Está bien que los medios de comunicación se defiendan de la ofensiva política, pero no deberían, al mismo tiempo, dejar de reconocer los enormes pecados que han cometido.
Es lamentable, para poner un ejemplo, el criterio de rentabilidad que manejan algunos medios como empresas. La simple lógica del capitalismo debería mandarles que razonen así: “Para ser líder en el mercado hay que ofrecer el mejor producto”. Pero esta máxima muchas veces la sustituyen por otra que, aunque se le parece, dice lo contrario: “Si ofrezco el producto más barato, me haré rico”.
Ese es el motivo por el que vemos tanta porquería en los medios, porque la porquería puede ser altamente rentable.
¿Pero acaso la Revolución Ciudadana nos está ayudando a mejorar?
¿Cuál es el ejemplo que nos ofrece el socialismo del siglo XXI? Un programa de televisión de hora y media semanal, donde su conductor cada sábado cuenta qué platos de comida probó, canta, tararea, cuenta chistes y sobre todo –este es el plato fuerte, el que gana rating– trata de imbéciles, enanos, gordos, mediocres y ladrones a quienes se le ocurra, mientras el público goza y le pide más.
Se muestran imágenes del conductor secándose las lágrimas en público, pero al segundo siguiente se le salen las lágrimas de la risa por algún chiste buenísimo –según él– que se le ocurrió para burlarse en público de sus inútiles y malos servidores.
¿Esa es la clase de programas que deben producir los medios?
(Hay un segmento del programa de los sábados que sí se aprecia: el final, cuando el traductor da clases de una exquisita sal serrana, que lamentablemente es interrumpida a cada instante por la agitación histérica que reina en toda esa puesta en escena).
El mal gusto de quienes hacen una revista o de un diario puede hacer daño, claro que sí, pero la vulgaridad instalada en los poderes máximos es una bomba atómica que destruye las bases mismas de cualquier cultura.
¿Y qué decir de la honestidad intelectual? La otra noche transmitieron una cadena nacional en la que se mostró a una horda de matones que en el 2007 atacó varias instituciones del Estado para disolverlas.
¡Pero si son sus mismos amigos, que en su momento hicieron todo eso para que los dejen participar del pastel, como en efecto sucedió!
Piruetas en la comunicación de ese calibre, en los medios de comunicación privados solo las dan algunos contorsionistas que venden su pluma; cualquier periodista medianamente creíble las repudia.
Mal gusto, deshonestidad intelectual, pésima combinación para dar clases sobre comunicación y diálogo con la sociedad civil.
Los medios han cometido errores, y allí está el compadre Garañón para demostrarlo. Pero en lugar de perder audiencia, hoy el compadre tiene competencia.