El celibato es y fue discutido, desde el momento en que fue propuesto por Jesús. Por eso dijo: “El que quiera entender esto que lo entienda” (Mateo 19, 12). Sigue y seguirá siendo noticia. En el campo del celibato hay flores, que perfuman el ambiente; de ellas silenciosas abejas extraen miel; hay también alguna carroña, delicia de los cuervos. Este campo necesita invernadero, el clima favorable de la comunidad. Dedico estas reflexiones acerca del celibato a las flores y a las abejas, porque a ellas se las deja ocultas:

1. El celibato es aceptación libre de la propuesta de Dios de consagrarle uno de sus mayores dones: la expresión sexual del amor, como Abel le ofrecía sus mejores ovejas.

2. ¿Para qué lo vive y propone Jesucristo? Para dedicarse exclusivamente al plan salvador de Dios, o “Reino de los cielos”. (Mateo 19, 12). San Pablo confirma una finalidad del celibato: “El soltero se preocupa por las cosas del Señor; el casado por agradar a su esposa” (1 Corintios 7, 32-33). Además, por el celibato de algunos, la humanidad reconoce el señorío de Dios.

3. El celibato empieza con Jesucristo, Dios y hombre, que se consagró totalmente a Dios Padre. El celibato ha sido gradualmente comprendido y aceptado por la comunidad cristiana, iluminada y sostenida por el Espíritu de Dios. La conveniencia del celibato para algunos miembros del Clero comienza ya antes de su fijación como norma escrita. Los juristas saben que los ordenamientos jurídicos se van formando por la transmisión de normas consuetudinarias; posteriormente son fijadas por escrito. El canon 33 del Concilio de Elvira es recordatorio e insistencia correctiva de lo que se venía haciendo.

4. La comunidad cristiana, que llamamos Iglesia, es una en lo fundamental. Lo fundamental es la existencia de cristianos, que acepten libremente el celibato: También en la iglesias cristianas no católicas hay monjes célibes. La determinación de a quienes se propone el celibato varía y puede variar aún más. Hay diversas normas, según los ritos, para determinar para qué servicio hay que escoger a célibes. La Iglesia cristiana católica tiene varios ritos. En todos sus ritos la Iglesia católica escoge para obispos, sacerdotes y diáconos solo de entre los que libremente han aceptado el celibato. Notemos: la misma Iglesia católica de ritos orientales puede escoger, también de entre los casados, para ordenarlos sacerdotes y diáconos. Los escogidos para obispos deben ser célibes. Notemos: de los ritos orientales salen pocos misioneros. Una vez consagrados, sacerdotes o diáconos, no pueden casarse; pues están consagrados.

En todas las formas de seguir a Cristo –Sacramento del Matrimonio o celibato– son posibles fidelidad e infidelidad. “Hay ingenuidad en quienes afirman que los problemas se acabarían con la supresión del celibato”, me decía un pastor luterano, observador del Concilio Vaticano. Unos sacerdotes dejan el servicio sacerdotal con dignidad. Otros se alejan resentidos. El celibato necesita invernadero.

Expuesto lo anterior, es comprensible que la abstinencia sea incomprensible en una sociedad obsesionada por el sexo; sociedad que comprende todo en el campo de las variantes sexuales.