos en la situación, esperaron de pie, con la frente en alto, el destino que los hados les habían deparado.
No quisiera yo que Carlos Pérez Barriga, ni sus hermanos, tengan el desenlace de mis héroes de la antigüedad. Y confío honestamente en que al final saldrán victoriosos de esta injusticia. Pero es mi obligación de cronista, dar fe aquí de la dignidad con que lo están enfrentando. Al final, la tragedia griega no fue nunca una broma. Caída Troya en manos de los aqueos, la esclavitud cayó sobre sus hijos. La imagen de Hécuba y Andrómaca, la madre y la esposa de Héctor, encadenadas como esclavas, no es más que la manera como Esquilo nos narraba cómo los troyanos perdieron su libertad. Y sin embargo, aún estamos aquí, hablando del heroísmo de Héctor. Y creo que sea cual fuera que sea el final, la posteridad hablará también de estos tres hombres, Carlos, César y Nicolás Pérez, que sin haberlo buscado, están escribiendo con hidalguía sus nombres en el bronce de la Historia.
Publicado en Diario Hoy, el 23 de septiembre del 2011.