La muerte reciente de 26 neonatos en el Hospital Isidro Ayora de Loja no puede terminar únicamente en la acusación de la Fiscalía a los responsables. Meter presos a quienes ocasionaron este daño no evitará que vuelva a suceder. La Directora Provincial de Salud de Loja informó que en los últimos cinco años han fallecido más de 300 recién nacidos en esa ciudad. Son cifras espeluznantes. Parecen ser parte de una película de horror, como si fuera la continuación de lo que sucedió en el hospital Napoleón Dávila Córdova de Chone en el 2006.

El Gobierno debe cuestionarse si los hospitales públicos deben seguir siendo la única opción para brindar salud gratuita a los ciudadanos. Sabemos que están abarrotados, que sus farmacias están desabastecidas, y que mucho de su personal carece de vocación de servicio. Este Gobierno está invirtiendo en equipamiento de hospitales y aumento de sueldos de los médicos –lo cual es resaltable– sin embargo no ofrece una solución inmediata a la demanda de salud que existe.

Tomará décadas de constante inversión, y principalmente de depuración del personal administrativo y médico de los hospitales públicos, hasta que todos se conviertan en sitios que ofrezcan una atención decente. Hasta eso los ecuatorianos estaremos sometidos a lo que existe en la actualidad, con mejoras progresivas pero insuficientes. Los gobiernos deben buscar soluciones sustentables en el tiempo. Sistemas y leyes que aseguren que los ecuatorianos recibamos salud gratuita, sin importar quien esté en el gobierno, y sin importar cuál sea el precio del petróleo. Cualquier otra forma de hacerlo, es demagogia pura, y tan perdurable como la vida de esos niños. Los flamantes equipos que este gobierno está comprando serán una chatarra en cinco años, si es que no se ocupan del factor humano que los administra.

En Chone, cuando murieron 10 recién nacidos se informó que los ductos del aire acondicionado estaban destruidos y que nadie los había limpiado en años, mientras adentro se reproducían murciélagos cuyas heces fluían por los ductos hasta las salas de los neonatos. Una historia sobrecogedora. Hay que desterrar a las personas apáticas y negligentes de todos los hospitales públicos del país, poniendo la selección de personal en manos de profesionales que estén alejados de favores políticos.

Si existe un sector donde un pipón es una amenaza a la vida es en la salud. Desinfectar la sala de neonatos de la bacteria que los mató puede ser más simple que aniquilar la bacteria del piponazgo administrativo. El pipón es una bacteria aferrada históricamente como garrapata al corazón de las instituciones del Estado ecuatoriano. Su extinción no será rápida.

Es clave lograr de inmediato una alianza integral con centros de salud y red de farmacias del sector privado. La salud de las personas no puede esperar a que los hospitales públicos se transformen. Los 300 neonatos no tuvieron ese tiempo. Lograr que nuestro pueblo se atienda y compre medicinas en sitios privados gratuitamente sería un hito histórico de este Gobierno, en nombre de la salud y de la Constitución.

El Gobierno debe sentarse a negociar metodología, tarifas y cobertura con sitios privados que califiquen para así en poco tiempo revolucionar la calidad de atención a nuestro pueblo. Rafael Correa suele repetir que es parte de una izquierda pragmática, la salud de los ecuatorianos le brinda la oportunidad de demostrarlo.