Colombia tiene problemas con su infraestructura petrolera: está al reventar, no se abastece para procesar toda su producción. Hay planes para un nuevo oleoducto de 800 kilómetros de la Amazonía a la costa atlántica a un costo de 4,3 millardos de dólares.

A principios del siglo XXI la producción petrolera colombiana venía bajando, igual que los precios del petróleo; promedió 526 mil barriles diarios en el 2006, año en que nuestra producción promedió 536 mil bpd, similar nivel de producción petrolera, siendo la economía colombiana cuatro veces la ecuatoriana.

En el primer trimestre del 2010, la producción petrolera colombiana aumentó en 230 mil bpd en relación con el 2006; la ecuatoriana cayó 66 mil bpd.

Más aún, las perspectivas colombianas son que la producción termine el 2010 en 840 mil barriles; para fines del 2010 Colombia espera producir entre 1,2 y 1,4 millones de barriles diarios.

Nuestras perspectivas, en cambio, son de una reducción de la producción. A principios del 2011, la producción colombiana duplicará la ecuatoriana.

Si el Ecuador llega a mantener la producción al nivel actual, será únicamente mediante el consumo acelerado de las reservas recuperables.

Colombia espera posicionarse como el segundo exportador petrolero de América del Sur, aunque Brasil podría disputarle ese lugar. En Ecuador comenzamos a plantearnos el fin de la era petrolera.

Lo paradójico es que la relación de pozos exitosos a pozos fracasados es mejor en el Ecuador que en Colombia. Aquí hay mejores perspectivas de desarrollo petrolero que en nuestro vecino del norte.

No solo eso. Los grandes campos petroleros descubiertos y desarrollados por Texaco tienen ingentes reservas no recuperables con la tecnología con que hoy se los explota, que data de los años setenta, pero que con tecnología del siglo XXI podrían recuperarse. Quizá a los precios de los años noventa no era muy atractivo hacer la inversión. A los precios de hoy es una irresponsabilidad no hacerlo.

La operación del que hoy es el mejor campo, Sacha, Petroecuador la entregó a una compañía mixta, Río Napo, en que Pdvsa es socia minoritaria y está a cargo. Pero el contrato no obliga a Río Napo a invertir en nuevas tecnologías para incrementar reservas en Sacha.

El énfasis de nuestra política es incrementar el control estatal, reducir la operación de petroleras extranjeras y poner topes severos a la rentabilidad de estas sobre su inversión.

Es probable que el Gobierno tenga éxito en imponer estas reglas en las empresas que hoy operan en el país, puesto que si no cooperan, las petroleras arriesgan la no recuperación de sus inversiones y la pérdida de sus derechos contractuales. Pero el Ecuador se cierra las puertas a inversión petrolera fresca de riesgo.

El ciclo es previsible: mejora la rentabilidad estatal de la producción petrolera, pero esta disminuye; tarde o temprano el país caerá en crisis fiscal. Un gobierno que quiera recuperar al país deberá ofrecer condiciones muy atractivas a las petroleras para que retornen e inviertan.

Mejor solución es buscar un punto óptimo en que se maximice la renta del Estado sin llegar a ahuyentar la inversión. Pero en nuestro país el pragmatismo no está de moda.