Imagínense ustedes, cómo se le ocurre a LAN, que ya gana bastante plata operando eficientemente en todo el mundo, venir a querer meterse en el negocio de los vuelos nacionales en el Ecuador.
¿Cómo es posible que se le permita entrar al mercado a generar competencia, a obligar a las compañías locales a mejorar sus servicios, el mantenimiento de sus aviones y la puntualidad de sus horarios?
Tan cómodas y tranquilas han estado las compañías locales todo este tiempo, sin tener la competencia de una gigante del transporte aéreo mundial.
Por si acaso, no tengo relación personal ni familiar con funcionario alguno de LAN, ni comercial de ninguna naturaleza directa o indirectamente.
Este artículo lo escribo como ciudadano común, usuario por muchos años del servicio de transporte aéreo nacional y del servicio de transporte aéreo internacional.
Y como tal puedo dar fe del excelente servicio de esta aerolínea en las diferentes rutas que he utilizado en los últimos años, en detrimento del mal servicio de algunas líneas aéreas nacionales, especialmente de aquella que aun no puede siquiera competir internacionalmente, a pesar de haberlo anunciado hace algún tiempo con bombos y platillos.
Pregunte usted, amigo lector, si tiene algún amigo a familiar que viva en Perú o Chile, sobre el servicio de vuelos internos de esta compañía y cómo su incursión en esos mercados internos elevó el estándar general del servicio de las competidoras.
No se trata de LAN; puede tratarse de cualquier otra aerolínea del nombre y color que a usted le guste; se trata de la forma como en el Ecuador cierto sector empresarial se resiste a competir.
Se trata de la forma en la que, en lugar de aceptar el reto y progresar con la competencia, ciertos empresarios pareciere sentirse dueños del mercado y apelando a un mal entendido nacionalismo pretenden postergar y diferir inversiones y elevar los niveles de calidad de los bienes y servicios para los consumidores ecuatorianos.
Lo lamentable es que esta situación no solo se da en el mercado del transporte aeronáutico comercial, sino en muchos otros sectores, como la banca, por ejemplo.
Como si no fuese suficiente desaliento para la inversión extranjera la inseguridad jurídica del Ecuador y el atropello a las instituciones democráticas, elevada a la máxima potencia en estos tiempos de la revolución ciudadana, ahora, los arriesgados capitales que deciden aventurarse por estas tierras son embestidos por los que pretenden encerrarse al desarrollo y con ello privar a la ciudadanía ecuatoriana del derecho que tiene de escoger libremente bienes y servicios de alta calidad como en cualquier otro país del mundo.
Ojalá el cariño y aprecio que aparentemente le profesa nuestro Presidente a doña Michelle Bachelet permita que esta multinacional del transporte aeronáutico comercial ingrese al mercado local para beneficio y seguridad de los ecuatorianos.
¡Y como en estos tiempos todo lo resuelve el líder supremo, a lo mejor en esta ocasión se nos da el milagrito!